Guantanamera

173 14 2
                                    

Mentiría si dijera que ese cigarrillo nocturno no había vuelto a repetirse. Mentiría si dijera que la sonrisa no había aparecido en mis labios en más de una ocasión en su presencia. Y sobre todo mentiría, si dijera que la oscuridad que nos rodeaba no disminuía cuando estaba a mi lado. Nunca se me había dado bien mentir. Y a él se le daba bien ser mi luz en la noche. Siempre lo había sido.

- ¿Echas de menos estudiar psicología? – Me pregunta tumbado a mi lado, mientras sus ojos dejan por un momento las estrellas sobre nosotros y se vuelven hacia mí.

- Me gusta lo que hago ahora. – Le respondo simplemente.

- ¿Pero lo echas de menos? – Vuelve a preguntar.

- Creo que fue un poco... una decisión para contentar a mi madre. – Le confieso, ante su sorpresa. – Yo quería estudiar arte dramático. Pero ella decía que tenía que elegir una profesión con salida y pensar en mi futuro. – Doy una calada a mi cigarrillo ante su atenta mirada. – Yo en aquella época había sufrido mucho, por razones que ya sabes y que no voy a repetir. Me pareció lo mas razonable.

- Nunca me lo habías contado. – Me dice tras quedarme en silencio.

- Nunca me lo habías preguntado. – Le digo sonriéndole amargamente. – Además, me hacia sentir vergüenza. El sentirme vacía.

- ¿Ahora has dejado de sentirte así?

- Laboralmente hablando, sí. – Digo sin mirarle. Él suspira, captando la indirecta.

- ¿Por eso te has cambiado el apellido, señorita Bianchi? – Me pregunta con diversión.

- Hay muchas razones detrás de ese apellido, señor David. – Digo respondiéndole de la misma forma. – Quería empezar de cero, sin dejar del todo Italia. Olvidar lo que suponía aquel apellido. Y sobretodo quería que no me encontraras. – Digo más bajo. – Aunque bueno, tu tampoco me estabas buscando, así que no ha sido complicado.

Él me mira serio después de mis palabras, y yo le devuelvo la mirada, sin entender porque reacciona así, cuando es la realidad.

- Desapareciste del mapa. No me cogías el teléfono, no contestabas los mensajes. Me dejaste bien claro que no querías escucharme ni tampoco querías que te encontrara. ¿Crees que no te he buscado durante este tiempo? ¿Qué guarde todas tus cosas por si algún día volvías, por nada? ¿Qué guarde esa maldita cajetilla de tabaco porque era lo único que me recordaba que habías sido real, después de todo? Coraline tu no eres la única que tiene su versión. No eres la única que ha sufrido con tu partida. Solo que yo hice lo único que podía hacer y era intentar seguir hacia delante.

- No te estaba increpando nada Damiano. Solo era una puntualización. – Le respondo simplemente.

- Ya. Pero te conozco, y sé que tu nunca dices nada sin un significado detrás.

Se levanta y vuelve a la casa ante mi mirada incrédula. ¿De verdad había sido él el que se enfada conmigo? No podía creérmelo. Finalmente decido volver yo también, encontrándome a Lavinia y Nica charlando mientras ponen la mesa y el resto cocinan. Decido ayudarlas y paso el rato charlando con ellas hasta que Thomas y Ethan aparecen con platos de carne a la barbacoa y nos avisan de que es hora de comer. Nos sentamos a la mesa y Leo ocupa el sitio a mi lado y me besa la frente con cariño, bajo la mirada de Damiano, que evita mis ojos, pero que no se apartan de Leo.

- Chicos, no tenéis ni idea de lo feliz que me hace que estemos aquí todos juntos. – Dice Victoria levantándose, cuando ya lleva varias copas de vino, provocando que una sonrisa aparezca en mi rostro ante estos momentos que tanto de menos echaba. – Tenemos que volver el próximo verano, y el siguiente, y el siguiente. Todos. No podemos faltar ninguno. Prometédmelo venga. – Levanta su brazo, esperando que el resto hagamos lo mismo. – Venga hombre, prometedlo.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora