Correspondido

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Langa: No debí decirle que podía responderme mañana

Miya: ???

Langa: Reki me ha estado evitando

Miya: ¿¡Es una broma!?

Langa: Me siento un idiota

Miya: Lo eres

Miya: No por eso, pero lo eres

Langa: Hubiera preferido ser rechazado a esto

Miya: Me tengo que ir

Miya: Hablamos luego

El mayor soltó un pesado suspiro y miró a su izquierda, donde el pelirrojo tenía su vista clavada en su tarea. Apenas y lo había saludado esa mañana.

–Oye, Langa– lo llamó.

–¿Si?– preguntó con rapidez.

–¿Qué dice aquí?– señaló su libro.

–Oh– se asomó para leer –I love you es te amo– lo miró.

–Lo sé– rio –Es lindo escucharlo– lo miró coqueto.

Se sonrojó.

–Reki, sobre lo que dije ayer...

–¡Abran sus libros en la página treinta y tres!– entró el profesor Nakamura gritando.

–¡Oh vamos!– soltó.





–¿¡Hijos!?– gritó Cherry.

–¿Entonces no te parece?– preguntó su novio.

–Pero– se sentó sobre el sillón –No, definitivamente no– frunció el ceño.

–Bueno, claramente primero me gustaría casarme y todo eso, pero...

–Kojiro, no es necesario; ni tú ni yo tenemos tiempo para cuidar esa cosa.

–¡Pero es como si cuidáramos a los chicos! Pueden estar en mi restaurante o en tu oficina como Miya la otra vez– hizo un puchero.

–Es diferente, ahí estás hablando de adolescentes. Un bebé...

–¡Esa es la mejor parte! No tiene que ser un bebé, con un pre adolescente estoy satisfecho. De hecho, sería aún más increíble. Según las estadísticas, a partir de los trece los niños suelen quedarse en los orfanatos debido a que todos prefieren niños pequeños ¡Tú y yo seríamos como sus héroes!

–¡Ya dije que no!– alzó la voz –Y es mi última palabra respecto al tema– recogió su cosas y salió para su trabajo.

El peliverde soltó un pesado suspiro.

–Lo hiciste mal– escuchó a sus espaldas.

–¿Cuánto tiempo llevas espiando?– gruñó.

–Espiando no, escondiéndome– dijo Adam –Kaoru enojado siempre me ha dado miedo– confesó –Ahora, si sabes que rechazará algo, por que tú sabías que no le parecía el tener hijos, NUNCA se lo digas de manera directa. Hazle creer que lo necesita.

–¿Cómo?– arqueó una ceja.

–Mira, cuando salíamos juntos, siempre discutíamos por donde ir a comer.

–Discutían por todo.

–Es lo de menos– giró los ojos –Cuando yo quería comida coreana y él italiana ¡Pelea! Pero entonces recordé algo que mi padre siempre hacía con mi mamá cuando era niño. No es algo difícil, primero, durante toda la semana le mostraba datos curiosos sobre Corea o le enseñaba alguna banda del país. Después le daba regalos con materiales hechos en Corea o hacía que mis sirvientas preparan platillos y cuando se los daba a Kaoru le decía "Puede que estén buenos, pero no se parecen nada a los de x o y lugar". Así al final de la semana, cuando sería nuestra cita, él también querría la misma comida que yo.

Más allá del infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora