CAPÍTULO TRECE. Unas cervezas de más

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Marcus

No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Esto parecía un chiste sacado de una película romántica.

¿Cuántas veces van que me la encuentro? ¿Dos? ¿Tres? Me parecen muchas, para una persona que ni siquiera sé su nombre y han pasado un día desde que llegué.

Ella solamente se me quedó viendo con los ojos muy abiertos, como si tampoco entendiera cómo es que nos volvimos a ver. Solamente que vestía una camisa que me hizo gracia... ¿su vida y sus errores? Suena totalmente a algo que yo usaría.

—Discúlpame... no vi que alguien se había movido—se comenzó a explicar, hablando fuerte para que se escuchara por arriba del sonido de la música—. Perdón.

—No pasa nada—me encogí de hombros—. De todas maneras, tenía calor.

—No en serio lo siento mucho. Déjame te consigo una toalla o algo para que te puedas limpiar.

—De verdad no pasa nada, se va a secar en unos minutos. Lo único malo es que me llegó a mis jeans... y parece otra cosa.

Vi que iba a sonreír, pero se contuvo, como si una fuerza extraña le impidiera hacer algo tan natural. Dirigí mi mirada rápido a su cicatriz ¿qué le habría pasado?

En eso comienza a estirar su cuello lo más que puede, como si estuviera buscando a alguien entre la multitud. Claro, tiene sentido... no vino sola. Pero al ver que sus ojos no paraban de escanear entre la gente, no había visto por donde se fueron.

—¿Se te perdieron tus amigos?

—Al parecer sí, no los encuentro—decía mientras seguía buscando.

—¿Qué te parece si vamos afuera para que se me seque la camisa? A lo mejor salen tus amigos a buscarte.

Se me quedó viendo unos instantes, pero al final solamente asintió. Nos dirigimos a la salida del pub. La chica del aeropuerto iba caminando delante de mí y yo la iba siguiendo, hasta estar afuera. Nos quedamos parados cerca de la puerta viendo la gente pasar por las calles del centro.

Nos quedamos viéndonos, sin saber que decirnos.

—Bueno creo que de tantas veces que te he visto, merezco saber su nombre ¿No crees?

—Me llamo Sofía, pero me dicen Sofí.

Quería que me preguntara mi nombre, así que dejé la respuesta al aire.

—¿Y tú?

—Marcus.

Le regalé una sonrisa y ella solo se me quedó viendo.

Qué persona tan extraña.

Estaba incómoda, se olía a mil kilómetros a la redonda. No dejaba de buscar personas con los ojos. Ella no tenía ganas de estar aquí o quería que llegaran a rescatarla sus amigos... de mí.

No supe como sentirme con eso.

—¿Por qué las focas del circo miran siempre hacia arriba?

Me tiró una mirada de lado. Sin duda no se esperaba eso.

—No sé.

—Porque es donde están los focos.

Se comenzó a reír y yo sonreí mucho por haberlo logrado.

—Es el peor chiste que he escuchado en toda mi vida.

—Es tan malo que es bueno, ¿no?

—Supongo que eso te dices a ti mismo para hacer sentir bien.

Hasta donde suene mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora