Sofía
Me gustaría pedirle a alguien que mi vida fuera como en las películas. Como en los libros. Que alguien la pasa tan mal, que no tiene ganas de seguir existiendo. Pero tienes la certeza que todo en un momento va a estar bien.
Quiero tener esa esperanza.
¿Qué puedo hacer si yo no tengo esa confirmación?
Intentar refugiarme en las historias de otros. En la música. Pero todo me cuesta. Me siento incómoda bajo mi propia piel.
La semana pasada me quitaron el yeso de mis dos piernas. Sigo yendo a rehabilitación y es por eso que camino medio raro. Pero me apoyo con unas muletas para no poner todo mi peso en mis piernas mientras estas están en proceso de sanación.
El otro día me observé en el espejo por primera vez en tres meses desde que pasó el accidente. No podía verme. Quité todos los espejos. Odio a la persona que me devuelve la mirada. La odio tanto que duele. Y me sorprendí ver que tenía una cicatriz lineal debajo de mi ojo izquierdo e iba de camino hacia mi boca. Y me le quedé viendo muchos minutos.
En el accidente me dijeron que me impacté contra la puerta del conductor, por donde estaba manejando y que se me enterraron vidrios por todo el cuerpo. Unos en la cara y supongo que por eso me quedó esta leve cicatriz. Pero también se me clavaron en el abdomen y tenía varias cicatrices a lo largo de la parte izquierda de mi cadera y mi ombligo. Pero me daban igual. Las ignoré.
De vez en cuando escuchaba a mis papás llorar. Cada sollozo que salían de sus bocas se me clavaban como cuchillos en el corazón.
El dolor.
La culpa.
Mi hermano vino varias veces, pero en serio no quería hablar. Había perdido mi voz. Él también la estaba pasando mal. También era su hermana. Muchas veces Inés vino con él.
Todos en esta familia la estábamos pasando tan mal. Parecía una competencia de quién sufría más. Pero al mismo tiempo sufríamos en silencio. No hablábamos mucho de lo que pasó... incluso tres meses después, ya estábamos en agosto y acababa de ser su cumpleaños.
La muerte une familias en el dolor, todos comparten la misma pena. Pero también las distancia cuando no se manejan de manera cuidadosa. Los sentimientos que trae consigo el duelo, son mucho más fuertes que una emoción normal. El duelo intensifica todo. El odio. El amor. El dolor. El sufrimiento. El miedo... La culpa.
—...creo que podría ayudarla—le susurraba mi papá mi mamá.
—Yo también lo creo, pero no quiero presionarla—le susurró de regreso mi mamá.
—Nos ha estado ayudando a nosotros.
—Yo sé que sí. Pero Sofía no está hablando. Solamente lloró el primer día que llegó y eso me preocupa mucho—le estaba diciendo mi mamá—. No quiero presionarla sabiendo que no está lista.
—Pero también necesita ese empujón. No lo va a hacer por si sola.
—No lo sé...
—Podemos intentarlo, y lo peor que puede pasar es que nos diga que no—mi papá la interrumpió.
Salí de donde me había quedado parada escuchando su conversación. Ellos instantáneamente pasaron sus ojos hacia mí.
Ya llevaba para entonces dos semanas en mi casa. Casi tres meses después del accidente. De manera inconsciente llevaba un rastro de los días, no podía evitarlo. Sabía que mis papás hablaban mucho de mí. Solo que prefería ignorarlos y nos prestarles atención. Era mucho más fácil ignorar.
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Hasta donde suene mi voz
RomanceSi alguien te dijera que tu vida está por cambiar, pero no por el buen sentido ¿cómo te sentirías? Sofía estaba a punto de dar ese gran salto hacia la adultez. Ya estaba pensando si se iba a ir a Australia o a Canadá... pero ¿qué pasa cuando la vida...