Capítulo III

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El lunes llegó más rápido de lo que creía, se encontraba encaminándose rumbo a la M&F Agency algo apurada, casi se queda dormida de no ser por Pinky que la despertó para que le diera comida. Lo cierto que es haber salido con sus amigos le generó un poco de descanso emocional, uno justo y necesario para su vida actual, el domingo también algo movido, la invitaron a ver el partido del momento; Arsenal vs Tottenham, quiso rechazar la invitación, pues no se consideraba amante número uno del fútbol. Sin embargo, algo entendía y Jamie le insistió tantas veces que terminó cediendo. Agitó su mano derecha varias veces intentando tomar un taxi, no llegaría a tiempo si seguía caminando, pasaría de mal humor todo el día si llegara tarde a su trabajo. Respiró profundo corrió un poco hasta lograr ingresar a uno, cerró la puerta a toda máquina y sintió como su corazón le latía con fuerza, hizo algo que no debía, l quitó el taxi a una pareja que comenzó a reclamarle desde lejos con palabras no precisamente bonitas. Sin perder tiempo le indicó a dónde iba al conductor y este solo le dio un pequeño asintamiento sin detenerse, Helena solo botó todo el aire contenido mirando constantemente el reloj en su muñeca, tenía presente que a primera hora sería la dichosa reunión con el señor Maxwell, con el pasar de los minutos se empezó a sentir ansiosa, sería su nombramiento oficial como mercadóloga.

A penas dislumbró el edificio empezó a respirar un poco más tranquila, bajó del taxi sin limitarse a tomar el vuelto e ingresó saludando con una pequeña sonrisa al oficial de seguridad y este le devolvió el gesto. A lo lejos vio a Taylor arrinconar a una de las becarias; seguía sin entender cómo alguien como él encajaba en una rama tan importante, el Periodismo. Rodó los ojos con fastidio ingresando con un grupo de compañeros en el ascensor, casi todos iban hacia el mismo destino, la sala de juntas. Soltó un bufido, esa música seguía siendo un dolor en la yugular, lo peor era que nadie hablaba, parecían muy ocupados dejándose carcomer por sus pensamientos. Las puertas metálicas se abrieron causándole un gran alivio, saludó a más de uno —como siempre—, se detuvo para mirar a su elegante jefe con su traje gris reluciente hablar con una mujer cuyo porte era similar; traía puesto un vestido gris —lo dedujo a puro ojo— y un blazer color azul encima, cabello castaño claro, tan claro que parecía rubio y unos zapatos de tacón amarillos un poco altos.

Los dos parecían llevarse muy bien, sonreían mientras hablaban y se acariciaban la mano. Helena no quería especular sobre su jefe, como tal vez lo hacían los demás, no lo creía capaz de serle infiel a Selina, su esposa. No supo cuánto tiempo se quedó analizando la escena en su mente, porque levantó su mirada y ya no estaban en ese lugar. Mordió su labio inferior negando con su cabeza para acercándose con agilidad hacia la máquina espresso, sacó los peniques correspondientes y esperó que se sirviera el café golpeando con suavidad el piso con sus zapatos de tacón negros. Su atuendo consistía en un vestido verde que jugaba con el tono de sus ojos.

—Mierda, no ando monedas —escuchó como una mujer susurraba detrás suyo y giró por instinto su cuello para ver de quién se trataba.

De inmediato se dio cuenta que era la misma mujer de ojos azules del parque, le sorprendió verla ahí y descartó en un pestañeo una posible infidelidad de Reed, pero, ¿qué hacía ahí en la agencia? Tomó su café sin percatarse de que estaba siendo observada por ella, sus ojos se encontraron por segunda vez en menos de dos días, parecía tener el mismo pensamiento suyo.

—Disculpa, eres la chica del parque, ¿cierto? —le preguntó directamente, su voz era dulce, sus ojos tenían un brillo peculiar y le estaba regalando una pequeña sonrisa.

—Eh, sí, la dueña de Pinky —respondió con cautela—, así se llama mi perro —le aclaró ante su mirada confusa—. Lo siento si le causó problemas con su novia.

—No es la primera vez que sucede —escuchó que dijo para si misma en un murmullo—. Pinky, ¿eh? —Helena sintió que no le gustaba hablar sobre ese tema—¿Acaso no tendrá otro llamado Cerebro? —soltó una pequeña risa y ella arqueó una ceja sin creer que fuera divertido.

Un Corazón NuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora