Marcus
Ya había pasado más de una semana desde que me encontré a Sofí y decidí seguirla. Una semana desde que me contó su verdad; una que le costó en lo más profundo de su ser sacar esas palabras. Y es que hay veces que decir ciertas cosas parecen inhumanas, que te gustaría que no fueran ciertas.
Yo no pude decir nada, no había nada más que decir. «Lo siento», me parecían unas palabras un poco vacías. Soy de la idea de que, si no sabes qué decir, mejor no digas nada. No me incomoda la tristeza de otras personas, no me incomoda consolar cuando lo tengo que hacer... y fue lo que hice.
Solamente escuché todo lo que quería decir, lo que me quisiera contar. No iba a presionarla. Pero es irónico que justo antes de que me contara todo eso, yo sentía una ganas irrefutables de conocer su historia, de conocerla un poco más. Y tengo que admitir que me dolió, me dolió por ella. Entiendo lo que es perder a alguien que amas con todo tu corazón, solo que yo la perdí por una enfermedad y ella en un accidente; al cual Sofí iba al volante. El nivel de culpa que ha de tener ha de ser astronómico. Los «hubiera» han de inundar todos los días su cabeza.
Ojalá lo hubiera visto.
Ojalá no me hubieran dado el carro.
Ojalá no hubiera salido justo a la hora que lo hice.
Ojalá hubiera estado más atenta.
Ojalá hubiera sido yo...
No me lo dijo, pero se puede leer como una verdad no escrita. Todo su cuerpo, su cara y su alma cargan con el peso de la culpa. Pude haber dicho algo, pero sé que no me correspondió romper ese silencio que tanto estaba anhelando. Estuve ahí, escuché, y me quebré un poquito. No solo porque lo viví, si no... es porque tengo empatía. Para mí es muy difícil hacer caso omiso al dolor ajeno. No puedo.
Quiero ayudar.
Me gusta sentirme útil.
Odio sentir que no puedo hacer nada.
Pero esa es la realidad. Sofía no es una amiga que lleva siéndolo durante años, pero a veces me lo parece. A vece siento que el destino me la cruzó por el camino. Por qué, haber... ¿cuáles eran nuestras probabilidades de conocernos? Yo nací en Inglaterra y ella en México. Las probabilidades son muy escasas, y... terminamos conociéndonos en otro país totalmente diferente, Irlanda. Y para sumarle más a las improbabilidades en un pueblo alejado de la capital.
Creo en el destino, creo en la suerte. Y hay algo de mí que siempre se ha sentido atraído hacía Sofía. No pude evitar prestarle atención cuando aterrizamos, apenas estábamos recogiendo nuestras maletas y yo ya la estaba viendo. Luego estar al pendiente de lo que hacía en el camión de camino a Galway. Primero pensé que era porque desprendía un aura triste. Luego porque siento que me vi reflejado en ella. Siempre estaba buscando excusas para justificar algo que no entendía.
No entendía porque era una persona a la que se supone que no debía de conocer.
Al menos así lo sentía con nuestras improbabilidades.
Pero luego de la nada empecé a sentir una confusión en mí.
¿Es así como se siente un amigo por una amiga? ¿Es normal? Estoy tan confundido que podría estrellar mi cabeza contra la puerta; con la ilusión de que me ayudara a despejar y me cayera la respuesta. Nunca me había sentido así, casi no tenía amigas, no, de hecho, no tenía amigas. Y tampoco he tenido una relación seria en mi vida, y no sé cómo luce estar con una persona en el sentido romántico y no sexual.
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Hasta donde suene mi voz
RomanceSi alguien te dijera que tu vida está por cambiar, pero no por el buen sentido ¿cómo te sentirías? Sofía estaba a punto de dar ese gran salto hacia la adultez. Ya estaba pensando si se iba a ir a Australia o a Canadá... pero ¿qué pasa cuando la vida...