55. MESERA

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Habían pasado casi dos semanas cuando Naomi la llamó.

—¡Miriam! ¡Por fin contestas!

—Deja de llamarme —le dijo sin siquiera saludarla.

—¿Por qué?

—Eres la secretaria de Louis y si se entera de que estás en contacto conmigo te va a despedir.

—No voy a contarle que sigo en contacto contigo. Solo quiero que sepas que no estoy de acuerdo en lo que está pasando. La prensa inventa cosas horribles y no creo que esas fotos que están circulando sean reales.

—A mi ya no me importa nada. Y sí, son reales.

Se hizo el silencio total al otro lado de la línea. Miriam aprovechó para colgar. Estúpido teléfono que sólo recibía llamadas. Iba a cambiarlo con todo y número para que dejaran de estarla molestando.

Creyó que el divorcio tomaría menos tiempo y que con las influencias de su marido todo terminaría rápidamente, sin embargo pasó casi un mes monstruoso en dónde sabía de su hijo por imágenes captadas de Louis con el pequeño. El corazón se le rompía en mil pedazos cada vez que llegaba la noche y se acostaba sola en ese cuarto que era lo único que había podido alquilar en una zona poco favorecida de los Ángeles. Era un lugar peligroso, pero no le importaba, pues allí se mantenía alejada de la prensa amarillista y la gente no tenía idea de quién era ella.

En las últimas fechas se sentía cada vez peor físicamente. Apenas podía comer y el cansancio se apoderaba de ella de una manera que la hacía pensar que tenía que ver a un médico. Sin embargo tenía que cuidar cada centavo mientras su padre requiriera de sus visitas. La búsqueda de trabajo había sido inútil así que solo quedaba una opción que la ponía nerviosa pero no había más: buscaría trabajo de noche en un bar. No era el mejor ambiente pero serviría para sentirse un poco más tranquila y ocupada especialmente de noche que el sueño la abandonaba hasta la madrugada.

Paolo le pidió insistentemente que se fuera a vivir con él, que mientras pasaba el escándalo ella podría refugiarse en la casa sin tener que ver a nadie, más la joven se negó rotundamente.

—Necesito estar sola y sufrir lo que tenga que sufrir para abrir los ojos ante la maldad de la gente. No quiero imaginar lo que pasaría si Louis se entera de que volví a San Isidro. Me dijo que dependiendo de lo que viera en mi en los siguientes meses podría cambiar de opinión acerca de la custodia de Alexander y no quiero hacer nada que altere esos planes.

Paolo la miró con preocupación y tristeza.

—Te ves como muerta en vida.

Miriam sonrió con desgano para no llorar. Extendió una mano a través de la mesa del café en el que estaban, ambos usando gafas y gorra para no ser vistos, y apretó la de su hermanito que había superado sus vicios y planeaba próximamente comenzar a estudiar.

—Me siento muerta en vida, solo la esperanza de volver a tener a mi hijo conmigo me llena de entusiasmo.

—Y papá...

—Papá está cada día peor, pero no me atrevo a tomar la decisión final.

Paolo apretó los labios y la mano de su hermana luego la soltó.

—¿Sabes qué? Me niego aceptar que nuestra vida esté tan llena de problemas y dolores, sobre todo para ti que lo único que has hecho es cuidarnos.

—No hay nada que hacer. Solo debo esperar con paciencia a que llegue mi momento.

—Si Louis se entera de que trabajas como mesera en un bar de mala muerte no se va a poner nada contento.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora