Capítulo 33

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Capítulo 33 – Cazador de pensamientos

Hunter, es el único pensamiento que he tenido en todo el día.

No puedo olvidar de como me miraba, sus ojos color avellana destellaban sin cesar. Era de las pocas personas que transmitían confianza, como si siempre lo conociera; aunque me ponía sumamente nerviosa que podía sentir la sangre caliente en mis mejillas.

Probablemente el solo pensarlo, me hacía sonrojarme.

Lamentablemente después de la llamada que tuvo se fue porque sus papás lo necesitaban. Así que terminé caminando hacia la casa, donde probablemente mi madre estuviese ahí, esperándome con sus criticas constructivas.

Existe un punto de mi vida, donde me aprendo las criticas e irrumpo a mi madre, recitándolas. Lo cual ella dice, si sabes cuales son, ¿Por qué no las cambias?

Simple respuesta, a simple pregunta.

Ir siempre a la contraria de todos y de todo, es como una degustación sobre como haces tu propio camino.

¿Algún día dejaré de ir en contra la marea?

Lo dudo demasiado, es una inercia demasiada fuerte.

Busco las llaves en la mochila, espero no haber olvidado en la mesita que está a lado de la puerta. Al abrir la puerta veo a mi madre sentada en el sofá con las piernas cruzadas, mientras revisa su celular.

El ruido que causa la puerta al cerrarla, hace que levante la vista y me vea. Se levanta del sillón y camina hacia a mí, el estruendo de sus tacones al tocar el piso, hace que se cree un eco por toda la casa.

— ¿Cómo estás mi vida? — dice dándome un beso en la mejilla, su voz sonaba dulce y tierna, indicándome que me iba a decir algo que no me iba a gustar.

El labial de mi madre se sentía pegajoso y pesado en mi mejilla, que tratarlo de quitarlo era una odisea desastrosa.

— Bien madre — le respondí algo estresada, no me había avisa que vendría — ¿llegaste antes?

— Sí, salí temprano de trabajar y me vine directo por ti.

Agarra su bolso que está en el otro sofá y saca las llaves de la camioneta. Aún está parada y eso me inquieta, no tengo que pensar demasiado para saber que haremos muchas cosas el día de hoy.

— ¿Ya comiste? — le pregunto a mi madre, mientras que dejó mi mochila en mi cuarto.

— No, pero iremos a comer,

— No cocino tan mal — insisto para hacerla enojar.

— Sí, pero no quiero enfermarme del estómago.

Sólo pasó una vez y fue porque no cocí lo suficiente el huevo revuelto y el café estaba frío de acuerdo a los estándares de mi madre.

— Recuerda que, si te da soltura estomacal, bajas de peso.

— Me haces orgullosa de que aún te acuerdes de ello.

Mi madre no captó mi sarcasmo y eso me preocupa.

— Si tú lo dices.

Mi madre agarra su bolso y abre la puerta, no me da tiempo de cambiarme, solo saco las llaves de mi mochila, para poder cerrar la puerta. Corro hacia el estacionamiento donde la camioneta blanca de mi madre, abro la puerta y tiene la música tan alto que me causa dolor de cabeza.

– ¿Y como te va en la escuela? — pregunta mi madre, ni siquiera me miraba al rostro, pero no la culpo, está conduciendo.

– Bien — le digo tranquilamente — me interesa demasiado mi clase de sociología.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora