43. EL PASADO

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Louis dejó la vista fija en el bolígrafo que sostenía con ambas manos de los extremos y Naomi, sentada en una butaca de piel café frente al escritorio del productor, esperó con paciencia a que continuara dándole instrucciones como cada tarde.

—¿Entonces la cita con el señor Myers se suspende? —inquirió la secretaria para retomar su atención.

—¿Desde cuándo Miriam y tú se volvieron tan amigas? —ignoró su cuestionamiento y soltó la pluma para mirarla serio.

—No hace mucho —respondió sutilmente inquieta por su actitud pues no era común que se pusiera tan serio con ella—, fué poco después de que nació Alexander —agregó recordando que así fué.

—¿Cómo sucedió? —inquirió Louis viéndola con desconfianza pues su seño estaba muy junto al cuestionarla—. ¿Tienes casi dos años trabajando para mí y apenas se dió la amistad? —soltó una pregunta que resultó un tanto sarcástica. Era obvio que estaba lleno de sospechas no solo contra su esposa sino contra su propia secretaria.

Naomi captó de inmediato que sus palabras llevaban una intención oculta y poco amigable. Por unos momentos se puso en el lugar de la esposa de ese hombre que a últimas fechas parecía no encontrar su lugar en el mundo. La situación personal lo tenía verdaderamente afectado al grado de convertir a un hombre de carácter sumamente humano y atento con quienes lo rodeaban a volverse un acosador en busca de respuestas.

—Pues sí, y la verdad es que antes Miriam no sea aparecía mucho por el estudio —señal o algo que el mismo ya sabía—. Supongo que debido al embarazo tan delicado que tuvo —le recordó a Lewis uno de los momentos más inquietantes de su vida pues desde que el médico la diagnóstico y hasta que nació Alexander no se sintió en paz— y después ocurrió cuando... —pausó mostrándose insegura sobre continuar o no.

—¿Qué pasó? —el productor quiso saber y se apoyó con los antebrazos sobre el escritorio.

—Miriam nunca quiso que supieras —respondió bajando un poco la voz al recordar que ella le pidió que no lo comentara.

—¿Saber qué? —la miró fijamente como una manera de presionarla.

—Ella no quería que supieras que llamaba para preguntar si estabas o no... —terminó confesando, sintiéndose culpable de antemano por delatar a su amiga—. No es que lo hiciera siempre, solo de vez en cuando —aclaró de prisa—. Es que hace un tiempo llegó a buscarte y le dije que te habías ido de viaje a Nueva York ¿recuerdas? No le comentaste nada al parecer.

Louis escuchó atento cada palabra. En lo último tenía razón. Pero ese viaje fue tan de ida y vuelta que no le dio la menor importancia ni quiso inquietarla. Seguía con el entrecejo arrugado, luegose recargó en el sillón ejecutivo y comenzó a llenarse de más dudas de las que ya tenía.

Finalmente su cabeza llego a una conclusión: Así que había estudiado sus movimientos para poder hacer otras actividades en su ausencia sin ser descubierta. Qué linda esposa tenía, pensó sarcástico. Ahora todo comenzaba a tener sentido.

—Es bonita tu esposa —dijo Adrien, su hermano—. Siempre me agradó.

—No te fíes de su dulce aspecto —respondió Louis con acritud mientras compartían una bebida después de almorzar juntos algo que habían empezado a hacer desde que él se divorció.

—La verdad no entiendo por qué dejaste a ésta bella mujer.

—Por la misma razón por la que te has estado divorciando una y otra vez: no me ama, nunca me amó.

Adrien lo miro sin comprender, con un toque de incredulidad.

—¿Cómo que no? —inquirió recordando a la tímida chica siempre a su lado en las reuniones familiares.

—Una mujer enamorada no abandona a su esposo para irse a cuidar a su "hermanito" —apuntó con amargura, haciendo el ademán de las comillas con los dedos—y menos a otra ciudad.

Adrien sonrió. Le dio un sorbo a su whisky y se relamió los labios antes de continuar.

—Es verdad, cómo olvidar esa noche. Te recibí en mi casa, en mi vacío y deprimente departamento —de inmediato su gesto se tornó igual de sombrío que el de su hermano, pues aunque había estado casado más de una vez siempre se había sentido solo—. Nos pusimos la borrachera de nuestra vida —se rió y empezaron a caminar por la terraza del restaurante exclusivo en un área privada donde ningún reportero podría molestarlos.

Adrien que solo incursionaba de vez en cuando en producciones de películas, también era actor y por eso era muy reconocido... y acosado por las mujeres. De allí venía su debilidad por ellas. Le costaba mucho trabajo decir que no a una cara bonita. Le paso un brazo alrededor de sus hombros a su hermano. La relación entre ellos siempre fué muy estrecha.

—No me lo recuerdes —mi reclamo Louis con suavidad. Fue una noche espantosa esa primera vez que tuvo que vivir solo después de haber compartido la vida con la mujer que amaba—, que solo de pensarlo me vuelve a doler la cabeza por la resaca —decidió externar solamente esa vivencia.

—Y no hablemos de lo que pasó después... Ni cuando fuimos niños lloramos tanto —allí estaba la parte que había querido omitir, sin embargo Adrien era experto en delatar todo lo que él quería callar.

Su hermano mayor era el más sensible de los dos y el que se metía siempre en más problemas de cualquier tipo por lo mismo. Era una buena persona y físicamente muy similares solo que el carácter de Louis siempre fué más plantado en la tierra, buscar el veces se dejaba llevar por los impulsos pero se enamoró como desesperado de Miriam y ahora se daba cuenta de que por primera vez hizo a un lado su razón para hacerle caso a lo sentimental y las consecuencias las estaba pagando.

—¡Ya cállate! —espetó soltándose de su abrazo.

—Yo no creo éso de que nunca te amó —insistió en ponerle sal a la herida.

—¡Por Dios Adrien, tú última esposa te hizo algo muy similar!

—Oh no, no compares, mi última esposa fue una modelo de veintitrés años sumamente caprichosa y voluble, aún más que yo. A la que por cierto le tengo que pagar una fortuna por dejarme en paz, pero no me importa con tal de que no volverla a ver.

Louis meneó la cabeza divertido por la tranquilidad con la que su hermano veía las situaciones. Aunque tenía una cuantiosa fortuna siempre había sido un hombre sumamente generoso y a veces demasiado suelto... Aunque era suelto en todos los aspectos.

—No tenemos la menor prueba de que ella alguna vez haya estado realmente enamorada de mi.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora