17. FRIO

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—Podemos irnos a San Isidro —dijo Paolo esa mañana del domingo viéndola arreglar la pañalera del bebé.

—No creo que a Louis le parezca.

—Te dejó, Miriam —le recordó molesto.

—Eso es mentira —siguio arreglando la mochila.

—¿Ah no?

—No Paolo. Yo te elegí a ti por encima de él.

—¿Lo cambiaste por mi?

—Sí, eso hice —reconoció sin sentirse muy orgullosa de ello.

—¿No lo amas?

—Tu me necesitas, es lo único que importa.

—No me respondiste —sus palabras lograron que detuviera lo que estaba haciendo.

—Ni lo haré —contestó mirándolo fijamente.

—¿Aún te acuerdas de Darío?

Su expresión se tornó pensativa de inmediato y esa fue la respuesta para el chico. Paolo meneó la cabeza, incrédulo y salió de la habitación dando un portazo.

Miriam resopló y se sentó en el borde de la cama.

Darío, pensó sintiendo una cálida emoción en el pecho. Si se iban a San Isidro quizás lo vería. ¿Seguiría viviendo cerca?

Una llamada telefónica interrumpió sus pensamientos.

—Hola Olga...

—Louis dijo que se verían aquí en casa, así que te voy a mandar al chofer.

—Gracias, lo esperaré.

Louis, ¿por qué no puedo amarte? Se preguntó con un lamento. Tenía todo lo que una mujer podría desear sin embargo ella no lo quería. Cerro los ojos y nuevamente su cabeza se llenó con aquellos momentos que pasó al lado del que fuera su primer novio.

Sonrió de manera inevitable. Algo le decía que pronto volvería a estar frente a él.

Veinte minutos después llegó el auto para llevarla a casa de Olga.

Bajo del coche y su aún esposo la recibió.

—Miriam —fué una palabra que sonó en extremo fría en su boca, que no mucho tiempo atrás la había pronunciado con todo su amor. Se sentía raro.

—Hola Louis —lo saludo viendo como llegaba hasta ella.

Pensó que la recibiría con un beso en la mejilla, mas no fué así. Se inclinó para tomar a Alexander de sus brazos y con él sí se tornó sumamente cariñoso. Lo estrecho con todo su amor y le beso la cabecita una y otra vez.

—Te extraño tanto mi pequeño —lo escuchó susurrar y Miriam apretó la pañalera sintiendo una opresión en el pecho.

Hasta ese momento comprendió la magnitud de lo que su decisión estaba teniendo. Alexander aún era muy bebé, pero iba a crecer y se iba a preguntar porque sus padres no estaban juntos.

—¿Cómo estás? —preguntó el mirándola mientras que el bebé descansaba sobre su hombro.

Miriam se enterneció por la imagen y dió un paso hacia su dirección. Iba a tocarlo pero Louis adivinó su intención y se movió.

Entonces comenzaron a caminar hacia el interior de la casa.

—Regular...

—Mmm —fué su expresión un tanto despectiva, y la catálogo de esa manera por la amargura que sus labios dibujaron.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora