You're Losing Me [GoNana][Jujutsu Kaisen]

VIII

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A lo largo de su vida, Kento Nanami nunca hizo alguna cosa que lo hiciera cuestionar su propia moralidad; acostarse con Gojo sabiendo que estaba en una relación formal, por desgracia, era la primera.

No estaba orgulloso de la manera en la que estaban sucediendo las cosas, no era así cómo deseaba que comenzara algo entre ellos, sin embargo, considerando que Gojo no tenía idea de lo que quería y que Nanami no disponía de mucho tiempo para esperar a que pusiera sus sentimientos en orden, les quedaban pocas opciones. ¿Pero qué otra cosa podían hacer? Esas eran las cartas que le había tocado jugar y, a pesar de las circunstancias, no podía negar que se sentía muy feliz.

Gojo era lo único que siempre había deseado y ahora que contaba con una oportunidad no iba a desperdiciarla. Tal vez estaba siendo egoísta, quizá se aprovechaba de su confusión y además le causaría problemas con su pareja, pero a Nanami ya no le importaba nada de eso, pues tenía claro que el hecho de que Gojo se sintiera atraído por él, no significaba que lo amara, encima, lo conocía lo suficiente para saber que, en cuanto se enterara de que era su soulmate, pondría en duda lo que sentía por él y se alejaría; por lo que si de cualquier forma iba a morir por las flores que crecían sin control en su pecho, tendría que hacer que valiera la pena, de un modo u otro.

Cansado de pensar, Nanami se giró sobre la cama y pasó un brazo alrededor de la cintura de Gojo, quien se tensó bajo su abrazo y emitió un ruidito de sorpresa. La idea de que quizá su suerte se había acabado y Gojo estaba a punto de escaparse de sus manos cruzó por su mente, pero tras considerarlo unos segundos, decidió que no perdería nada si presionaba un poco más, por lo que dejó una serie de besos su hombro desnudo.

—¿Ya estás despierto? —preguntó Gojo con un tono coqueto y emocionado en su voz, que hizo que Nanami se sintiera aliviado.

—No lo sé —dijo apretándose contra el cuerpo de Gojo, que ya se había relajado en su abrazo—. Esto parece un sueño.

—Un sueño... —repitió Gojo removiéndose, Nanami aflojó su agarre alrededor de su cintura para que pudiera darse la vuelta—. ¿Sueñas mucho conmigo, Kento?

Como única respuesta, Nanami sonrió. Gojo entrecerró los ojos y lo miró en silencio por un largo rato, antes de volver a girarse para acostarse boca arriba.

—¿Aún piensas en tú soulmate? —preguntó Gojo, tomando por sorpresa a Nanami.

—Sí, a veces todo el tiempo —respondió, su respuesta no debió gustarle demasiado a Gojo porque suspiró ruidosamente y puso los ojos en blanco.

—Sabes, a veces me gustaría ser la única persona en la cabeza de alguien más —admitió—. Casi todas las personas con las que he estado piensan demasiado en su mate.

—Eso no significa que ellos no te quisieran —dijo acariciando su brazo con suavidad—. Eso no significa que yo no te quiera.

—Dijiste que me amas.

—Lo hago. —Gojo lo miró, con esos brillantes ojos azules que hacían que Nanami quisiera poner el mundo entero a sus pies—. Te amo y te juro que siempre estás en mi cabeza, incluso cuando no deberías.

Gojo lo miró con sospecha por un momento, pero luego sonrió, mientras sus mejillas se teñían de un suave color rosa.

—No entiendo por qué tus ex siempre se quejaban de que nunca les decías cosas románticas.

—Ninguno de ellos era tú —declaró Nanami, mientras se giraba para recostarse sobre su espalda y mirar al techo—. Aunque no es como si no lo hubiera intentado, supongo que lo que hice, no fue lo bastante bueno.

—Quisiera ser diferente a ellos —murmuró Gojo, Nanami giró la cabeza para verlo—. Quisiera poder decirte que me gustas, que te amo, pero-

—No necesito que digas lo que ya sé, Satoru —gruñó, su tono de voz fue más duro de lo que quería. Avergonzado, Nanami se deshizo de las sábanas y se sentó en la orilla de la cama, pero cuando intentó levantarse, Gojo envolvió sus brazos alrededor de su pecho.

—Lo siento. —Nanami cerró los ojos cuando Gojo lo besó en el cuello—. Déjame compensarte, ¿sí? —añadió, deslizando una de sus manos por el pecho de Nanami, quien recargo su cabeza sobre su hombro más que dispuesto a aceptar su trato.

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