14- No sirvo para esto

343 9 102
                                    


"Renuncio, no sirvo para esto. No sirvo para ser tu... empleado"— Alberto


Alberto se la pasaba casi todas las tardes en la playa con su brillante uniforme rojo con la palabra "salvataggio" en ella y el silbato gris siempre colgado al cuello al cual debía darle uso de vez en cuando en cuanto a algún niño se le ocurría romper una regla. O a algún adulto a veces.

Realmente nunca se aburría y en especial en esa época veraniega ya que no solo había mucha más concurrencia en Portorosso, sino también porque sus dos mejores amigos estaban en el pueblo y casi siempre lo acompañaban.

Aunque era imposible para él aburrirse siendo el centro de atención de los pequeños en la playa.

—¡Alberto, guarda! Puedo nadar tan rápido como tú.

—¿Puedes salpicar con tu cola?

—¡Ven a jugar con nosotros!

Finalmente lo habían convencido por lo que comenzó a corretearlos por la playa en un intento de atraparlos mientras fingía una especie de gruñidos que de monstruo marino poco tenían.

—Oh no... Acaban de despertar a la temible criatura del océano —exclamó de manera ultra dramática mientras los perseguía. Ellos mientras tanto, apenas podían mantenerse de pie debido a sus risitas y chillidos de emoción.

En cuanto se detuvo unos segundos para tomar aire, Alberto vio de reojo a algunos adultos hablar. Sin embargo, la voz de una mujer en el grupo resaltaba entre las demás. Él solo oía palabras sueltas sin prestar mucha atención, concentrado en los niños.

—¿Ahora? Ma... no puedo...

La curiosidad lo venció y espió de reojo. La conocía de vista en la plaza y en las tiendas, era una de sus vecinas. Pero nunca le había hablado. Ella traía en brazos a su hijo que era demasiado pequeño para ser de los que jugaban en la playa con él por lo que no tenía relación alguna.

En cuanto perdió interés en ella se regresó a su juego, pero no le duró mucho ya que la volvió a escuchar hablar, esta vez gritando su nombre. Alberto se giró de nuevo para verla acercarse a él con prisa.

—¡Alberto! —dijo ella una vez que estuvo lo suficientemente cerca. Se la veía bastante agitada e impaciente. No dejaba de mirar hacia todos lados.

La recordaba muy bien, ella había estado en la carrera el año anterior con un bebé casi que recién nacido en brazos. De modo que en ese momento no debería tener más de un año.

—Tú cuidas a los niños, ¿certo? —le preguntó mientras miraba hacia atrás nuevamente.

El chico asintió lentamente a lo que ella soltó un suspiro de alivio.

—De acuerdo, necesito que cuides a mi bebé —dijo mientras se inclinaba hacia él y depositaba a quien llevaba en brazos sin darle tiempo a reaccionar.

—¿Dijo bebé? —Alberto parpadeó confundido antes de bajar la mirada al peso que traía en brazos.

—Te pagaré lo que sea, pero... debo irme. Lo siento —la mujer se inclinó para acariciar la cabeza del pequeño levemente y darle una última mirada triste al tener que dejar a su hijo— Regreso en unas horas. ¡Grazie!

Él abrió levemente la boca mientras la veía irse unos segundos para luego bajar la mirada.

—¿Alberto? —preguntaron los niños mientras se acercaban a él al notar que ya no los perseguía desde hacía rato.

Luca One-Shots🐟🛵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora