Entre risas Helena se dedicaba a observar como Lara cocinaba, detallaba cada parte de su cuerpo, tenía una copa medio vacía de vino en su mano derecha disfrutaba su presencia, quizá podría culpar al alcohol haberlo hecho. Sin embargo, era mentira, le encantaba, distrayendo sus pensamientos intentaba molestarla con algún comentario sobre sus pequeños "desastres" —inexistentes— que hacía mientras la veía cortar algunos trozos de queso como una chef profesional. La ojiazul solo se dedicaba a arquearle una ceja divertida viéndose atrapada en cada una, otra y otra vez a sus inocentes bromas —intencionalmente—, donde terminaban cuando le reclamaba un beso por sus ligeras travesuras, beso que por su puesto era bien correspondido. Suspirando dejó de lado su copa, no quería embriagar sus sentidos, dejaría que su cuerpo respondiera como quisiese ante los encantos de su cita. Confiaba ciegamente, incluso podría andar en ropa interior que Lara no le haría absolutamente por el respeto mutuo, si pasaba algo más era responsabilidad y deseo de ambas partes.
—Eso que estás terminando de hacer, huele delicioso —comentó recargando su cabeza en la palma de su mano observándola echarle queso.
—La espera terminó, señorita —Lara le regaló una de sus mejores sonrisas empezando a emplatar su cena—. Ensalada capresse y un delicioso espagueti a la carbonara, espero que te gusten —le colocó el plato adecuadamente y a ella misma también.
—Oh, la, la —arqueó una ceja interesada mirando la comida—. ¿Acaso intentas enamorarme al estilo italiano, cariño? —la escuchó reírse volviendo a rellenar sus copas.
—Pensé que eso ya estaba hecho —bromeó colocándole el corcho a la botella—. Espero que te guste, lo hice especialmente para las dos —se acercó a darle un beso en la mejilla—. Buon appetito.
—Buon appetito —repitió sonriendo embelesada tomando los cubiertos, tenía la boca hecha agua.
Apenas probó una cucharada del espagueti tuvo que cerrar los ojos y tararear un sonido aprobatorio, movía su cabeza deleitada por los sabores, como si estuviera en la mismísima Italia. Abrió los ojos admirando la enorme sonrisa de Lara en sus labios, limpió el borde de sus labios con la servilleta y se quedó sin palabras, tomó su mano dándole un apretón bastante significativo. Quería comprobar que realmente no se trataba de un sueño, estaban ahí viviendo el ahora.
—Asumo que te gustó —se rio Lara tomando su mano para darle un beso en sus nudillos, no podía evitar enamorarse más de sus expresiones.
Asintiendo avergonzada siguieron cenando, se miraban compartiendo pequeñas sonrisas coquetas, caricias suaves en sus manos y roces continuos de sus piernas debajo de la mesa. No entendían si era inconsciente o consciente, pero querían más, necesitaban hacerlo. Las conversaciones que iniciaban eran temas vagos, se reían de cualquier cosa, o se daban comida en la boca mientras la comida en sus platos terminó de desaparecer, estaban confirmando que de verdad no era una cita de amigas y ya no podían observarse como tal.
—Debo reconocerlo, estuvo espectacular, Max —pudo articular tomando un poco de vino, moviendo su pie al ritmo del blues que sonaba de fondo—. Me sentí trasladada a Italia, ¿dónde aprendiste a hacerla así tan legendaria?
—Me alegra que te haya gustado, me esmeré porque así fuera —sonrió feliz—Y, bueno, tengo una conocida que es chef italiana —Helena arqueó las cejas curiosa por esa parte, nunca dejaba de aprender sobre Lara.
—¿En serio?, por favor dime que esa conocida no es dueña de un hotel cinco estrellas y que se enamoró de ti —la vio encogerse de hombros, abrió su boca impresionada.
—¿Qué?, tampoco es como si fuera la gran cosa —se rio negando con su cabeza agarrando su copa— Fue una historia muy breve, nos conocimos en un evento; no diría que se enamoró de mí. Ya sabes que no soy narcisista, pero sí, le parecí interesante y me mostró algunos secretos culinarios.
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Un Corazón Nuevo
RomanceSe cumplía un año desde que su esposa, su mejor amiga y alma gemela se fue de su vida, pero no solo la había perdido a ella, también se perdió a sí misma, le dolía respirar, le dolía vivir sin su presencia. En un día común y corriente conoce a la h...