Soledad, una palabra abrumadora para muchos, pero amada por otros, pequeñas ironías que Helena todavía no llega a comprender del todo. Es decir, vivió un tercio de su vida junto a la persona que más amaba, su fallecida esposa, si se devolvía un poco más en el tiempo, mucho antes de conocer a Annie, ya conocía cómo era estar sola, dar el paso importante para marcharse a vivir sola y de poder disfrutar diversas actividades sin tener que estar compañada; leer un buen libro en el parque, por ejemplo. Ahora esa soledad tenía un año de haber vuelto —no precisamente porque la quiso devuelta—, se sentía más reflexiva, o lo comenzó a ser, mejor dicho, cuando conoció a Lara y su complicada situación personal. No podía evitar ver que conforme pasaban los días sus progresos, así como sus retrocesos eran más notorios, le causaba una tristeza inexplicable. Sobretodo, seguía pareciéndole increíble el pasar rápido del tiempo, ni en sus sueños más extraños se imaginó compartir sus almuerzos con la hermana de su jefe, a quién conoció en una rara situación incómoda con su ex, pero no solo convivían almorzando. Resultaba que sus mejores amigas programaban salidas tan espontáneas y repentinas, porque así como lo creyó desde un principio; Jamie y Rebecca se hicieron amigas deprisa. Por supuesto, no le molestaba nada —tal vez antes sí—, se divertía por sus ocurrencias obligándolas casi siempre a salir. Eso, en cierta parte, provocaba que no tuviera casi chance para pensar en Annie y duelo, o ya no le dedicaba tantas horas a pensar en ello, terminó su maquillaje suave para salir precisamente con ellas, esta vez Pinky las acompañaría a un restaurante pet friendly que decían conocer la tatuadora y relacionista pública.
Empezó a guardar sus brochas de maquillaje en su estuche, inconscientemente comenzó a arreglarse más, le volvió a agarrar cariño a lucir más arreglada. Pasó los dedos por sus pómulos, movió sus labios tratando de distribuir más su labial por ellos, no quería distraerse más agregando, o corrigiendo los errores en su piel, entre poco Jamie estaría tocando a la puerta. A través del espejo se podía distinguir sus maletas ya preparadas al día siguiente debían partir en horas de la tarde hacia el país norteamericano, por eso "celebrarían" cenando, una nueva excusa para hacerlas salir de las cuatro paredes. Ahí mismo, en una esquina, estaba Pinky acostado en su propia camita esperando que su dueña le diera alguna orden que acatar, sin embargo, Helena lo notaba bastante decaído, ya este no presentaba la energía que antes, ese cambio venía notándolo desde una semana atrás y eso empezaba a preocuparla, frunció el entrecejo con tristeza girándose para mirarlo, le gustaba pensar que se trataba de su viaje al continente americano.
—¿Qué tienes, cariño? —se acercó a él y se flexionó todo lo que su vestido le permitió. Pinky comenzó a mover su cola acercándose a su dueña para que le diera cariño— Esta noche saldremos a cenar, espero que así se te quite la tristeza —suspiró algo triste—. No me gusta verte así, si yo pudiera te llevaría al viaje y lo sabes bien —Pinky le dio un lengüetazo en su mano simbolizando su entendimiento—. Espero que solo sea por el viaje —murmuró para sí misma enderezando su cuerpo sin dejar de mirarlo.
Escuchó varios pasos acercándose, supuso que se trataban de las chicas, tomó su bolso y agarró con una leve iniciación la correa para empezar a caminar. Comenzó a escuchar risas del otro lado, sonrió divertida imaginando el rostro fastidiado de Lara, su mejor amigo canino, comenzó a ladrar moviendo más fuerte su colita, le encantaba estar rodeado de personas, eso explicaba mucho su tristeza, Helena por su trabajo no podía estar mucho en casa y ya la paseadora de perros no estaba siendo suficiente. Abrió la puerta impidiendo que tocaran, se dio cuenta que ahí estaba Rick y otra mujer desconocida.
—Dios, no sé por qué acepté salir con ustedes, ¡son insufribles! —miró a Helena rodando los ojos antes de apreciar cómo iba vestida. Ellos soltaron más risas escandalosas—. Hola, ¿cómo estás, Helena? —los ignoró ahora sí deteniéndose a mirarla con detalle, su propio oxígeno le creó un lado en la garganta— Estás... —de pronto todos hicieron silencio, odiaba que se callaran así— Ansioso pequeño, Pinky —cambió la línea original sintiéndose idiota y sonrojada. Helena sólo sonrió divertida entendiendo a medias lo que quiso decir.
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Un Corazón Nuevo
RomansSe cumplía un año desde que su esposa, su mejor amiga y alma gemela se fue de su vida, pero no solo la había perdido a ella, también se perdió a sí misma, le dolía respirar, le dolía vivir sin su presencia. En un día común y corriente conoce a la h...