CAPÍTULO DOCE. ¿Otra vez tú?

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Marcus

—¿Me estás siguiendo? —le pregunté a la chica, mientras manteníamos contacto visual.

Por un momento me quedé totalmente quieto. A lo mejor ella sabía quién era y por eso decidió seguirme. No lo creía muy viable, pero seguía siendo una opción. El avión fue totalmente la suerte... pero estar los dos sentados hacia el mismo destino comenzaba a parecer sospechoso. La analicé.

—En todo caso me estás siguiendo tú a mi—me respondió—. Yo llevo sentada aquí diez minutos, mientras que tú apenas acabas de llegar.

Me relajé visiblemente, porque sí tenía razón. No había visto a nadie sentarse en el tiempo que llevaba aquí. Me gustaba su manera de hablar, de esa manera tan directa y relajada. Pero lo que más me gustaba era su acento, siempre me ha llamado la atención las formas de hablar de los turistas. Como se esfuerzan en poder pronunciar todo de manera correcta, me parece adorable.

—Atrapado—le respondí mejor y le regalé una sonrisa.

Al parecer no tenía muchas ganas de hablar, porque con mi respuesta se puso sus audífonos y volteó a ver la ventana que estaba de su lado. Yo me quedé unos segundos más contemplándola, había algo en ella que me daban ganas de preguntarle si estaba bien.

Estamos tan acostumbrados a ver a toda la gente bien todo el tiempo, queriendo poner sus mejores caras. Que se nos olvida que el dolor también es parte de la vida misma. Cuando una persona está sufriendo a tan nivel, que se le olvida simplemente fingir. No creo que ni ella misma este consciente de toda la energía que está desprendiendo su cuerpo, toda su tristeza.

Desde que comencé a componer canciones me percaté que tenía que trasmitir emociones y energía a través de mis letras. Siempre que me inspiro en algo para escribir, analizo todo. Desde el mensaje, las personas y hasta las palabras que voy a utilizar para describir lo que quiero decir.

Viéndola estos segundos me doy cuenta que tiene una herida emocional muy profunda. Por su manera de mirarte a los ojos, ellos dicen tantas cosas. Si creo que ellos son una ventana al alma, pero creo también que te pueden decir la personalidad de alguien. Pero también pueden gritar.

No quería que se diera cuenta que la seguía analizando, es por eso que me regresé a mi teléfono y a las canciones que estaba escuchando.

No volvimos a dirigir palabra en todo lo que quedó de camino. Ella estaba en su propio mundo y yo estaba en el mío. Tampoco la volví a observar ni ella a mí. Al parecer cada uno tenía sus propios problemas de los que ocuparse.

Al menos ya tenía un lugar al que iba a llegar, pero de ahí en más estaba perdido. Ya estábamos en junio, esperaba que para final de este año ya tuviera algunas ideas de canciones. Estaba poniendo todas mis esperanzas en un plan.

Cuando el autobús se estacionó en su estación, la gente se comenzó a parar y entre ellas la chica del aeropuerto. La dejé pasar haciéndole un pequeño movimiento con la mano. Cuando estuvo caminando delante de mí, no me pude contener y le volteé a ver el trasero, lo tenía bonito. Pero rápidamente volví mi vista hacia otro lado, llevaba muchos meses sin tener nada de acción. Comenzaba a ver las consecuencias.

Agarré mis cosas y me disponía a pedir un taxi, cuando la vi alejarse sin dirigirme ninguna mirada. Eso me hacía sentir seguro de que no tenía ni puta idea de quién era, y sonreí.

Me gustaría decir que no la volví a buscar con la mirada, pero mentiría. Estaba al pendiente de ella. No estaba seguro a que venía a Irlanda, ni si era su primera vez. Tampoco si venía visitar a algún familiar o a un amigo. No tenía ni idea de nada con relación a ella, solo que estaba triste.

Hasta donde suene mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora