30. EL DESPERTAR II

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La besó cerca de los labios y ella cerró los ojos. Creyó que volvería a sentir el revoloteo de aquellas mariposas que la inquietaron cuando la besó por primera vez.

—Te he deseado tanto —musitó besando su mejilla descendiendo al cuello, regresando a su boca para humedecerla mientras sus manos la estrechaban. Miriam se puso tensa, sentirlo fué muy extraño—, desde que volviste —habló tan bajo que apenas se entendió lo que dijo—. No habido un solo día en que no haya pensado en volverte a besar —buscó su boca hambriento, pero solamente él la besó, ella se sentía en un extraño y muy raro sopor, como si nada fuera real—. ¿Te acuerdas mi amor de aquellas noches? —inquirió recordándole las dos ocasiones que compartieron, empujándola suavemente sobre el respaldo del sillón—. Eras tan tímida —dijo yendo a los botones de su blusa— tan sensual —le abrió uno— tan adorable...

Miriam no dejaba de mirarlo con el entrecejo ligeramente fruncido. Debía estar soñando se dijo.

—¿En verdad me deseas tanto? —pregunto deteniendo sus manos—. ¿Sientes por mi lo de antes?

—Por supuesto que sí, ¡sí, sí! —dijo apasionadamente, observando como poco a poco el enorme sostén maternidad que usaba se exponía a su mirada.

Iba a tocarle un pecho por encima de la blusa cuando cuando ella lo detuvo por segunda vez.

—Pero también deseas a Gabriela, ¿verdad?

—No como a ti —la aplastó con su cuerpo repentinamente.

—La deseas...

Darío se paralizó un instante.

—¿Qué tiene que ver eso con lo que tú y yo sentimos?

Miriam lo empujó suavemente y comenzó abrocharse el botón.

—Mucho Darío.

—Siento muchas cosas por ti, mi amor —aseguró con pasión y el deseo nublando su vista. No pensaba darse por vencido tan fácilmente. Ella solo le permitió tocarla un par de ocasiones y la primera no fué tan buena pues salió huyendo de su lado diciendo que había cometido un grandísimo error.
La segunda vez lo hizo después de tener una discusión con el imbécil de su amigo, que siempre fué evidente que lo detestaba.

Ella se incorporó y se terminó de arreglar la blusa.

—¿Qué cosas sientes por mi?

Darío se levantó a disgusto. El jueguito de las preguntas comenzaba a cansarlo. ¿Acaso esperaba una cursi declaración de amor o que le propusiera matrimonio?

—Lo mismo que tú sientes —fué su respuesta simple. Miriam sonrió con desgano—.  Amor, no pienses en ella —le habló dulcemente otra vez sabiendo que de esa manera podría doblegar su negativa—, ven aquí —la atrajo y esa cercanía incómodo a la chica.

Darío la besó otra vez y Miriam y lo sintió como una invasión a su persona, como si fuera un completo y desagradable desconocido quien la tocaba.  No le gustaba sentirlo rozándola con el calor de su boca. ¡Era tan desagradable! E incluso su aroma comenzaba a ser intolerable.

Repentinamente su mente se aclaró, se sintió iluminada. ¡No quería corresponderle! ¡No lo deseaba!

La súbita noticia de saber que el Darío en la vida real le era indiferente la dejó pasmada. Solo en su mente había continuado enamorada de él. Solo en su imaginación lo deseó como se siente el amor o la pasión hacia un personaje de ficción, totalmente irreal e inexistente. ¡El hechizo de Darío sobre ella se acabó con ese beso!

—Abre la boca —murmuró Darío apartándose para ver que ella estaba mentalmente ausente—. ¡Miriam! —la llamó—. ¡Miriam! —exclamó al ver que no respondía.

—¿Qué? —le respondió descubriendo su presencia. ¿Aún seguía soñando?

—¿Cómo que qué?

Miriam miró alrededor y se rascó la cabeza comprendiendo que no se trataba de un sueño, que realmente le permitió a ese hombre, a ese extraño que la besara. Lo miró confundida.

—Discúlpame estaba pensando en algo importante.

—¿En algo importante?

—Lo siento, acabo de recordar un detalle que no había descubierto hasta este momento. Gracias... Gracias por el beso.

—Pero... ¿qué tiene que ver el beso?

—Tengo que irme —respondió limpiándose la boca repetidamente.

En cuanto llegara se daría un buen baño para quitar las huellas de lo que acababa de pasar ahí.

—No puedes irte así, esto es importante —recalcó

—No tanto como lo que acaba de suceder en mi mente, adiós Darío.

—¡Vaya que está molesto! —se dijo Miriam días después, viéndolo salir de casa de Isabel con Gabriela y apenas notó su presencia tomó a su novia por la cintura y la besó de lengua de una manera tan exagerada que arrugó la nariz con asco, luego se empezó a reír.

Había olvidado que era un pésimo besador. ¿Cómo pudo recordarlo con tanta adoración? De verdad estuvo tan hundida en la depresión por lo que estaba viviendo que cuando creyó enamorarse de él perdió la cabeza de una manera tan irracional que consideró que era preferible tener una aventura con ese miserable remedo de hombre antes que valorar lo que estaba en su vida.

Miriam suspiró finalmente relajada, esbozando solo una pequeña sonrisa y disfrutando un vaso de té frío.

Le parecía tan increíble haber descubierto que el fantasma de Darío había sido exorcizado, que por fin podía disfrutar de una completa calma al saber que le era maravillosamente indiferente. Suspiró y cerró los ojos un instante recibiendo los cálidos rayos del sol.

Al menos con ella se había roto esa fantasiosa y romántica idea de que el primer amor nunca se olvida... Aunque ahora que lo pensaba con serenidad, Darío no había sido su primer amor.

Su rostro se quedó sin expresión al pensar en quién sí fué su primer amor. Nada más y nada menos que Louis Gould, su esposo. Su primer amor y su primer corazón roto.

Estuvo tan enamorada de él, prácticamente desde que lo conoció siendo una niña que
fué terriblemente doloroso cuando tuvo el atrevimiento de decirle que lo amaba solo para que la rechazara, luego se fué, sin darle siquiera la oportunidad de seguirlo viendo como había ocurrido mientras trabajó a su lado.

No entendía aún porqué cuando volvió se sintió atraído y enamorado de ella si se encontraba en el momento más oscuro de su profunda depresión. Cuando sentía que era preferible una noche de esas no despertar jamás.

El hecho de que su único amigo en el que podía confiar, se hubiera ido cuando pasaba uno de los momentos más oscuros con su madre terminó de hundirla en la tristeza. El sentimiento de abandono que siempre la había acompañado se multiplicó de manera exponencial haciéndola más sensible a quién le ofreciera cualquier muestra de interés como le sucedió con Darío.

Ahora que lo veía de lejos se daba cuenta de que era muy probable que el médico que la diagnóstico con depresión posparto tenía razón, que los cambios hormonales aunado a lo que ella cargaba eran la causa de su actual inestabilidad.

Ni siquiera cuando comenzó su relación con Louis fué diferente. Llegó a sentir mucha paz y tranquilidad a su lado pero sólo fué por un corto tiempo. Después vino el embarazo de alto riesgo y sintió que la vida seguía castigándola mas no sabía cuál era la causa. Después nació el bebé y el trabajo de Louis se disparó dejándola nuevamente sola y con una renovada tristeza que la convirtió en un ser robótico que luchaba día con día para sobrevivir sin saber qué tan mal estaba.

QUIÉREME OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora