44. PEDAZO DE TELA

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Adrien sonrió.

—De verdad eres bruto —señaló confundiéndolo—. ¿Acaso nunca te diste cuenta de que Miriam estaba enamorada de ti desde pequeña. Solo me bastó verla un par de veces cuando era muy muy pequeñita y de inmediato supe que cuando creciera iba a tener serios problemas, si seguía embobada contigo. Apenas te veía y era como si viera al mismísimo dios del Olimpo. Me acuerdo que tenía diecisiete años cuando hicimos una fiesta por una de mis películas y ella vino porque le prometí a mamá que sería una fiesta tranquila y sin desmanes —se rió al recordar—. Creo que fué la primera vez que Miriam te vió en traje de baño y se quedó hipnotizada mirándote, al grado de que al ir caminando cerca de la piscina se cayó en ella con todo y ropa —. Louis recordó algo que había guardado en el archivo de recuerdos y comenzó a reírse, pues el mismo tuvo que lanzarse a la piscina para ir a sacarla. La pobre Miriam estaba tan avergonzada que no hallaba la orilla. Cuando él llegó a su lado se aferró de su cuello con desesperación y después de unos instantes en que se dio cuenta de que era él se quedó quieta mirándolo fijamente.

Sin embargo, ese comportamiento de amor adolescente allí se quedó, en el pasado. Mas no disculpaba que ahora ella hubiera actuado de mala manera llevada por su enamoramiento de otro hombre tiempo después, antes de casarse y mucho menos lo que hizo aún estando casados.

—También sé que el único motivo por el que terminó limpiando tu apartamento fué para estar cerca de ti? Ese lugar en el que te revolcabas con cuánta chica se te ponía enfrente. Recuerda que éramos compañeros de aventura.

—Tu siempre te aparecías con algún plan así que no me eches la culpa de haber sido un don Juan en esos años.

—Ser mi hermano te trajo muchos beneficios —señaló divertido sabiendo que no era así pues Louis ya tenía un programa en aquel entonces.

—No es cierto que tu fama me ayudó.

—¿Sabías que yo le sugerí a Miriam que se ofreciera a limpiar tu departamento?

—Claro, ella llegó un día y me dijo que tú le dijiste que yo estaba buscando a alguien, lo cual no era verdad y no fui capaz de negarme pues sabía que tenía mucha necesidad de trabajar. Pero entonces yo creí que ella me miraba solo como a un amigo y así quise tratarla.

—Uy si, solo éramos amigos —se mofó Adrien.

—Y lo que yo haya hecho antes de estar con ella es el pasado. Si hubiera sido un inconsciente hubiera querido dañarla me habría sentido con la libertad de seducirla, pero conociendo su estilo de vida tan lleno de problemas, tan solo le hubiera agregado uno más.

—Ah qué bien que piensas así. Porque cuando la pierdas, por tu propia decisión, ella tendrá toda la libertad de rehacer su vida con quien se le antoje y si ese que se le antoja es el ex novio, no quiero imaginar cómo te vas a poner.

—Eres un hermano de mierda, ¿sabías?

—Solo me preocupo por ti y quiero que abras los ojos. Esa es una buena chica Louis y no es muy común encontrarlas, muchísimo menos en nuestro medio.

—¿También quieres que me reconcilie con ella?

—Pues... Tengo mis dudas porque estando con ella no parecías el hombre más feliz del universo, pero sin ella te ves como un muerto en vida.

Louis se llevó una mano a la frente para rascarse un poco. Como siempre Adrien tenía razón. Lo cierto es que no podía estar con ella pero mucho menos podía estar sin ella y esa verdad lo estaba volviendo loco.

Miriam masticó muy lentamente el trozo de carne asada cuando su esposo comenzó a cuestionarla, sobre su enamoramiento adolescente.

—¿Eso te dijo Adrien? —inquirió con una serenidad que solamente le conocía a ella.

—Si... —respondió estudiando cada movimiento que hacía al comer. Ahora él era quien se embobaba mirándola.

Miriam tenía un hermoso y pequeño rostro dulce. No era una chica glamorosa y tal vez nunca lo sería pero tenía una personalidad definida su vida parecía converger entre la nostalgia y la serenidad.

—No entiendo, ¿a qué viene la plática de cuando yo tenía menos años?

—Quiero saber si de verdad me amabas desde entonces. Necesito escucharlo de tu boca.

La chica lo miró con cansancio, preguntándose qué nueva acusación le iba a hacer después de que respondiera a su cuestionamiento.

—Tú sabes lo que sentía porque yo misma te lo dije aquella vez en tu departamento y apenas lo supiste te mudaste de ciudad y me conseguiste el empleo con tu madre —revivió por unos segundos lo que sintió ese día en que fue rechazada en que Louis le dijo que lo sentía mucho, pero que no podía corresponderle.

—¿Es verdad que buscaste el empleo conmigo para pasar la mayor parte del tiempo a mi lado, más que por necesidad?

Miriam soltó los cubiertos con suavidad y se lamió la comisura de los labios con la punta de la lengua haciendo que su esposo siguiera ese movimiento hasta perder el aliento.

—Eso era más que obvio ¿no crees? Podía pasar horas y horas mirándote. Eras lo más hermoso que había visto en mi vida.

Su sonrisa cálida hizo sentir al productor que debió amarlo con una inocencia y profundidad casi sublime.

—¿Qué sentías cada vez que llevaba yo a alguna chica? —inquirió rompiendo de golpe con la burbuja amorosa que se había formado.

El rostro de la joven mujer se eclipsó aún más de lo que ya estaba antes de que tocaran el punto de su época de enamoramiento por un imposible. Aún ahora veía a su esposo como un amor imposible.

—Prefiero no responder esa pregunta —señaló sintiéndose como una de esas estrellas entre las que su esposo se desenvolvía diariamente.

—¿No pensaste nunca en alejarte de mí?

Miriam ladeó la mirada evadiendo la suya.

—No, porque me conformaba con estar cerca de ti. Quería estar contigo la mayor parte del tiempo que fuera posible, verte trabajar y compartir momentos como aquella noche en que nació el gato de los bigotes verdes.

Louis sonrió recordando esa vez.

—Sí, yo tampoco lo olvidé —la miró compartiendo lo que ambos asintieron esa noche—. Sobre todo jamás olvidé esa minifalda que traías puesta.

Miriam frunció el ceño y se quedó pensativa hasta que el recuerdo llegó claramente a su cabeza.

—¡No puedo creer que haya usado ropa tan pequeña! —exclamó sintiéndose avergonzada.

—Así es, dejaste de ser aquella chica que no tenía complejos con su cuerpo.

—Si, y es que entonces era tan esbelta y ahora con el nacimiento del bebé simplemente no he podido recuperar mi figura. Tal vez nunca lo haga.

—Te verías muy sexy con tu cuerpo actual.

—¡No sueñes con que me vuelva a poner algo así!

—Acabas de convertir esa pequeña prenda en una fantasía sexual —declaró erizándola por completo.

Louis se rió suavemente al verla sacudirse.

—Brrr, claro que no. Y ahora dime tú ¿cómo es que te acuerdas de ese pedacito de tela?

Louis sonrió y se humedeció sensualmente los labios. Miriam sintió ese conocido cosquilleo despertando a la mujer que sentía que debía mantener a raya.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora