Capítulo II

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La palabra descanso solo existía los fines de semana para Helena, eran los únicos días que podía tener un descanso más o menos decente; no habían cubículos ni oficinas de por medio, ni teléfonos constantemente sonando como si se tratara mas bien de un despacho judicial. Los intensos rayos del sol se colaban por las delgadas cortinas, comenzó a removerse entre las sábanas intentando dormir un poco más, sintió como Pinky también imitaba su movimiento, ya era hora de despertarse, se quejó por lo bajo empezando a frotar sus manos contra el rostro. Estaba teniendo un bello sueño, veía a Annie con un bello y refrescante vestido de playa color palo rosa, Annie jugaba a la orilla del mar tendiendo su mano hacia ella cuando la vio caminar. Sintió el tacto de su mano, era tal como lo recordaba, suave y delicado como una rosa, quería quedarse ahí para siempre, quedarse en sus brazos como todas las mañanas durante doce años —se mudaron juntas tres años después—, una parte de su inconsciente sabía lo imposible que era, ya Annie no estaba en el mundo físico, partió para nunca volver. Abrió sus ojos con lentitud, empezando a distinguir el blanco techo de su habitación y suspiró mirando al costado para encontrarse con su mascota, le regaló una sonrisa triste empezando a acariciar sus puntiagudas orejas. Se levantó con pereza estirando sus brazos lo mas alto que podía, tenía todo su cabello revuelto, a como pudo lo echó detrás de sus orejas y bajó a Pinky con cuidado para tender la cama.

Se dirigió hacia el baño, en el camino ató su cabello para lavarse los dientes y rostro, sus ojos estaban menos inflamados que los días anteriores, suspiró rendida tomando su jabón facial para empezar a aplicárselo en forma circular. Mientras lo hacía, comenzó a hacer un recorrido mental de todo lo sucedido en la semana, Taylor había empezado con sus actitudes inmaduras un día después de haber sido rechazado, coqueteaba con las becarias intentando ponerla inútilmente celosa. Ese recuerdo hizo que rodara los ojos antes de lavarse con agua, entre otros acontecimientos, se encontraban los tratos que lograron cerrar con importantes empresas de productos médicos, gaseosas y marcas deportivas. En cuanto a sus ataques de pánico, no pasaron a más, solo ese día con el camión de bomberos tuvo. Empezó a lavar sus dientes pensando que sería buena idea salir a darle un paseo a Pinky por el parque después preparse algo para desayunar.

—Vamos Pinky, es hora de prepararnos el desayuno —le dijo saliendo del baño con una pequeña sonrisa—, podremos ir después de tomarlo —él empezó a mover su cola emocionado por la idea.

Salieron de la habitación atravesando el corto pasillo hasta doblar un poco, ahí se encontraba su pequeña cocina. El departamento tenía todo lo que necesitaba y se sentía conforme con él, si bien era cierto, tuvo la oportunidad de comprar un pequeño penthouse con el seguro que cubría su desaparecida casa matrimonial y sus ahorros -nada pequeños-, no quiso hacerlo, le parecía ridículo y absurdo. Se preparó dos huevos revueltos, tostadas con mantequilla de maní, algo de fruta picada, avena y su café favorito. Le sirvió las croquetas a Pinky en su respectiva tacita para sentarse con calma, tenía todo el día, menos en la noche, tenía pendiente su cita con Jamie, cuñada y esposo a jugar bolos, esperaba no arrepentirse de haber aceptado, últimamente no era muy social.

Una hora más tarde salió del edificio sujetando con suavidad la correa de Pinky que iba muy alegre. Se había puesto una blusa común lisa de color vino, un jogger color gris, tenis deportivas negras, una gorra y lentes de sol. El viento rozaba sus mejillas como intentando hacer que sonriera de verdad, algo que, por supuesto, no logró en lo más mínimo, así eran sus días, aunque el cielo estuviera en su mejor esplendor, seguía viéndolo gris como una película de los años cincuenta. El parque no se encontraba muy lejos de su apartamento, solo a unas cuantas calles, se escuchaban las campanas de la iglesia con más profundidad conforme se acercaban al parque con una arboleda impresionante, podía ver desde ahí como los niños comían algodón de azúcar, o helados. Negó con su cabeza no muy contenta, era muy temprano para que comieran ese tipo de azúcar refinado.

Un Corazón NuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora