Sofía
No sé de qué parte de mi salieron esas palabras. Era como si me hubieran exigido de manera silenciosa salir a la luz, llevaba sintiendo esas palabras muy atoradas en mi garganta desde que murió Natalia. No las he dicho mucho. Siempre he estado rodeada de personas que ya sabían que lo que me había sucedido, no tenía que pronunciarlas, pero Dios... no lo hacía más fácil, no importa el tiempo que hubiera pasado. Decirlas me costaba tanto como querer corren un maratón sin preparación.
Tampoco sabía que estaba haciendo sentada con Marcus. Nada más llegar de clases me encerré un rato para hablar con mi familia, pero no mucho tiempo, no estaba de humor. Me quedé un rato más en mi cuarto sin hacer nada, hasta que decidí que tenía que salir, sino, mi cabeza me iba a comer viva. No tengo ganas de otro episodio y salí. Primero no sabía a dónde iba a ir, solo que necesitaba escapar de las paredes de mi prisión mental, antes de que fueran demasiado grandes para derribarlas. Caminé sin rumbo un rato, hasta que choqué con una persona que venía saliendo de una pastelería. Me disculpé con él y volteé mi mirada al nombre del lugar que acaba de salir, y era el mismo sitio con el que desayuné con Marcus hace varios días. Decidí entrar, primero no sabía que iba a hacer ahí, y de la nada ya estaba saliendo con un pastel en la mano. Fue tan poco planeado que no sabía qué hacer con un pastel.
Un pastel fantasma.
Un pastel que jamás sería cantado hacia la persona que cumpliría años. Un pastel que jamás sería comido en felicidad y armonía. Un pastel que jamás sería entregado con una canción de cumpleaños. ¿Qué iba a hacer yo con un pastel? No lo sé, solo sentía el vació más grande en mi pecho. ¿Será un broma de mi subconsciente? Lo parece. Pero ahora estoy caminando por las calles de Galway y no tengo ni la más remota idea de que hacer a continuación. No quiero regresar a la casa, eso queda completamente descartado. No quiero contestar preguntas que sin duda va a traer que entre a la casa con un pastel. Seguro pensarán que estoy loca.
Me vibra el teléfono de mi bolsa y hago una maniobra rápida para ver quién es. Lavinia.
Hace poco que le pasé mi teléfono, no se me había ocurrido pasárselo. A veces siento que vivo en modo automático. Como porque tengo que alimentar; tomo agua, porque me tengo que hidratar; platico, porque tengo que socializar; vivo, porque no me queda de otra. Hay cosas tan simples que antes hacía que ahora ya no las hago, antes para mí sería lo primero que haría y agregarnos en todas las redes sociales.
Ahora no, no quiero hacer eso. No quiero que vean ni lean los post que he hecho en el momento más duro de mi vida. Sigue siendo dura, pero no tanto como el año pasado. No sigo a nadie en Instagram ni agregado a nadie en ninguna red social, ni siquiera a Lavinia. Simplemente digo que no tengo redes, es más fácil decir eso que dar explicaciones que me van a cansar. Tampoco busco a nadie, no quiero leer ni ver que tienen una vida afuera de esta mágica ciudad.
Solo quiero vivir el aquí y el ahora.
Al menos intentarlo.
Veo que el mensaje me está preguntando qué dónde estoy, y vuelvo a guardar mi celular de dónde lo saqué. No me interesa hoy platicar, hoy no. Ella va a querer animarme como si estuviera mal querer estar triste. Porque si, hoy sí quiero estar triste, me permito sentir estas emociones y las recibo. Si tuviera que pelear con ellas, me moriría. No le puedes ganar a tus emociones, jamás. La respuesta más fácil es dejarte sentir. Sentirte abrazada por ellas. Sigo avanzando. Cómo lo llevo haciendo durante días, semanas, meses.
Sigo. Avanzando. Sin detenerme.
Siento que, en algún momento del camino, voy a querer caminar; de momento solo lo hago porque es lo que me toca. No sé a dónde voy, estoy tan centrada en mis pensamientos, que casi me paso el lugar dónde tuve un picnic con los chicos hace una semanas. Me detengo y siento que este es el lugar correcto para estar, me quito los zapatos y avanzo. Ya estoy a la mitad de la playa cuando se me cae la bolsa y la agarro rápidamente, y por el rabillo del ojo me percato que hay alguien ahí parado completamente, pero justo se da la media vuelta para irse y... ¿es Marcus?
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Hasta donde suene mi voz
RomanceSi alguien te dijera que tu vida está por cambiar, pero no por el buen sentido ¿cómo te sentirías? Sofía estaba a punto de dar ese gran salto hacia la adultez. Ya estaba pensando si se iba a ir a Australia o a Canadá... pero ¿qué pasa cuando la vida...