Aquel día

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El sonido del micrófono provoca que nos separemos y miremos con confusión al escenario.

- Emm, hola. – Abro los ojos con sorpresa al ver a Damiano en el escenario, y el resto se mira entre sí sin entender nada, y volviendo a tomar asiento. – No iba a subir al escenario porque, aunque no lo creáis soy una persona bastante diferente cuando subo al escenario a cantar y cuando estoy en mi día a día. Soy una persona muy reservada, ya lo sabéis todos los que estáis aquí porque sois amigos y familia y gente a la que queremos, pero el discurso de la señorita Bianchi me ha... me ha inspirado a subir. – Dice cruzando sus ojos con los míos. – Yo también quiero hablar un poco del amor, siguiendo el ejemplo que ha dicho ella. – Thomas me mira confuso y yo le devuelvo la misma mirada de no entender nada. – Hace muchos años conocí a una chica. Una chica frágil, rota y con tantísimo miedo que podía ver en sus ojos lo atrapada que se sentía. La conocí y no hizo falta más de dos palabras para ver que dentro de todo aquel caos que la rodeaba se encontraba la mayor de las luces. Y me enamore de ella de una forma... de una forma incomparable. – La gente aplaude y vitorea dando por hecho que habla de Giorgia, y Ethan me aprieta la mano mirándome con compasión. Yo le sonrió quitándole importancia y dirijo la mirada a mi plato. – Me enamore de una forma que jamás había experimentado. No podía dejar de pensar en ella, de escribir sobre ella, de querer estar a su lado todo el rato. Estaba enfermo de amor. – La gente suelta una carcajada y yo sintiéndome abrumada por aquellas palabras dedicadas a Giorgia cojo mi cajetilla de tabaco y me dispongo a levantarme. – Pero la cague. – Dice más alto, provocando que me paralice a medio camino y vuelva mi mirada a él. – La cague hasta el fondo. Fui un gilipollas con ella porque me daba miedo arruinar lo que teníamos si salía a la luz. Si todo el mundo opinaba. Quería protegerla porque a pesar de que cada día veía como se liberaba de todas esas cadenas y se hacia más fuerte sabia que aún no estaba preparada para el peso de mi mundo. Sabia que la vida más allá de nuestra bañera era un caos y quería mantenerla fuera de todo esto. Y le hizo daño, muchísimo, la hice sentir insignificante, como si me diese vergüenza y me odio cada día que pasa por no haber gritado a los cuatro vientos lo mucho que significaba para mí. – Las personas comienzan a mirarse confusas, sabiendo que Damiano y Giorgia hicieron publica su relación años atrás. – Y antes de poder gritar todo eso cometí el mayor de los errores y ella se fue. Se marchó de mi vida y no dejó más rastro que una cajetilla de tabaco con una estrella que me recordaba que para ella siempre fui la más brillante. – Los chicos vuelven su mirada a mí, incrédulos ante aquello y luego a Damiano. – La señorita Bianchi, ha dicho que el amor es presumirse. – Dice con intensidad, mirándome a los ojos. – Yo le escribí una canción a esa chica. Prometiéndole tantas cosas que esperaba poder cumplir. Y le puse su nombre. Con la esperanza de que algún día ella volviese. – La gente parece atar cabos y me miran. Yo aprieto la cajetilla de tabaco con fuerza, sin apartar los ojos de Damiano y sintiendo como las lágrimas y el dolor me golpean con fuerza. – Pero si eso no es suficiente no voy a volver a ser tan idiota de no gritar, ante todos vosotros que la he amado cada segundo de mi existencia desde que ella apareció en mi vida. La he amado, la amo y la amaré irremediablemente, y con todas mis fuerzas. – Dice copiando mis palabras. Yo suelto un sollozo en silencio y agarro mi bolso con convicción, dirigiéndome a la puerta con prisa, sintiendo como todo me da vueltas y solo necesito que el aire me golpee para poder pensar. Los recuerdos me paralizan, me golpean, me atrapan. – Coraline. – Dice él, con la voz entrecortada, ante el silencio de todos los presentes que no son capaces de reaccionar. Yo me giro una última vez y me pierdo en sus ojos. – Eres el amor de mi vida.

Roma, 1 año antes

Me abrazo a mí misma, rodeada en mis sabanas y observo como la lluvia cae con más fuerza que nunca sobre la ciudad eterna. El frio cala mis huesos y maldigo que la calefacción no sirva porque puedo observar el vahó que sale de mi boca. Llevaba casi un año viviendo en Roma, y me había tocado vivir el invierno más frio que se había registrado hasta la fecha. Pero nada se comparaba con el frio que sentía al otro lado de la cama desde que Damiano y los chicos se habían ido a Milán a grabar. Solo iban a ser dos semanas, y solo faltaban 3 días para que volviesen, pero me había acostumbrado a verles todos los días y ahora me faltaba una parte de mí. Y sin hablar de Damiano, que prácticamente se había mudado a casa, porque pasaba día y noche conmigo, y ahora solo me había dejado una camiseta, una caja de cigarrillos sin acabar y un recuerdo que me acompañaba en cada movimiento.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora