5- Todos me tratan como una niña muy rara...

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"Cuando tengo escuela, vivo con mi mama en Génova. Y, cada verano cuando vengo aquí, todos me tratan como una niña muy rara que no debe estar aquí" —Giulia

"Creo que entiendo lo que sientes"— Luca


La soledad no era algo que le haya molestado, pero en el fondo no le gustaba esa sensación.

En Génova tenía amigos y parte de su familia, por lo que no se hacía notar tanto. Pero ser hija única debido a la separación de sus padres le generaba cierta soledad en su casa, en el día a día. Desde pequeña que pedía a sus padres un hermano menor, pero eso se volvió imposible en cierto momento de su vida.

Cuando estaba en Portorosso, ese sentimiento se manifestaba casi diariamente. Nunca puso mala cara para no preocupar a su papá y todo estaba bien para ella, o eso quería creer. No le molestaba que la vieran como una niña rara, ni ver a todos los niños jugar con sus amigos mientras ella permanecía sola.

Sí, eso...

Por esa razón, la llegada de los dos monstruos marinos fue una enorme alegría a su vida. Quizá exageraba, o no, pero era obvio que su humor había cambiado. Tener a Luca cada día en Génova, que fueran a la escuela juntos y que la gente los confundiera con dos hermanos, le divertía y le encantaba. Tener a Alberto como su hermano oficial (bueno, casi-oficial, ya que Massimo aún no había legalizado nada, aún...) en Portorosso y que alguien más dijera la palabra "papá" en la casa, también le agradaba. El chico de ojos verdes había traído muchísima más vida a su hogar además de sus interminables chistes y tonterías que llenaban de alegría su pequeña casa.

Ya no sentía esa soledad.

Giulia estaba segura de que, si alguien le preguntaba qué era lo mejor que le había pasado, los hubiera mencionado a ellos.

Desde que ella y Luca habían vuelto a Portorosso, el estar los tres juntos solo aumentaba todo aquello. Realmente ambos chicos la hacían sentir comprendida y que no era diferente. A pesar de ellos ser algo muy diferente. Creyó que no volvería a sentirse sola nunca más.

Hasta ese día.

Parecía ser una tarde cualquiera de verano como venía siendo desde que había regresado a lo de su padre hacía casi un mes. Ella se encontraba sola. Y no era algo que le molestase, al contrario. También disfrutaba de sus momentos a solas y no tenía problema en darle su espacio a sus amigos. Por supuesto que, siempre que salían en tierra, ella estaba incluida en todos los planes. La gente del pueblo incluso bromeaba con que los tres eran como pegamento, no podían estar separados más de un momento. Pero no solía acompañarlos mucho en el agua por obvias razones. Y ese era uno de esos momentos.

Por suerte para ella se encontraba sola en cuanto notó que algo andaba diferente. No se sentía ella misma, y a pesar de mirarse una y otra vez al espejo, no lograba dar con la respuesta hasta un rato después que entendió lo que le sucedía.

Sus amigos nunca solían tardar tanto y ese día no fue la excepción. Sus risitas se podían reconocer incluso a la distancia.

Sacudió la cabeza y tomó aire profundamente. Podía fingir que nada sucedía, ¿verdad? Lo había hecho muchísimas veces a lo largo de su corta vida. Había tenido que fingir heridas varias veces para no preocupar a sus padres. Pero eso era... diferente. 

–¡Giulia! –la voz de sus "hermanos" no tardó en acercarse cada vez más.

Los miró; Luca y Alberto aún chorreaban agua por lo que estaban en su forma marina. Eso indicaba que realmente estaban emocionados por regresar, que ni siquiera se habían detenido a secarse en el camino. Los dos estaban casi sin aire.

Luca One-Shots🐟🛵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora