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En un mundo en dónde cada persona que existe busca a su alma gemela no hay espacio para encuentros fortuitos que desemboquen en romances apasionados, ni relatos de un precioso amor de verano qué atesorar en el corazón con cariño; no hay anécdotas vergonzosas sobre huir con un desconocido durante en una fiesta y acabar en una playa nudista con resaca para compartir con amigos, en otras palabras: vivir en un mundo en el que tu otra mitad está vagando por ahí, es una puta mierda.

Por supuesto, un mundo como ese ha desarrollado un sistema para que la humanidad encuentre a sus medias naranjas, y existen muchísimas formas de unir e identificar a las almas gemelas: desde los desgraciados cuya realidad es monocromática hasta que encuentran a su mate; hasta los afortunados que pueden vislumbrar los hilos del destino. También están los desafortunados con contadores en la piel, cuyo significado podría ser la muerte, u cualquier otra cosa.

Kento Nanami era una de esas personas que se consideran afortunadas: Su marca del alma eran los mensajes. Desde los diez años, cada noche, en punto de las 11:59:00, en su antebrazo aparecía una mancha, muy similar a la tinta negra de caligrafía, que se movía y serpenteaba hasta que se formaban palabras, dejando una frase dicha por su alma gemela durante el día, brillando en color dorado.

Debido a que las palabras que aparecían en su brazo, eran cosas que nadie le había dicho, Nanami puso en duda la efectividad de su marca, se preguntó cómo se suponía que la tinta mágica sobre su piel iba a ayudarlo a encontrar a su compañero (porque estaba seguro de que era un chico); la frustración lo llevó a desear una marca diferente, algo más útil, como la de su abuelo, que le permitía escuchar la voz de su mate a cierta hora del día, lo que les permitió comunicarse mejor, incluso aunque se encontraban en países distintos, a miles de kilómetros de distancia.

Sin quererlo, Nanami comenzó a desarrollar una especie de rechazo por su marca del alma, que lo llevó a dejar de revisar las frases durante varios años. Entonces, el día de su décimo sexto cumpleaños, perdió una apuesta con su mejor amigo, como parte del reto, debía tomar una foto de lo escrito en su brazo y enviársela a Haibara, además, tenía que contarle si lograba descubrir quién era su mate.

Sin embargo, Nanami no llegó a hacer nada más que mirar con incredulidad lo que estaba escrito en su brazo, hasta que dieron las doce y la tinta desapareció. En un repentino ataque de negacionismo, apagó las luces de su habitación, se metió bajo las sábanas, y apretó los ojos con fuerza, como si de ese modo pudiera borrar de su cerebro lo que había leído. Por desgracia, su desesperado intento de fingir que nunca leyó la frase dorada en su piel, y que jamás escuchó a Satoru Gojo pronunciar «¿Prometes acompañarme siempre, Na-na-min?», solo consiguió que se grabara a fuego vivo en su memoria, lista para perseguirlo el resto de su vida.

Le tomó un tiempo hacerse a la idea de que ese sujeto tan exasperante, a quien en ocasiones se negaba a llamar amigo, era su alma gemela y otro poco más aceptar que, a veces, lo encontraba muy atractivo. Y encantador. Y que quería besar sus estúpidos labios llenos de brillo (y quizás otras partes de su cuerpo).

No obstante, encontrar a su mate no resultó el cuento de hadas que esperaba, y ahora, cada que recordaba aquel fatídico día, Nanami sentía la necesidad de maldecir a Haibara, y su suerte, porque, de entre todas las personas que existían, la vida le había destinado al loco que estaba decidido a crear su propia historia de amor.

Satoru Gojo no era el tipo de chico que solo intentaba nadar contra la corriente porque se creía que ser rebelde era cool. No. Él se encontraba absolutamente convencido de que no había amor verdadero entre los soulmates, sino que todo se trataba de un compromiso del que no sabían cómo escapar. Gojo no quería eso para su vida, y estaba tan enamorado de la idea de encontrar el amor por su propia cuenta, que incluso tomó una decisión drástica poco antes de su decimoctavo cumpleaños.

—Voy a remover mi marca del alma —anunció con una enorme sonrisa una mañana mientras almorzaban en la cafetería de la escuela—. Mis padres me han acompañado al médico, y ya tienen lo necesario para el bloqueador.

—Entonces es un bloqueo, no una remoción —señaló Geto, mirando a Nanami, quien de repente había perdido el apetito.

—Bueno, sí. Creen que soy joven y me arrepentiré algún día. —Gojo se encogió de hombros—. Pero no lo haré, yo nunca cambiaré de opinión.

—Créeme cuando digo, que te vas a arrepentir —dijo Haibara, cruzándose de brazos.

—¿Lo dices por el hilo, cierto? —preguntó Geto, Haibara asintió con la cabeza.

—Sería buen momento para que me digas quién está del otro lado —tarareó Gojo.

Esa era una conversación habitual entre ellos, desde que Gojo se había enterado de que Haibara era capaz de ver el hilo rojo del destino; pero sin importar lo que hiciera, era imposible sonsacarle información, porque el día en que Haibara se dio cuenta de que sus amigos eran soulmates, se prometió a sí mismo que no le diría nada a Gojo a menos que estuviera seguro de que no iba a romperle el corazón a Nanami, ni se iba a aprovechar de lo que él sentía para satisfacer su necesidad de sentirse amado.

—Aún no lo sé, pero sé que está cerca —mintió, y su mirada se desvió por unos segundos hacia Nanami.

Todos en la mesa, excepto Gojo, se dieron cuenta, a modo de venganza, Nanami intentó patearlo por debajo de la mesa, pero solo consiguió golpear la espinilla de Geto, que le devolvió el golpe sin dudarlo.

—Bueno, ya que Haibara no tiene información útil, seguiré con mi plan. ¿Vas a acompañarme ese día verdad, Suguru?

—No —suspiró exasperado—. Cuando te arrepientas, vas a culparme por no detenerte, así que hazlo tú solo.

Gojo emitió un chillido indignado, aunque casi de inmediato, sus ojos azules se posaron en Nanami, quien apretó los labios en un intento de evitar suspirar como un idiota.

—¿Me acompañas, Kento? —El rubio comenzó a negar con la cabeza, pero Gojo, se levantó de su sitio y rodeó la mesa para sentarse a su lado—. Por favor, no quiero estar solo ese día.

—Ya sabes lo que dicen —murmuró Haibara entre dientes—: Nunca se está solo cuando tienes un mate.

Gojo le dedicó una mirada asesina antes de volver su atención a su segundo mejor amigo (Nanami).

—¿Tus padres no te llevarán? —dijo el rubio, sintiendo un nudo en la garganta.

—Estará mi mamá —admitió—. Pero me gustaría tener a alguien más, para no estar tan asustado.

Hubo un breve momento de silencio, mientras Nanami buscaba en su cabeza la excusa para negarse, por desgracia, su cerebro eligió recordar una vieja promesa que le hizo para acompañarlo siempre que lo necesitara, así que, para la decepción de todos sus amigos, acabó diciendo que sí.

—¡Gracias, Kento! —gritó Gojo, sujetando el rostro del rubio para dejar un sonoro beso en su mejilla—. Te adoro, no podría pedir un amigo mejor.

Mientras lo veía recoger sus cosas, pues ya iba tarde a su cita con el chico que había conocido en una aplicación, Nanami deseo que esa última frase no apareciera en su piel por la noche.

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n/a:

Hola, vuelvo al ruedo con otro fic •u•, hace años que quería escribir algo relacionado con Hanahaki, y como este mes es mi cumpleaños, decidí darme el gusto. En fin estoy estudiasmada con esta idea, aunque creo que será bastante angst, asi que preparen sus pañuelos.

Por cierto, el titulo de este fic alude a esta canción Brave Enough de Lindsey Stirling.

Gracias por leer ❣️

You're Losing Me [GoNana][Jujutsu Kaisen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora