Recuerdos

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Roma, dos años antes

Salgo del baño sintiendo como arden mis mejillas y como poco a poco la adrenalina abandona mi cuerpo, dejando paso a la vergüenza acumulada. Ni siquiera espero a sentir los pasos de Damiano tras de mí y salgo del local a toda prisa, con la intención de que el aire de Roma me ayude a respirar de nuevo. Giro una calle y me apoyo contra el primer muro que encuentro, tratando de calmar mi respiración. ¿De verdad había ocurrido aquello? ¿Había dejado a Damiano en aquel baño de mala muerte y había huido sin más? Quería darle una lección, que supiese que el efecto que él provocaba en mí, también podía ocasionarlo yo. Sobretodo había querido que se tragara sus palabras sobre mi apariencia de niña mimada y buena, pero ahora había conseguido que ni siquiera pudiese mirarle a la cara. Bufo y me llevo las manos a la cabeza, tratando de pensar en mi próxima jugada. ¿Pedirle disculpas? ¿O buscar a Stefano y no volver a pisar jamás este pub con la esperanza de no tener que volver a verle? Estaba demasiado sumida en mis pensamientos y tratando de no tener un ataque de pánico.

No se cuento tiempo paso apoyada en aquel muro, calmando mi respiración y tratando de pensar con claridad. ¿Por qué tenia que arrepentirme de haberme descontrolado por una vez en la vida? Al fin y al cabo, había empezado él. Dispuesta a volver adentro y buscar a Stefano, miro el móvil, observando que son las 4 de la mañana y que tengo una alta cantidad de llamadas perdidas suyas. Seguramente me este buscando, así que me dirijo de nuevo al local y trato de buscarlo entre la multitud, con cuidado de no encontrarme a Damiano. Ni rastro. Le pregunto a Marco y me dice, para mi mala suerte, que Stefano se fue hace 20 minutos, después de buscarme y llamarme sin parar, creyendo que había vuelto a casa. Y que se encontraba terriblemente mal. Le agradezco la información y salgo de nuevo fuera, preparada mentalmente para volver a casa sola, a las 4 de la madrugada en Roma.

- ¿Coraline? – La voz de Thomas me saca de mis pensamientos y me giro hacía él, descubriendo que se encuentra apoyado en la pared del bar con un chico que reconozco por haberle visto en fotografías y con Damiano, al que evito dirigirle la mirada.

- Hola. – Respondo un poco avergonzada.

- ¿Qué haces aún aquí? Stefano te estaba buscando, creíamos que te habías marchado hace rato.

- Que va, había salido a tomar el aire y se me ha pasado el tiempo. – Le respondo, ignorando la sonrisa que se forma en el rostro de Damiano tras oír esas palabras. Si maldito imbécil, huía de ti. – He vuelto a por él, pero Marco me ha dicho que se ha marchado.

- Sí, te ha buscado durante un rato, pero iba bastante borracho y se lo ha llevado un taxi. – Me responde con comprensión. – Por cierto, este es Leo, no os he presentado.

Me acerco a ellos tras sus palabras y Leo me sonríe con amplitud, estrechándome la mano. Me cae bien al instante.

- ¿Tu eres la chica de la que no deja de hablar este imbécil? – Me pregunta. – Creo que eres la primera que le sigue el ritmo en la pista a esos pasos tan raros.

- No son raros. – Decimos Thomas y yo al unísono. Él claramente más ofendido que yo.

- Admiro tu valentía. – Me dice Leo riendo.

- Sí, aunque no lo parezca, esta chica sorprende. – Dice Damiano con ironía, provocando que los otros dos le miren con el ceño fruncido y que yo me atragante con mi propia saliva.

- Mmm Bueno. – Digo provocando que vuelvan su atención hacía mí. – Yo también debería llamar a un taxi y volver a casa.

- Yo me iba ya, puedo acercarte si quieres. – Me quedo helada tras oír las palabras de Damiano.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora