Marcus
Este juego era una estupidez, pero una bastante interesante si soy honesto. Llevo mucho tiempo jugando esta clase de juegos, así que lo tengo dominado, y me refiero a las verdades a medias.
Antes de comenzar con la primera ronda de este juego tan infantil pero tan entretenido, voy al encuentro de Sofí y le digo.
—Vamos, me debes un shot. Es mejor entrar a este juego un poco feliz, así lo hace más divertido.
Se lo digo, porque vi cómo se puso ansiosa y como yo tengo el presentimiento de que ella ha pasado por cosas que no se siente preparada para hablar. Yo nunca le preguntaría nada relacionado a eso. Me detengo un momento con ese pensamiento. No tengo ni idea de lo que le ha pasado, así que sea lo que sea que pregunte se puede relacionar con eso y yo no lo voy a saber.
Ella pasa varias veces saliva antes de animarse a responderme. Cuando lo hace, parece que agarró seguridad porque sonó más decidida de lo que yo hubiera pensando.
—Va.
Así nos dirigimos los dos a la cocina en donde están las botellas, la que compré yo y la otra que compró Lavinia de vodka. Agarró la mía de whisky nos sirvo en dos caballitos que tenían en la casa y le extiendo uno.
—Salud—le digo mientras chocamos nuestros caballitos.
—Salud.
Y sin más nos los llevamos a nuestros labios y nos lo pasamos de un solo trago. Estoy tan acostumbrado a este sabor, que me recuerda a esos tiempos en lo que Henry y yo salíamos y nos tomábamos cinco shots así seguidos, para entrar en ambiente más rápido. Pero al ver la cara de Sofía y las caras que está poniendo. Claramente que ella no lo está.
—Está fuerte esa cosa—me dice mientras hace muecas.
—Te acostumbras. ¿Quieres otro?
—Claro que no. Bueno—se detiene un segundo—, tal vez.
Y con esa respuesta nos vuelvo a servir y volvemos a hacer fondo. Y en esta ocasión ya no hace tantos gestos como hace un minuto.
—Como dije, te acostumbras.
Ya no le iba a ofrecer otro, porque tampoco quiero que termine vomitando en el primer baño que encuentre. No la conozco lo suficiente para saber cuánto es su límite, ni siquiera si está acostumbrada a tomar. Ni siquiera se me ocurrió comprarle un tequila, que estúpido soy.
He vivido tanto en mi mundo, encerrado en Londres, en mi departamento con mi guitarra, la música y Henry que me olvido que hay otras culturas y tradiciones. Que no se me ocurrió algo tan básico, pero bueno... es un error que no iba a volver a cometer.
—Me voy a servir otra vez un vaso de sidra, ¿está bien?
—No me tienes que preguntar, es tuyo.
Me sonríe y se dirigí a servirse otra vez, le iba a volver a decir otra cosa, pero en eso llega Lavinia y le dice algo en el oído que no alcanzo a escuchar y Sofía solamente asiente con la cabeza.
Y me doy cuenta que Lavinia sabe algo de Sofía, no sé qué hizo ella para ganarse esa confianza, pero me alegra que alguien de aquí al menos lo sepa. Para que Sofí no se sienta sola y a la deriva.
Unos instantes después nos encontramos todos sentados alrededor de la mesa de la cocina, todos con un vaso en sus manos. A mis lados tengo a Étienne y a Lavinia y enfrente está Sofía y a su lado izquierdo, Heidi.
—¿Listos? —nos animó Lavinia— Vamos a jugar verdad o reto, pero si alguien se siente incómodo contestando alguna pregunta, tiene la posibilidad de hacer un reto o tomarse un shot. —nos ve a todos los de la mesa mientras dice las reglas del juego—. El que comience se va ir hacia su derecha, siguiendo las manecillas del reloj, sin importar a quién le pregunte. Así que... ¿quién quiere empezar con los honores?
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Hasta donde suene mi voz
RomanceSi alguien te dijera que tu vida está por cambiar, pero no por el buen sentido ¿cómo te sentirías? Sofía estaba a punto de dar ese gran salto hacia la adultez. Ya estaba pensando si se iba a ir a Australia o a Canadá... pero ¿qué pasa cuando la vida...