30- Es mi culpa

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"No lo sé, Lorenzo. ¿Fui muy dura con él?" —Daniela.

"¡No! Tú solo tratabas de protegerlo. Es mi culpa, no le puse suficiente atención a Luca" —Lorenzo.

(Les recomiendo leerse el capítulo 17 antes de leer este :))


Cuando se había despertado ese día, había tenido un buen presentimiento. No sabía qué era exactamente, pero algo le decía que sería un buen día. Y hasta ese entonces, la mañana había sido tranquila, aumentando esa sensación.

Le gustaba su vida actual. No era muy diferente a la de antes a excepción de las visitas a la superficie y que su hijo pasaba la mayor parte de su tiempo allí. Si decía que la idea no le generaba ninguna inquietud, mentía. Pero, con el paso del tiempo, comenzaba a considerar la superficie cada vez menos aterradora.

—Te ves alegre hoy —le comentó su esposo a lo que ella agrandó la sonrisa.

—Ah, no sé por qué. Pero tengo un buen presentimiento —alzó los hombros mientras depositaba en la mesa de su hogar el último plato de alimentos— ¡Listo! Perfecto —aplaudió contenta.

Si había algo de lo que se enorgullecía, era su habilidad para cocinar. Dentro y fuera del agua. Aunque eso último era gracias a Alberto y su papá Massimo. Las comidas en su casa nunca decepcionaban.

Lorenzo se acercó por detrás e intentó probar algo de la inmensa variedad de comida, pero Daniela le apartó la mano.

—¡Hey! —le advirtió— Esperemos a Luca.

Luego negó con la cabeza y suspiró, viendo a su madre del otro lado de la mesa quien le sonrió, divertida. Daniela la imitó. No podía esperar a que su hijo llegue y poder estar con las tres personas (o monstruos marinos) más importantes de su vida y a quienes más quería.

Echó un vistazo alrededor de su hogar, nuevamente sorprendiéndose con el cambio. Jamás creyó ser dueña de objetos humanos, pero debía reconocer que algunos eran bastante útiles. Además, ¿cómo podía negarse a algo que le permitía ver su reflejo a la perfección? Los espejos eran una muy buena herramienta y tanto ella como su familia se encontraban mirando su reflejo varias veces al día. Especialmente Luca antes de salir con Alberto.

Ese último pensamiento le hizo reír. A ella le hubiese encantado tener algo así cuando pasaba el rato con Lorenzo en su adolescencia.

Lo miró de reojo, no podía quejarse. Realmente estaba mejorando en cuanto a su hijo. Le ponía mucha más atención y tenía largas charlas con él. Daniela estaba muy feliz con el progreso. Finalmente lograba ver esa complicidad de padre e hijo.

De repente, oyó voces afuera de su casa y rápidamente asumió que se trataba de Luca por lo que se acercó a la entrada de su hogar para saludarlo. Sin embargo, se detuvo bruscamente y puso atención. La voz que se oía sin duda no era la de Luca. Y no era solo una, sino dos. Daniela abrió grandes los ojos al reconocerlas.

—Oh no —murmuró.

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Tal como su madre lo había dicho, Luca nadó de regreso a su casa, feliz de pasar el rato con su familia. El viaje entre Portorosso y su hogar no era tan largo y con gusto lo recorría dos o tres veces al día para estar con sus amigos y familia además de que Alberto casi siempre lo acompañaba.

En eso iba pensando con su mente viajando a otro lado cuando su mamá lo interceptó justo antes de entrar a su casa, dándole un susto de muerte.

—Mamaaaa —se quejó él, llevando una mano a su pecho.

Luca One-Shots🐟🛵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora