47. MOLESTA

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Esa primera noche Louis llegó cerca de las doce y Miriam casi corre a su encuentro para recibirlo con un gran beso. Estaba muy emocionada.

—¡Miriam! ¡Miriam! —quiso contener su euforia mas no lo consiguió pues la chica se aferró de su cuello—. Tranquila le dijo recibiendo una ráfaga de besos.

—Es que ya vivimos solos, otra vez —le dijo feliz de verlo.

—Lo sé, pero vengo muerto. Estuvimos grabando sin parar y apenas puedo mantenerme en pie. Hoy estuvo particularmente caliente el día y me siento hecho un asco.

Miriam se apartó un poco para observarlo.

—Entonces, tendré que ayudarte con un buen baño relajante —sonrió insinuante—. Luego, vamos a la cama y yo me hago cargo de ti —ronroneó sorprendiéndolo con tanta atención.

—Cariño, lo siento de verdad —se lamentó por tener que frenar su ánimo—. Solo quiero dormir un buen rato.

—Ah... dormir

—Sí...

La chica empuñó las manos con frustración y retrocedió un paso tratando inútilmente de ocultar la desilusión que le causaba.

—Si éso quieres...

—Sí, éso quiero...

Entraron a la recámara y Louis fué a sentarse en el lecho. Miriam se sentó detrás de su cuerpo y lo abrazó metiendo las manos bajo sus brazos. Louis se estremeció cuando ella le rozó la oreja y comenzó a desabrocharle la camisa. No podía rendirse tan fácilmente. Tal vez necesitaba algo de estímulo.

—Me gustas mucho, Louis —murmuró robándole una sonrisa.

—Mentirosa.

—Y más cuando te dejas ir adentro de mi —susurró bajo en su oído.

Louis se volvió un poco hacia ella para abrazarla.

—Me parece estar soñando —confesó—. Nunca te vi comportarte tan desinhibida, bueno, fuera de la cama siempre eres más contenida.

—Tal vez es el miedo de perderte lo que hace que me olvide de los buenos modales. Sabes que estaré dispuesta a  hacer cualquier cosa o locura para que te quedes conmigo.

Louis la observó con cuidado.

—¿Y por qué tienes miedo?

Miriam se bajó de la cama y se sentó sobre sus piernas.

—Por tu desconfianza.

—Es normal que aún me sienta un poco incrédulo.

—Supongo que sí, aunque...

—¿Qué?

—Tú tenías relaciones con Kate —le recordó desabrochando sus botones.

—No entiendo...

—Aún sabiendo la verdad, yo nunca te lo he reprochado.

—No me acosté con ella, Miriam.

—¡Pero la besaste! ¡Además!,  ¿cómo puedes probarme que no fué así?

—Ese día que dices que me viste besándola, según tú, yo le estaba diciendo que no me gustaba, al menos no como mujer.

—Oh sí, claro. Por eso te inclinaste hacia ella y le pusiste la boca encima.

—Ella me jaló. No es mi tipo —aseguró haciendo que la chica nse levantara para poder quitarse la ropa, comenzando con los zapatos.

—Catherine era muy parecida en lo físico.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora