Capítulo 36

12 1 0
                                    

A pesar que mi magia ha estado, insoportable, me he permitido tratar de disfrutar mis días, es difícil, pero lo he intentado, Sherling dice que la deje fluir para que se fortalezca, y cuando lo hago casi pierdo control completo de ella, ahora cuento monedas, he pasado la semana buscando lo que más pueda del dinero que me dan mis padres, por lo general lo que no gasto lo guardo en diferentes partes de mi habitación, me molesto al darme cuenta que solo conseguí cuarenta monedas de plata, me faltan diez para lo que necesito comprar. No puedo pedirles a mis padres o a la Srta. Drove porque me pedirán que es el motivo, si tan solo tuviera una moneda de oro ya tendría lo que necesito.

- Mi príncipe – volteo a ver a Camille, junto a mis doncellas, asiento y ellas ingresas y comienzan sus actividades.

Camille observa todo desde el centro de mi habitación, una de mis doncellas arregla la cama y sus alrededores, otra prepara mis atuendos de hoy, otra se asegura que todo esté en su lugar, y la última doncella prepara todo para mi baño en la noche, mis cuatro doncellas solo pueden ingresar cuando yo lo permito y es solo una vez en el día la mañana, de ahí solo si necesito su ayuda para arreglar todo el desastre que pueda provocar. De ahí si necesito la ayuda de una doncella siempre llamo a Camille, después de todo ella es la encargada de mi habitación y de mis doncellas.

Cuando solo quedan mis guardias en la habitación comienzo a prepararme para mi día, saldré con la princesa a dar un paseo por la frontera, quisiera que fuera por el pueblo, pero ya sabemos lo que opina mi madre sobre ello.

- Esta listo – pregunta Henry.

- Lo estoy.

Miro todo a mí alrededor, siento algo diferente mientras camino por los pasillos, pero de todas formas lo trato de evitarlo, así como trato de bloquear todas las voces en mi cabeza, ya paso el efecto del té, odio esto, pero no tengo otra opción, por eso he estado buscando las monedas, necesito cincuenta monedas de plata o cinco de oro, para pagar las pociones, las pociones de los Ricalde son un poco económicas, al menos no todas, hay unas que cuestan una moneda de plata, otras cuentan cinco, otras cuentan hasta cinco monedas de oro. Lo sé, porque al palacio llegan muchas peticiones para que le permitamos la venta de las mismas, y en esos documentos vienen los motivos para el pedido, el valor, el tipo de poción, y ninguno de esos documentos realmente puedo aprobarlos, solo pueden mis padres o el Drove del palacio.

No habia pensado en eso, no puedo hacer el pedido sin que lo aprueben, y no sé cómo pedirle ayuda a la Srta. Drove, dado que ni en sueños le pediría ayuda a mi madre, no lo consentiría, mi padre quizás sí, pero se lo contaría a mi mamá, y ahora que lo pienso la Srta. Rose le diría a mi madre también, estoy en un callejón sin salida. Y no solo figurativamente.

- Porque me dejaron avanzar a este punto... - les pregunto a mis guardias al ver que estoy frente a una pared y no sé cómo llegue aquí.

- Tratamos de llamarlo, incluso quisimos moverlo, no nos dejó acercarnos, ni nos escuchaba, solo caminaba.

- Los lastime...

- No lo hizo, al menos no conscientemente, pero no se preocupe, solo fue un golpe con una pared. – Su tono parece burlesco, pero sé que es real. Nunca bromean con algo como eso.

- Lo lamento, no sé qué pasó...

- No sé preocupe, ahora volveremos a las habitaciones, para ir por la princesa como era el plan inicial, debemos bajar un par de pisos.

No sé cómo termine subiendo, aun cuando mi intención era bajar, nunca habia subido hasta este punto de mi palacio, me da miedo perderme en el laberinto, y creo que estamos perdidos, porque no sé dónde estamos, aunque descarto la idea minutos después, cuando Henry abre una puerta.

Mi magia mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora