Positano

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Me despierto oyendo únicamente la música proveniente del coche de Leo, mientras oigo los ronquidos de Thomas y el ruido del resto de coches a mi alrededor. Me dolía el cuello de la mala postura en la que me había dormido y sentía que la cabeza iba a estallarme de la tensión.

- Buenos días dormilona. – Me susurra Leo, dedicándome una sonrisa mientras conduce. Yo se la devuelvo y me inclino para dejarle un beso en la mejilla, volviendo a mi sitio y observando al resto.

Thomas seguía inmerso en su sueño, mientras Lavinia, a su lado, miraba por el retrovisor escuchando su propia música en sus cascos. En el coche de delante podía distinguir a Ethan al volante, acompañado de Laura y Victoria, Janis y Nica en el asiento trasero. Habíamos salido de madrugada para poder llegar a Positano por la mañana. Victoria se había encargado de alquilar una enorme villa privada a nivel del mar, donde pudiésemos estar tranquilos. Leo me había dicho que algunos de sus amigos se nos unirían a lo largo del día. Por lo que sabia, Giulio y Eduardo siempre se les unía en sus vacaciones, así que el resto no había tenido problema en que nos acompañaran.

Yo me había pasado la semana inmersa en el trabajo. Ni siquiera volvía caminando, a fin de evitar volver a encontrarme a Giorgia o a Damiano. Ni siquiera le había contado nada de aquello al resto, y por lo que sabia, él había preferido mantenerse en silencio porque nadie me había preguntado nada sobre aquel día. En realidad, lo prefería así. Ya era hora de que dejáramos al margen al resto.

- ¿Falta mucho? – Le pregunto a Leo al cabo de un rato.

- Que va, según el GPS, unos 45 minutos más y estamos.

- No veo la hora de llegar, te lo juro. – Digo estirándome.

- Te ira bien, te hacían falta unas vacaciones. Has estado muy tensa esta semana.

- Mucho trabajo. – Le respondo, esperando que cambie de tema.

- Callaros de una vez, la gente intenta dormir. – Dice Thomas, pegándole una patada a mi asiento.

- Si te has pasado las 4 horas de viaje durmiendo imbécil. – Le respondo con diversión. Me saca el dedo de en medio y se gira de nuevo a dormir.

Pasamos el resto del viaje en silencio, y cuando al fin llegamos a la villa, casi me echo a llorar. Necesitaba alejarme de Roma, del estrés y sobretodo de Damiano, y sabia que este lugar me ayudaría a vivir la paz que necesitaba.

- Muy bien, división de habitaciones. – Dice Vic, una vez que estamos en el salón de la villa. – Tenemos 8 habitaciones. 6 son dobles, una es triple, y la otra individual. ¿Alguien tiene preferencia por alguna?

- Yo me quedo la individual si os parece bien. – Dice Nica, a lo que todos consentimos.

- Muy bien, pues las demás son todas iguales, así que deshaced el equipaje y nos vemos en la playa en 1 hora. – Vuelve a decir Vic con entusiasmo.

Cada uno escoge una habitación y comenzamos a desempacar. Yo no tardo mucho en hacerlo, así que decido explorar un poco la casa. Decir que era enorme, era quedarse justo. Tenia 3 terrazas diferentes, todas con vistas a la playa, y si seguías un pequeño sendero de flores y arboles verdes podías llegar a una cuarta terraza escondida. Ya sabia donde iba a pasar la mayor parte del tiempo.

Tal y como había dicho Vic, nos reunimos todos en la playa, donde pasamos el día tostándonos al sol y divirtiéndonos como en los viejos tiempos. No podía evitar sentir melancolía por aquellos días.

Ostia, Roma. Dos años antes.

- Coraline pásame una cerveza. – Me dice Victoria, mientras mira sus cartas con atención, tratando de encontrar la mejor jugada. – Gracias amor. – Me responde cuando se la paso.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora