Capítulo 31

189 12 0
                                    


Capítulo 31 – Ojos Marrones

Nada es igual, sin tus ojos marrones

Los calores de esté mes han estado insoportables, puedes cocinar un huevo frito en cualquier superficie plana. Es increíble como podemos sobrevivir temperaturas más calientes de 42 grados centígrados. Al llegar a la casa me cambió rápidamente para irme a correr, necesito drenar mi enojo contra todos, pongo en modo no molestar mi celular para no escuchar ninguna notificación.

Aunque dudo que haya alguna.

Es gracioso como antes de tener una vida calmada y que lo más estruendoso era que Aaron y yo nos pusiéramos a escuchar música juntos, a básicamente que me odie por hablar con Ethan.

Pobre Ethan, no habló en semanas y ahora corro de él.

Estúpido Aaron y la importancia que le doy.

Camino por la larga pista que hay en el parque y tan solo corro, hasta que mis pulmones no tengan la suficiente oxigenación y me esté casi ahogando. Me dejó llevar por la música, especialmente por la de Scientist, no es la mejor canción para correr, pero es como una canción que me hace tocar fondo.

No entendí tal vez que es la parte de no más hombres en mi vida, ni siquiera fuimos algo y eso fue lo que más dolió.

"Te encanta la atención" es la frase que me da vuelvas en mi mente una y otra vez. Jamás lo había pensado, a veces las personas piensan que toda una personalidad puede ser planeada, como si tienes que pensar para poder ser y no solo ser.

Seguía corriendo, hasta que vi dos columpios vacíos a la mitad del parque. Necesitaba respirar por un segundo. Caminé hacia ellos y solo me senté, me columpiaba poco a poco. Cerraba los ojos de ves en cuando, hasta que sentí una sombra y levanté la mirada de golpe.

— Hola — escucho una voz gruesa que desconozco — No te veía aquí desde hace rato y me pregunté porque ya no venías a correr aquí.

Jamás lo había visto, no sé porque me habla

¿Será acaso una apuesta?

— Me ocupé con cosas de la escuela — le digo de una forma tranquila, siento mi ceño fruncido tratando de recordar si lo vi alguna vez.

— Es bueno verte — me dice con una amplia sonrisa — Cornelio te extraña.

Cornelio, claro

— De hecho — hago una larga pausa — ¿Dónde está Cornelio?

Deja su yoga de agua en el piso y se sienta en el otro columpio. Ambos nos columpiamos desincronizada mente, haciendo que me sienta menos nerviosa.

— Está en mi casa o eso creo, mi hermano está cuidándolo.

Espero que esté bien, ese perrito es un amor.

— ¿Le pasó algo?

— No, solo que es el gordo más chiflado de la familia.

Es raro que tengamos tanta confianza cuando apenas nos acabamos de conocer.

— Te entiendo, solo que yo tengo gatos. — le confieso, es triste porque me gustaría tener un pitbull, pero el departamento es muy pequeño.

— No te ves como una persona de gatos — confiesa, en lo que detiene un poco la velocidad de su columpio.

— No, pero vivo con mi tía y ella los adora.

Si no porque vivo en el otro cuarto, ella utilizaría ese cuarto para sus gatos.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora