CAPÍTULO VEINTICINCO. Eva

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Sofía

Haber salido con Marcus fue una buena decisión, me sentía bien. Me convirtió un día que sabía que iba a ser malo, en uno bueno. Me alegra haber tomado esa decisión. Pero no voy a fingir demencia, él sabía que yo necesitaba salir de este cuarto y lo logró. Pero no me preguntó cómo estaba, porque sabía que era mejor que hablara por mi cuenta, que es mejor no forzarme a hablar.

Tenía ese presentimiento de él, pero no sabía cómo lo sabía. Ahora entiendo. Todo fue una corazonada. Él puede entender cómo me siento, y no porque vivimos lo mismo, son muertes diferentes. Pero podríamos entendernos, si tan solo lo habláramos, pero ¿yo quería hablar? Ya lo había hecho con Lavinia y me había sentido bien, se siente bonito sentir que alguien te está escuchando y que le importa lo que estás contando. ¿Podría contarlo otra vez? Pero en esta ocasión sin maquillar los hechos o mis sentimientos reales, porque eso llevo haciendo, con todos menos con Camila. Pero ella no está aquí y no siempre va a estar ahí, yo tengo que arreglarme, no puedo depender siempre de un tercero. Al final en esta vida la persona más importante... soy yo.

La primera vez que me dijeron eso se me hizo algo egoísta. ¿Cómo que la persona más importante soy yo? Me parecía una tontería y algo poco empático, la persona más importante para mí, era... es mi hermana y mi familia, y ahora solo tengo una mitad. Me sale natural decir que la persona más importante es alguien de mi familia, porque lo es. ¿Así que como podía ser yo la persona más importante de mi vida? Si eso da igual.

Pero fue hasta que perdí la mitad de mi corazón que lo entendí. Perdí a la persona más importante para mí y sigo viva. Sigo luchando por estar viva, e intentar dejar de existir y comenzar a vivir. Porque me dolió comprender que se puede morir el mundo entero, pero yo voy a seguir viva. Solo yo. Y desde que lo entendí supe que es verdad y no es egoísta decir que la persona más importante de tu vida eres tú.

Desde entonces he luchado por estar bien, ha sido toda una aventura que seguirá toda mi vida. Es lo feo de la pérdida, nunca termina. Nunca vas a dejar de extrañar a alguien que amas.

Más tarde de ese día me quedé reflexionado muchas cosas, de lo que fui, de lo que soy y sobre todo de lo que quiero ser. Todavía no llego a un acuerdo conmigo, las tres versiones de mi están indecisas y por ende así estoy yo. Pero no pasa nada, intentaré no pensar mucho en mi futuro porque solo me genera ansiedad, por ahora. Quiero estar más en el presente, me lo debo, se lo debo.

Pero si dejo mi cabeza funcionando un rato más voy a tener el efecto contrario, y no voy a poder estar bien... menos sabiendo que se acerca ese día. Así que sin pensármelo mucho voy a mi escritorio que está pegado a mi puerta, saco un lápiz y una hoja de papel y... decido ponerme a dibujar.

Primero me pongo a hacer garabatos de abejas, flores, tréboles y otras cosas que iban llegando a mi cabeza. Solo me dejé fluir, llevaba tanto tiempo sin ponerme a dibujar que por un momento pensé que se me había olvidado; pero lo que bien se aprende nunca se olvida, y menos porque siempre pongo mi corazón en ello.

Estaba concentrada intentando dibujar un trébol de tres hojas cuando me llega la imagen de la parte del Océano Atlántico que está en Galway. Sí, eso quiero dibujar. Agarro otra hoja y me pongo manos a la obra. Unas horas después ya estaba casi terminado, me quedaban unos pequeños detalles, que los tenía que hacer con diferentes presiones del lápiz, para que quedara como yo lo quería en blanco y negro.

Esté lugar me está haciendo volver a respirar.

Terminé mi dibujo y lo levanté para poder verlo mejor. Me encanta. Extrañaba tanto este sentimiento. Lo extrañaba tanto que siento que pudiera llorar por tan solo verlo. Yo amo tanto dibujar que pudiera hacerlo toda mi vida, así que cuando sentí que morí en vida me autocastigué y dejé de hacerlo. Hasta hoy.

Hasta donde suene mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora