61. INTENCIONES

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—¿Viste a Miriam? —preguntó Louis contestando su teléfono móvil apenas que Kate salió de la oficina.

Me dio una noticia terrible.

—¿Qué sucedió?

Horacio murió hace un mes —dijo terminando apenas la frase pues la garganta se le cerró.

—¿Que...? ¡No puede ser! —exhaló Louis llevándose una mano a la frente.

Sí, hijo... —respondió Olga al otro lado de la línea sentada en la sala tras haber lidiado con la salida de Miriam de su casa dejando nuevamente a Alexander en un mar de llanto y la misma chica odiando tener que dejarlo. Ahora el bebé jugaba sentado en el centro de la sala con un sinfín de muñecos—. No puedo creer aún que no nos lo haya dicho.

Louis se sintió devastado pues realmente le tuvo mucho aprecio a su suegro.

—¿Cómo está, Miriam? ¿Cómo la viste?

Por fuera te vas a sorprender cuando la veas. Por dentro, la vi muy mal. Está muy resentida contra nosotros, especialmente contra ti.

—¿Insistió en decir que es inocente? —quiso saber mientras apoyaba un brazo en la pared y detrás suyo estaba la puerta abierta. De pronto se sintió débil ante tanta situación que no paraba de ocurrir.

Sí, incluso dijo algo que me parece muy probable que haya sucedido y que no tomamos en cuenta por la impresión de lo que vimos.

—¿Y qué fué, según ella?

Dice que Kate y Darío armaron todo esto para culparla, que esa mujer la amenazó con arruinar tu carrera si no te dejaba.

—¿Eso te dijo?

—Sí, y la verdad le creo.

—Mamá ya lo sabía y también quisiera creerle como tú, pero sigo con dudas y dudo mucho que pueda confiar plenamente alguna vez en ella.

Desde afuera Miriam lo escuchó y la emoción que le provocó la esperanza que tenía de mejorar la relación con Louis al salir de casa de Olga se esfumó. Naomi captó su expresión y sintió pena por ella

—Esto ya no tiene arreglo —murmuró sabiendo que era una falsa calma la que existía en esos momentos y se levantó de sillón—. Louis jamás confiar en mí y así siempre estaré expuesta a que vuelva a separarme de Alexander.

Naomi se levantó de inmediato de su escritorio y fue hasta ella.

—Aún así trata de hacer las paces con él. Como tú misma dijiste lo que importa es que recuperes a tu hijo.

Miriam resopló.

—Si, eso intentaré... por nuestro hijo.

Louis recordó la imagen de Miriam besándose con Darío y sus emociones se contradijeron al grado de provocarle dolor de cabeza.

Naomi entró y lo miró con un poco de ansiedad.

—Louis —dijo con suavidad.

El productor se volvió hacia ella tras darle la espalda. Levantó el rostro, luego de cortar la llamada con su madre, se veía contrariado.

—Dime Naomi.

—¿Tienes visita?

—No quiero ver a nadie —dijo frotándose la cara con las manos.

—Debes recibirla, es importante

—No Naomi, me siento mal. Aún no puedo creer que Miriam no me haya dicho que Horacio estuvo tan grave.

—¿Te dijo tu madre que murió?

—¿Ya lo sabías?

—Deberías recordar que soy su amiga y no por el hecho de que ustedes estén separados o peleados dejaré de serlo, aunque ella me pidió qué me alejara para que no tuviera problemas contigo.

Louis dibujó un enfado lleno de frustración en el rostro.

—Ah sí, su amiga, la espía que usaba para conocer mis pasos y poderse ver con Darío ¿no?

—¿Eso piensas?

—Sí y la prueba es lo que pasó en el hospital. ¡Dios! ¿Cómo pudo engañarme? Y peor aún todavía, es que fué tan egoísta para callar lo de Horacio.

Naomi miró hacia atrás, pues tenía la puerta entreabierta. Miriam seguía escuchando.

—Está bien. Después de lo que acabas de decir no creo que Miriam quiera hablar contigo.

Louis se paralizó al instante.

—¿Ella está aquí?

—Afuera...

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—A eso iba...

Louis no esperó a que Naomi le avisara a su esposa que pasara, sino que él mismo fué a su encuentro dándose cuenta de que estaba más ansioso de lo que pensaba por volverla a ver.

Miriam deseó irse de la oficina, pero no estaba allí por amor a Louis sino por amor a Alexander. Aún así sintió que el corazón se le partió en pedazos cuando lo escuchó hablar de dudas y sabía que en cuanto hubiera al hombre que amaba frente a ella después de tanto tiempo, su dignidad podría flaquear.

Se había puesto de pie al escuchar un poco lo que hablaron adentro y luchó por no lucir tan afectada, mas era imposible; sin embargo, tendría que fingir una gran fortaleza ante él para que no usará esa debilidad en su contra.

Cuando Louis dió unos pasos fuera de la oficina se detuvo en seco.

Sus ojos capturaron de inmediato una imagen completa de la hermosa mujer que tenía frente a él. Se veía ligeramente ojerosa, cansada, pero el maquillaje que usaba ayudaba a disimular. Recorrió su figura esbelta, se veía un poco más delgada pero aún así su cuerpo tenía acentuadas las partes correctas. Miró la piel desnuda de sus hombros y perdió el aliento por un instante. Se humedeció los labios deseando ir a enterrarse en esa mata de cabello ondulado.

Miriam reconoció de inmediato el interés de Louis por su cuerpo y aunque su vientre empezó a corresponder a las miradas sensuales que recibía, especialmente sobre su escote, ya sabía que debía fingir desinterés.

Él también lucía sumamente atractivo. Ese día en particular llevaba puesto un traje de tres piezas oscuro, estilo que solía usar cuando tenía reuniones importantes. Supuso que en los siguientes meses tendría más trabajo del que ya había en su apretada agenda.

Pudo respirar el perfume que ella misma le regaló la primer Navidad que pasaron juntos, no hacía mucho tiempo. Le fascinaba ese aroma a menta fresca. Recordó esos días que creyó fueron felices, pero los espanto rápidamente de su mente pues podrían entorpecer su capacidad de razonar.

—Hola Louis.

—Miriam —murmuró el hombre de barba incipiente.

La chica se rodeó con los brazos y un escalofrío la sacudió. El hombre noto la piel erizada. Aún sentían esa química al verse.

—Venía a ver qué está pasando con nuestra situación, pero supongo que no es el mejor momento. Si me das una cita volveré otro día.

Louis notó que deseaba mirarlo fijamente, pero a la vez evadía sus ojos. Con la seguridad de saber que la ponía nerviosa se acercó hasta ella y pudo examinar su rostro perfecto más de cerca.

—Vamos a almorzar y hablamos.

Ella se quedó mirándolo como si no hubiera entendido. Escuchar su voz suave y acariciante no fue lo que esperó.

—Está bien... —fué todo lo que pudo decir antes de que esos dedos largos rodearon su codo y consiguieran reanimar su cuerpo que durante las últimas semanas había estado como adormecido, pero lleno de rabia y tristeza.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora