—Vamos a llamar a papá —le dijo a Alexander quien colgaba en su pecho dentro de una cangurera camino al supermercado de conveniencia que estaba cerca. Le marcó al set de grabación pues él solía a pagar su teléfono móvil mientras trabajaba.
—Hola Naomi, habla Miriam —saludó a la secretaria.
—¡Miriam, qué gusto escucharte! Hace tanto que no me marcabas —la oyó muy emocionada y sonrió—. ¿Cómo estás? Alexander debe ser ya todo un enorme y guapísimo bebé.
—Si, lo es y además muy pesado —contestó sintiendo los estragos en su espalda, sin mencionar que acababa de alimentarse.
—Tengo muchas ganas de verlo en vivo aunque Louis me muestra fotos suyas cada vez que lo ve.
La chica acarició la cabecita de su hijo y sintió una mezcla de ternura y tristeza al oírla. Sabía lo mucho que su esposo amaba a su hijo.
—Ya te haré una visita en especial.
—Por favor, porque la última vez que viniste no te vi.
—¿Cómo supiste? ¿Louis se dió cuenta?
—No, precisamente hoy me lo comentó el de seguridad.
—Oh... —ni siquiera sabía que lo buscó—. Ya tendremos esa oportunidad, Alexander y yo estamos estamos bien.
—Ahora cuéntame el motivo de tu llamada.
—Quiero preguntarte por Louis... ¿cómo está? Hace media hora hablé con Olga y me dijo que estuvo enfermo —mencionó la conversación que tuvo con su suegra esa mañana donde le reclamó dulcemente que no le dijera que su Louis estuvo mal. Miriam debió inventarle que por estarlo cuidando se le pasó el tiempo.
—Ay sí, el que es tan sano se enfermó de gripe. Pero se veía tan demacrado que creí que era algo más serio. Ahora está mucho mejor, ya está bien. Solo se tomó un día para descansar. Supongo que el estrés y el exceso de trabajo le cobraron factura.
—Me alegra saber que está mejor.
Miriam se quedó con las ganas de reclamarle que no le hubiera contado del romance que su aún marido tenía con otra mujer. Lo iba a hacer cuando vió un plateado Mercedes Benz pasar. Su corazón latió con fuerza.
—Naomi debo colgar. Louis acaba de llegar a mi casa.
Louis Gould se bajó del lujoso auto atrayendo las miradas de quiénes pasaban. Su espectacular cuerpo metido en un pantalón de vestir azul marino, una camisa blanca formal y un cardigan gris qué se pegaba a su figura provocaba que fuera un imán tanto para hombres como para mujeres. Estaba bien peinado, como siempre.
Miriam alcanzó a aspirar su aroma y pensó qué el hombre con lentes de aviador era demasiado guapo... Aún era su esposo, un hombre hermoso... pensó embelesándose con él.
Detuvo el paso, recordando que no lo había visto tan bien acicalado mientras vivieron juntos pues pasaba demasiadas horas metido en los sets de grabación. Con unos celos carcomiendole las entrañas, supuso que era porque tenía una nueva relación y quería verse bien para ella lo cual no era ningún esfuerzo en su caso. Con el cabello desordenado, jeans y camiseta, como quiera que lo vieran siempre lo caracterizaba su atractivo físico y su carisma.
Recordó su propia apariencia: una falda de mezclilla deslavada, sandalias de tiras, blusa blanca sin botones y cuello en V, el cabello recogido en un chongo con un broche. No traía mucho maquillaje, solo las pestañas con rímel y una pomada en los labios.
Demonios, parezco una pordiosera a su lado se reclamó. ¿Por qué no la llamó para avisar que vendría? replicó sintiéndose poco presentable.
La respuesta llegó al instante, tal vez supuso que siendo una simple ama de casa que atendía un bebé no tenía motivos para poner un pie fuera de la casa.
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QUIÉREME OTRA VEZ
RomanceMiriam se casó por agradecimiento con Louis y tras el nacimiento de su hijo decidieron separarse, así que ella regreso con el que fuera su primer amor, Darío... Pronto descubrió el gran error que cometió. Su enamoramiento por Darío solo estuvo en su...