Llovía

413 18 4
                                    


La lluvia cae con fuerza sobre la ciudad que nunca duerme y el viento azota los cristales del edificio. Es el quinto día consecutivo en el que el sol no se deja ver sobre estas calles, y parece ser que seguirá así durante un tiempo. El invierno en Nueva york viene acompañado de un manto lúgubre de melancolía que me hace cerrar los ojos y pensar en el calor de las calles romanas. Hacía tiempo que ese calor había dejado de rozar mi piel, al igual que sus dedos acariciándome con cariño. Suspiro y vuelvo a abrir los ojos para desvanecer esos pensamientos mientras doy un sorbo a mi café y observo por el ventanal como las personas corren bajo la lluvia de un lugar a otro, tan minúsculas desde aquí. Me gusta imaginar que vidas podrían tener bajo esa fachada de estrés que les envuelve. ¿Cómo me imaginarán a mi desde fuera? El teléfono comienza a sonar tras dar mi último sorbo al café y contesto sin más demora.

- Señorita Bianchi, el coche la espera.

- Bajo enseguida Walter, déjame coger un abrigo.

Cuelgo rápidamente, me doy un último vistazo frente al espejo y me coloco el abrigo más pesado que puedo, mientras solicitó el ascensor que no tarda en llegar. Walter me espera bajo la lluvia con un paraguas para que pueda protegerme de ella a pesar de que el coche se encuentra a una distancia ridícula del recibidor. Una vez en el asiento trasero nos adentramos en la marea de coches destino al estudio, pero no tardamos en quedarnos atrapados en un atasco.

- Me da que llegará tarde señorita Bianchi, en días así podemos estar al menos una hora parados.

- No te preocupes Walter, creo que lo entenderán. Y por favor, llámame Coraline.

Él asiente sonriendo y prometiendo que lo hará, pero tras casi un año a mi lado no ha sido capaz de hacerlo. No logró entender esa necesidad de mostrarme respeto como si fuese alguien importante. Sigo siendo esa chica pérdida y tímida a la que recogió por primera vez hace meses atrás, aunque no parezca el caso.

- ¿Sabes que tengo que hacer hoy? – Le preguntó para romper el silencio, aún estando cómoda así.

- Tiene una sesión de fotos con Vogue a las 11:30, de la nueva colección. No se sí llegaremos a tiempo, pero lo más importante es la reunión de la Fashion Week del mes que viene, donde se decidirán las modelos que acudirán y los vestuarios previstos. – Hace una pausa tras ver mi sonrisa irónica por el retrovisor. – Me informan cada mañana de su itinerario para evitar retrasos.

- Ya. – Vuelvo a sonreír. – Deberías ser el secretario, no mi chofer. Así quizás dejarías de hablarme de usted.

- Ni aún así le daría esa satisfacción. – Dice guiñándome un ojo.

Walter siempre ha sido como un padre para mí. Se asegura de que llegue al trabajo y que llegue a casa al salir. Se preocupa por mí, sigue mis bromas y me entiende, a pesar del respeto que muestra en mi presencia, confía en mí y yo en él. Fue de las primeras personas a las que pude cogerle cariño cuando llegué aquí. Me distraigo mirando las gotas que caen sobre la ventanilla cuando un sonido de guitarra hace que se me erice la piel. No tardo en darme cuenta de que Walter ha puesto la emisora de radio mientras esperamos y yo espero estar equivocada, pero luego su voz se adentra en mis oídos y siento que el aire dentro del coche es demasiado escaso para mí. Trato de mantener la calma y que Walter no se de cuenta, pero cada verso en un cuchillo clavado en mi interior. Con más y más fuerza. Noto las lágrimas agolpadas en mis parpados y trago con dificultad intentando soportar el nudo que se forma en mi garganta. Me clavo las uñas en las palmas y muerdo mi labio con fuerza mientras intento luchar con las imágenes que se agolpan en mi mente. Mientras esa maldita letra sigue introduciéndose en mis oídos, martilleándome.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora