Tormenta de verano

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Siempre había tenido sentimientos encontrados con los cumpleaños. Me sentía feliz y un poco melancólica a la vez, pero siempre me había gustado celebrar los cumpleaños de las personas a las que quería. Mi cumpleaños era distinto. Sentía el subidón de adrenalina que te provoca saber que el tiempo ha cumplido otro año de reloj, que poco a poco te haces más vieja. Me sentía orgullosa de haber aguantado otro año más y eso era siempre lo que celebraba. Pero cuando llegaba el día siempre me abatía una tristeza incomprensible y acababa llorando sin motivo alguno. El cumpleaños siempre significaba inestabilidad para mí. Hoy, sin embargo, mientras el taxi me encamina a la fiesta de Leo, no me siento inestable. Les había prometido a todos que me comportaría, y sobretodo lo haría por Leo, y por mi misma. Tenía claro que sería muy duro reencontrarme con algunas personas, sobretodo fingir delante de tanta gente que nada estaba saliendo mal, pero se lo debía a mis amigos, y sabia que yo misma tendría que arreglar el problema que había ocasionado.

Cuando llego a la fiesta me sorprende ver la cantidad de personas presentes en la misma, y no puedo evitar sonreír. A Leo lo quería todo el mundo. No tardo en cruzarme con sus ojos al escanear el lugar y viene hacia mi con su sonrisa característica y los brazos abiertos, fundiéndose en un abrazo conmigo.

- Felicidades mullet daddy. – Le digo al oído, mientras me estrecha entre sus brazos y sintiendo su carcajada sobre mi piel.

- No vuelvas a llamarme daddy en público. – Me dice bromeando y levantando las cejas con insinuación al separarse de mí. – Gracias por haber venido.

- No podía perdérmelo. – Le doy un paquete envuelto y veo como sus ojos se abren con sorpresa. – Vamos, ábrelo.

Comienza a desenvolver el papel y sus ojos vuelven a abrirse más si es posible al ver su interior.

- Dios Coraline, ¿Cómo la has conseguido? – Dice volviendo a abrazarme con fuerza. – Esta cosa es de coleccionista. – Dice sacando la vieja cámara que tanto me había costado encontrar.

- Pensé que era una buena metáfora ¿Sabes? Tú no te rendiste hasta encontrarme. – Me mira con un brillo desconocido en los ojos. – Era justo que te devolviese el favor.

- Gracias. – Dice abrazándome de nuevo, y sé que hay muchas más palabras ocultas en este abrazo de las que sería capaz de decirme. – ¿Estás lista para lo que se te viene encima? – Dice al separarnos.

- Adelante, llévame a la jaula de los leones. – Le digo agarrando su brazo.

Nos adentramos en el hotel que ha alquilado para su fiesta esta noche. Los recuerdos me invaden al reconocerlo, porque no es la primera vez que había estado en este lugar de Roma. Pero aquello ya era parte de un pasado que jamás iba a volver. Finalmente veo a Thomas bailando con Lavinia, y a su alrededor el resto de los amigos de Leo y los chicos. Victoria y Ethan charlan con otro grupo en el que reconozco a Nica y a Janis, y se paralizan en cuanto me ven. Thomas es el primero en acercarse.

- Ya era hora, creía que te habrías perdido. – Me dice abrazándome.

- Eres un exagerado, si solo he llegado media hora más tarde. Lo cual debería ser algo asombroso teniendo en cuenta el maldito tráfico de Roma.

- Touché. – Me dice finalmente, separándose y dejando paso a su novia, que también me abraza con alegría. Adoraba a Lavinia desde el primer día que la conocí y nos habíamos hecho muy buenas amigas teniendo en cuenta que había acompañado a Thomas a verme en sus viajes.

- Ignórale, esta más testarudo que de costumbre hoy. – me dice ella tras abrazarme. – Me alegra mucho que hayas vuelto, será increíble poder vernos cuando queramos.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora