Sofía
Después de conocer a ciencia cierta lo que mi corazón ya sabía. Me atormentaban un montón de cosas. Y cada una de ellas me hacía más dolor que la anterior.
Me perdí la misa de despedida.
Me perdí su funeral.
Me perdí la última oportunidad de verla.
Algunos dicen que es mejor así. Que después de un accidente de este tipo suelen tener muchas heridas, se les inflama la cara. Muchas veces quedan irreconocibles. No sé si este fue el caso de mi hermana.
Solo me hubiera gustado verla una última vez. Poder derrumbarme sabiendo que ella de una manera u otra estaba conmigo.
Me tomó meses entender y no de una manera metafórica, que cuando una persona se va... en serio no se va del todo. La esencia queda en las cosas que le gustaba a la persona y se impregna en nuestro ser.
Una persona no se va mientras no la olvides.
Y yo nunca la iba a olvidar.
Días después me enteré que toda mi familia fue al velorio y al funeral. No hubo entierro porque decidieron incinerarla. Una persona se hizo polvo. No. Una persona que amo con todo mi corazón se hizo polvo.
No sé dónde iban a poner las cenizas. Tampoco lo quería saber todavía.
Se siente horrible sentir que te estás ahogando. Esa presión que sentía constantemente en el corazón, no me dejaba respirar. No sé qué voy a hacer.
Ya todo iba en orden. Ya casi me dan el alta. Las heridas físicas que tenía en la cara ya habían desaparecido casi por completo. Seguía teniendo yesos en los dos pies. Mis costillas ya están casi curadas, solamente me dolía hacer ciertos movimientos.
Pero claro, el dolor de mi corazón, estaba lejos de sanar.
Sigo sin entender bien como es que me rompí mis dos pies y no un brazo. Hay muchas cosas que no tienen sentido todavía. Muchas cosas de mi accidente no tienen sentido. Empezando en que este pasó justo saliendo de la universidad y no llegando al restaurante.
Todo pasó tan rápido.
Cinco segundos le tomó a mi hermana irse.
Cuatro segundos le tomó al camión impactar contra nosotras.
Tres personas quedaron heridas.
Dos resultaron muertas.
Un coche destrozado al igual que muchas vidas.
Los días pasaban en el hospital y yo seguía sin hablar.
Perdí mi voz.
No tengo nada que decir.
La culpa, el dolor, el miedo... me abruman todos los días. Son mis mejores amigos, pero también mis peores enemigos.
Mis papás intentan sacarme conversación e intento ser buena. De verdad lo intento, pero me sale de la chingada. Solo termino haciéndoles más daño y en el proceso me lo hago a mí.
Mi hermano también perdió una hermana. Solamente que él la perdió por mi culpa. Por no haberme dado cuenta. Por no estar más atenta. No lo culparía si decide odiarme toda su vida. En su lugar, yo también me odiaría.
Regina y Alondra vinieron varias veces a verme. Pero verlas significaba que tenía que hablar. Yo no quería hacer eso. Quería que me dejaran sola. Se veía que se sentían incómodas estando así conmigo, yo era la simpática. La que siempre tiene algo sarcástico que decir.
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Hasta donde suene mi voz
RomanceSi alguien te dijera que tu vida está por cambiar, pero no por el buen sentido ¿cómo te sentirías? Sofía estaba a punto de dar ese gran salto hacia la adultez. Ya estaba pensando si se iba a ir a Australia o a Canadá... pero ¿qué pasa cuando la vida...