Capítulo 2

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Maddison

Aaron Diluretis, la persona más narcisista que he conocido en mi vida, su arrogancia de ser, en primero hacerte sentir única, diferente y feliz, te hace crear un escenario en donde piensas que le importas, pero la verdad solo te manipula a su conveniencia y juega con tus sentimientos y pensamientos.

Antes de dar otro paso busqué un asiento lo más posible lejos de donde está Aaron, lo cual no fue tan difícil ya que, si me siento enfrente, dudo que él renuncie al asiento que está hasta al fondo del salón. Caminé con tranquilidad hasta el asiento y me senté, no sin antes darle una última vista a Aaron, lo cual admito que fue un error, porque él me estaba viendo fijamente. Ignoré su mirada y pretendí hacer algo importante en el celular, mientras que buscaba mis audífonos en la mochila. Aunque el intento fue nulo, ya que el profesor entró a la clase pidiendo que guardáramos nuestros celulares.

La clase pasó rápido y el profesor nos dio tiempo libre para hacer amigos, él decía que es importante hacer amistades porque así siempre te recordaran en la vida, ya sea para mal o bien. Para ser un profesor que se ve joven, tiene demasiadas anécdotas y sabios consejos, según él. Justamente cuando apenas iba leer un libro, sentí alguien atrás mío.

— Lo siento por lo que pasó en la mañana — se acercó más a mí — No debí decirlo, pensé que no te iba a ofender.

El hecho que pensará que no me iba a ofender me hace enfadarme más, no sé en que momento empecé a fruncir el ceño y verlo directamente a los ojos, que causó que se incomodará Aaron.

— ¿Por qué crees que no me iba a ofender? — su rostro fue un poema, su expresión fue de asombro, lo cual me intriga el porqué. Apenas iba él responder, pero no dejé que replicara — ¿Por qué crees que es normal o es correcto hacer menos a las personas o que no son suficientes?

— ¿Te duele que hiera tu orgullo, pequeña? — Sonrió descaradamente al final de la pregunta, se acercó lo suficiente para acortar la poca distancia que existía. Levantó mi mentón, su tacto era frio y me susurró — Tal vez eres diferente, pero no quita que no seas atractiva físicamente.

Me dolían sus palabras, porque a pesar que no las quería creer, en el fondo sabía que era verdad. Al fin y al cabo, todos decían lo mismo, nadie quiere alguien gorda o llenita, las personas lo dicen de una forma pasiva agresiva, como si se les preguntara su opinión.

— El hecho que no sea atractiva para ti, no significa que no lo sea para otras personas. — le espeté recuperando la distancia que teníamos — Y es que la verdad no me importa si me ves atractiva.

Mentía y demasiado, me importaba su opinión sobre mí, pero jamás le iba a dar el gozo de que me viera pidiendo aceptación. Si supiera que tan equivocada estaría de eso.

— ¿Quién dice que no eres para mí atractiva? — No pude evitar mostrar confusión al decir eso. — Hieres mis bellos sentimientos.

— ¿Acaso alguien como tú tiene sentimientos?

— Sí, pero no evadas mi pregunta pequeña — se volvió a inclinar hacia mi

— No me digas pequeña, no soy tu pequeña — me volví a alejar de él, pero al notar lo que iba a hacer, se acercó a mi oído y susurro

— Jamás te quejaste que te dijera pequeña

— Jamás te dije que me gustara que me dijeras pequeña

Ya me estaba cansando de sus juegos, solo quiero irme de esta clase y no verlo hasta que se me baje las ganas de ahorcarlo en la noche mientras que duerme con una sabana de unicornios espaciales.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora