Ruinas

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El peso de las maletas parece estar empujándome hacía permanecer aquí. Debería por todos los medios hacerles caso. Lo sé con todas mis fuerzas, pero el vació en mi pecho que amenaza con envolverme a medida que pasa el tiempo me indica que por mucho que intente luchar, si no tomo esta decisión no podré continuar con mi vida. Me tiemblan las piernas y tengo la boca seca de todos los cigarrillos que he fumado mientras esperaba la salida del avión. Aún así, daría lo que fuera por poder fumar uno más. No he dormido más de un par de horas a lo largo de la semana, lo máximo que mi cuerpo ha aguantado antes de provocar que me vuelva loca, pero a medida que se acercaba la fecha, me hacía un poco más débil. Ahora, mientras atravieso el pasillo del avión y busco mi sitio, aún puedo sentir como los fantasmas del pasado me observan desde la lejanía, esperando que vuelva a caer. Siento rabia por sentirme así. Ya no queda nada de la Coraline que se fue hace año y medio. Ahora era fuerte, segura y tenía una vida a la que aferrarme. No dejaría que nada volviera a hundirme. Tomo asiento y miro los rascacielos de Nueva York una última vez. La última sí, porque esperaba que esta vez todo fuera distinto y no tuviera que volver a la ciudad que me vio renacer de entre el agujero más profundo. Las puertas se cierran, comienzan las indicaciones de vuelo y yo mando un último mensaje a Leo antes de tener que apagar el teléfono.

'Llegaré en 9 horas, no os emocionéis mucho'

Y su respuesta no tarda en llegar, provocándome un soplido de fastidio y diversión.

'Bienvenida a tu futuro en Roma'

Nueva York, 2 meses antes

El tiempo había pasado muy rápido desde mi reencuentro con los chicos. La Fashion Week había tenido tal éxito, que el trabajo no había parado desde entonces, aumentando mi estrés y el dinero en mi bolsillo. Pero la sonrisa en mi boca no había desaparecido desde entonces, aumentando considerablemente cada vez que los chicos se escapaban de Roma para verme. Hablábamos a diario, podía sentirles de nuevo conmigo en cada decisión que tomaba, y venían juntos a verme en las ocasiones en que podían hacerlo, aunque cada vez eran menos, ya que levantaban muchas más sospechas. Thomas, por su parte, estaba tan ocupado con el nuevo disco que apenas podía hablar y me entristecía que hubiesen pasado 3 meses desde la última vez que nos habíamos visto en persona. Leo era otra historia distinta, y se encontraba sentado a mi lado abanicándose con fuerza a medida que el calor de finales de abril hacía su aparición en la ciudad.

- Odio este calor pegajoso. – Me dice bebiendo de su refresco en mi balcón.

- El de Roma es aún peor. – Le recuerdo con burla.

- Ya, pero como en casa en ningún sitio. – Me reprocha.

- Ya solo te quedan dos días más aquí y volverás, no te preocupes. – Le digo acariciándole la cabeza como si fuera un perro. Él se reclina y me abraza como un niño, mientras sigo tocándole el pelo.

- Ven conmigo, Thomas te echa de menos. – Repite, como hace cada vez que viene a visitarme.

- No. – Le respondo, al igual que siempre. – No voy a cambiar mi respuesta por mucho que me preguntes Lello.

- Cora por favor, ¿Qué tengo que hacer?

- No se trata de hacer algo o no, se trata de mi bienestar, no quiero volver a Roma, mi sitio esta aquí.

- Pero si te pasas el tiempo echándonos de menos, crees que no te afecta porque el trabajo te mantiene ocupada, pero veo tus ojos cada vez que tenemos que irnos, o el tono de tu voz cuando llevamos mucho tiempo sin vernos. No eres feliz del todo, y tienes que admitirlo. – Al ver que no contesto, se separa de mi y me toma la mejilla, provocando que le mire. – Te conozco, se que la tristeza que te provoca estar lejos de nosotros no se asemeja ni un poco al miedo que tienes de encontrarte con él de nuevo. – Cierro los ojos al oírle decir aquello, confirmándole que tiene razón. – Pero ha pasado el tiempo Coraline, ni él es la misma persona que entonces, ni tu eres la misma chica que llegó como estudiante. Aquella vida ya no existe. Y por una vez, necesito que seas egoísta y que pienses en ti misma, sin pensar en las consecuencias.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora