Fantasmas del pasado

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Mentiría si dijese que la mañana transcurría normal tras aquel suceso. No era cierto. Habíamos logrado salir de aquel infierno de atasco a tiempo para cumplir las metas que el día me había propuesto y lo agradecía. Tenía la esperanza de que aquello me distrajese de los pensamientos intrusivos que me martilleaban una y otra y otra vez, pero estaba muy lejos de la realidad. No podía concentrarme en nada que no fuese saber que iban a estar aquí, en mi ciudad, y que yo tendría que vivir con el miedo y la duda de cruzármelos en cualquier momento. Nueva York era inmensa, pero también lo fue Roma y no impidió que ocurriese.

- Eso es todo por hoy chicos. – Oigo decir a Martha, la jefa de dirección, provocando que mi atención vuelva al presente. – Habéis hecho un gran trabajo con las fotos. Las revisaremos con detenimiento y serán incluidas en el número de esta semana. En cuanto a la Fashion Week, espero que valoréis la gran oportunidad que se os ha presentado a los candidatos elegidos. Es un honor poder trabajar con tan grandes diseñadores y debéis estar a la altura, por lo que a partir de mañana el tiempo será invertido en ensayos y entrenamiento para que todo salga perfecto. Podéis iros.

Me apresuro hacía la salida tras saludar a mis compañeros y felicitarnos por el día de hoy. Nadie parecía haber notado que mi humor estaba muy alejado de lo que solía ser normalmente, pero siempre había tratado de mostrar una gran profesionalidad ante la oportunidad que había recibido. Antes de poder salir a recepción y volver al coche con Walter oigo mi nombre y me giró tras reconocer esa voz.

- ¿Dónde vas tan deprisa? – Dice llegando hasta mí. – Vamos a ir a celebrar que no ha ocurrido ningún imprevisto al bar de siempre, ¿No vienes?

- Estoy muy cansada Timmy, creo que voy a ir a casa a tirarme en la cama todo el día. – Le respondo mostrándole una sonrisa y tratando de convencerle, pero él frunce el ceño en respuesta.

- A ti te pasa algo. Te lo he notado durante todo el día, estabas como... ausente. ¿Quieres hablar de ello? Puedo decirle al resto que vayan tirando y quedarme contigo.

- No, tranquilo, estoy bien. Supongo que el día tan gris me afecta un poco en el humor. Pero no te preocupes, durmiendo se me pasara.

- ¿En serio? – Asiento esperando que eso le convenza, y veo como el coche de Walter para frente a nosotros y espera a que suba. – Bueno, voy a fingir que te creo. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

- Lo sé Timmy, te lo agradezco. – Le ofrezco un abrazo de agradecimiento y me introduzco en el coche antes de que pueda decir algo más.

- ¿Cómo ha ido? – Me pregunta Walter al tomar asiento.

- Estas ante una de las nuevas modelos de la temporada. – Digo con orgullo, provocándole una sonrisa y un aplauso que me hace reír, esperando que esa felicidad se mantenga en mi cuerpo.

- ¿Por qué no ha ido con el resto a celebrar?

- Estoy cansada, prefería dormir un rato. – No hay nada que celebrar hoy, querría decirle.

- De acuerdo, pero es algo importante que debe celebrar tarde o temprano. – Dice poniendo rumbo a casa, y el silencio nos acoge una vez más.

Cierro los ojos inconscientemente y espero que el viaje no se alargue como esta mañana. Cuando por fin llego a casa y me pongo ropa cómoda un pensamiento instantáneo cruza mi mente y provoca que me levante del sofá para dirigirme al armario de mi habitación. Al fondo del todo, encuentro una caja blanca que me asusta abrir, pero en mi mente sigue el impulso de que debo hacerlo. Papeles, objetos, y fotografías. Fotografías de una vida que no me permito querer rememorar, pero justo debajo extraigo un objeto del que hace tiempo debería haberme desecho. Mi viejo teléfono reposa en mis manos mientras estas tiemblan imperceptiblemente. Busco el cargador y lo conecto, aún con miedo de pulsar el dichoso botón de encendido. Cuando lo hago siento que se corta mi respiración. Hacía un año que no encendía este teléfono. Había salido de Roma pulsando el botón de apagar y jamás había mirado atrás. El pitido que indica las llamadas y mensajes perdidos es tan estridente y repetitivo que tengo que silenciarlo y alejarme del móvil durante un segundo, sintiéndome abrumada por ello. No quiero mirar el contenido. No quiero mostrar una señal de vida que pueda despertar a los fantasmas del pasado. Pero al final la curiosidad es más fuerte que el instinto de supervivencia. La curiosidad mató al gato. ¿No es eso lo que decían? Mis ojos recorren la pantalla y el número de llamadas perdidas es tan alto que me hace temblar. Algo llama mi atención. La última llamada perdida se había producido hace exactamente 24 horas. No creía que fuese posible. No podía creerme que siguieran insistiendo. Rápidamente abrí los mensajes y con estupor descubrí que el último mensaje de ese destinatario había sido exactamente a la misma hora de la llamada. Y no me dio tiempo a pensar nada más antes de descubrir que ese contacto estaba en línea.

Roma, en esos mismos momentos.

Habían terminado los ensayos hacía minutos. La luna iba mostrando poco a poco su presencia, y los chicos se despidieron unos de otros para poner rumbo a sus domicilios. Todos excepto dos, que habían esperado a que el resto se marchara para realizar la actividad diaria que realizaban desde hacía un año. Aun sabiendo que aquello no les daría resultados. Aún sabiendo que la esperanza de que alguien contestara al otro lado de la línea se había ido haciendo cada vez más y más pequeña a medida que avanzaban los días.

- Bueno, ¿Haces hoy los honores? – Le pregunto el mayor de ambos al pequeño, que asintió con tristeza y se dispuso a marcar el botón de siempre, con la misma desesperanza de siempre. – Espera. – Dijo, abriendo los ojos como platos. – Thomas, lo ha leído. Lo ha leído Thomas.

- ¿Qué? – Dijo el pequeño, pensando que aquello solo era una broma. Pero cuando entró a los mensajes y comprobó que era cierto, que la persona se encontraba en línea no perdió ni un segundo en pulsar el tono de llamada.

Esta vez no era la voz del contestador lo que le recibió al instante, como cada día. Si no el bip que marcaba cada tono perdido. Puso el altavoz y ambos oyeron como el bip seguía apareciendo, una y otra vez. 

- Vamos, joder, contesta por favor. - Decía el mayor con insistencia. - Coraline, vamos. 

El bip seguía sonando. Thomas notaba como las lágrimas se agolpaban tras sus parpados. Necesitaba oír su voz. Y hoy había una posibilidad en la que había dejado de creer hacía tiempo. 

Y luego, el silencio. Ambos se miraron con sorpresa. Habían colgado. Rápidamente lo intentaron de nuevo,  esa dichosa voz les respondió y apretaron el teléfono con rabia, sin dejar de llamar, desde distintos teléfonos. Obteniendo siempre la misma respuesta. 

'El teléfono al que llama, se encuentra apagado o fuera de cobertura' 

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora