7- Miau para ti

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"Estará muy orgulloso..." —Alberto

"¡Miau! D:" —Machiavelli (xD)

"Miau para ti"—Alberto

(El doblaje latino de esta escena no es así, Alberto dice otra cosa y sinceramente prefiero la versión original. O sea con lo genial que es la frase, la cambiaron por una totalmente rara y diferente ._.)


Se había dado cuenta de que Machiavelli no era malo realmente el día que Luca se fue.

Por más que había intentado ocultar toda tristeza para no preocuparlo, en cuanto el tren desapareció por el túnel, le fue imposible contenerse. Y contener las lágrimas y el llanto. No recordaba haber llorado tanto antes. Por supuesto que Massimo no tardó en ir a consolarlo junto a la familia de Luca y pronto, el monstruo marino regresó a casa de Massimo junto a su gato. Aún llovía.

Después de excusarse con el adulto, Alberto se dirigió a la habitación de Giulia que le pertenecería por un tiempo. Odiaba que lo vieran llorar y tampoco tenía ganas de salir.

Fue en ese momento que la puerta se abrió parcialmente y Machiavelli se abrió paso en la habitación. Alberto no lo notó hasta que chocó su cabeza con sus piernas, llamando su atención. Enseguida se enderezó e intentó limpiar sus lágrimas sin mucho éxito.

—¿Qué haces? —murmuró, su voz temblaba.

El animal lo sorprendió al subirse a su regazo y acomodarse ahí, no sin antes maullar suavemente. Alberto se congeló unos segundos antes de acariciar dudosamente su lomo. Finalmente, blandeció y se inclinó para abrazarlo.

Más tarde, ambos salieron juntos de la habitación y Alberto se sentía mejor.

Los primeros días no habían sido tan relajados. Las constantes miradas de reojo, no había confianza suficiente. Aún.

Alberto no sabía si el gato lo vigilaba tanto porque no confiaba en él o simplemente estaba asegurándose de que estuviera bien. Ese último pensamiento se debía a que, por alguna razón, Machiavelli no tardaba en aparecer cada vez que él se encontraba disconforme o frustrado. Incluso triste.

—¿Acaso me lees la mente? ¿Massimo te pidió que me cuidaras? —le preguntó una tarde después de un largo e incómodo silencio en donde ambos estaban sentados en el escondite del árbol.

El animal solo maulló. Alberto se enderezó de golpe.

—¿Me entendiste? —le preguntó con sorpresa mientras se acercaba lentamente. Como respuesta, recibió un pequeño gruñido— Okay, lo siento —alzó ambas manos mientras retrocedía a su lugar anterior.

En ese momento algo hizo click en su cabeza. Si durante su estadía solitaria en la isla había hablado solo sin ningún problema. ¿Por qué no podía hablar con él? Hasta ese entonces no había pasado de darle los buenos días o pedirle permiso cuando Machiavelli se encontraba recostado justo en medio del paso. Cosa que hacía bastante seguido y Alberto no sabía por qué.

Además, Massimo no hablaba mucho con él.

Realmente no hablaba. Nunca...

De modo que Alberto comenzó a soltar sus pensamientos en voz alta... a Machiavelli. El gato lo acompañaba casi a todos lados cuando salía cerca de la casa.

—¿Crees que las vespas puedan andar con energía solar? —le preguntó alzando la vista de la revista sobre las motocicletas que le había regalado quien vendía los periódicos.

Ambos estaban sentados en la orilla y Alberto sumergía sus pies en el agua, que se volvieron púrpuras.

—Sí, yo tampoco —respondió mientras volvía su atención al pequeño libro— Quizá yo pueda inventar...

Luca One-Shots🐟🛵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora