Oscuridad

152 10 4
                                    

Bajo la mirada rápidamente a mi copa, bebiéndome el contenido y evitando con todas mis fuerzas sus ojos. Finalmente es Vic quien le hace la pregunta que gira en torno a mi cabeza desde que ha puesto un pie aquí.

- ¿Qué haces aquí Damia? ¿No te ibas de vacaciones con Gio?

- He cambiado de idea. – Responde él simplemente. - ¿Hay sitio para uno más?

- Claro que sí. – Dice Ethan, feliz de tenernos a todos juntos. – Solo faltabas tú. Venid, os acompaño a las habitaciones que han quedado.

Ethan desaparece por el pasillo, seguido de los nuevos integrantes en nuestras vacaciones, mientras yo siento como alguien se posiciona a mi lado y se apoya en mí para que le mire.

- ¿Todo bien? – Me susurra Leo, viendo el cambio en mi actitud.

- ¿Tú que crees? – Le respondo tratando de sonreírle para quitarle hierro al asunto.

- ¿Quieres contarme algo Cora? – Vuelve a preguntarme.

Niego con tranquilidad, dándole un pequeño abrazo y dirigiéndome a mi habitación. Sabia que necesitaba hablar de aquello con alguien, pero no podía crear siempre una guerra entre Damiano y sus amigos, así que prefería fingir que todo estaba bien y centrarme en disfrutar las vacaciones, aunque su aparición me creara un impedimento. Tenia la cabeza llena de preguntas sobre porque estaba aquí. Qué le había echo cambiar de idea. Por qué venia solo y, sobre todo, por qué me había buscado con la mirada nada más poner un pie aquí, sabiendo que lo último que quería era hablar con él.

Fuera es noche cerrada y puedo oír como Thomas toca la guitarra, sentado en aquella terraza, junto a Ethan que le acompaña con la caja y las risas del resto. Busco mi paquete de cigarrillos y finalmente salgo de la habitación, sonriendo al resto al pasar delante de ellos y siguiendo mi camino por el sendero que había descubierto esta mañana y que me llevaba a la pequeña terraza oculta de la villa. En esta parte de la casa no había luces, por lo que lo único que podía ver a mi alrededor era la luz de la luna y la luz que desprendía mi cigarrillo al encenderlo. Me gustaban los momentos así, porque hace años no era capaz de disfrutar de ellos. De la soledad y la oscuridad. Me daban tanto miedo que había perdido la oportunidad de disfrutar de situaciones como esta. Oír las risas de mis amigos y la música que tocaban en la lejanía, las olas del mar y las luces del resto de casas a nuestro alrededor. Inspiro del cigarrillo y cierro los ojos, dejando que el humo me consuma y me envuelva, dándome calor.

Roma, dos años antes.

La lluvia caía con fuerza aquel día, mientras yo corría por las calles de Roma maldiciendo no haber comprado aún un paraguas. Siempre me pasaba igual, despistada hasta la médula y esperando que la vida me pusiera delante las soluciones que yo misma tenia que buscar. Stefano no había podido acompañarme hoy a casa porque tenía una tutoría con un profesor, así que no podía disfrutar de su acogedor coche y tenía que llover precisamente hoy.

Finalmente llego a casa, tratando de recuperar el aliento y con el agua calándome hasta los huesos, sorprendiéndome de encontrar el coche de Damiano frente a mi puerta, mientras él me mira divertido desde dentro. Baja antes de que a mi se me ocurra entrar y mojarle la carrocería y yo le lanzo una mirada de odio.

- Vaya recibimiento. – Me dice riendo. – ¿Te has tirado al Tevere? – Me sigue hasta que entramos en casa, mientras yo voy quitándome prendas de ropa, que caen con fuerza al suelo por el peso del agua. – Este recibimiento me gusta más.

- Imbécil, no tengo paraguas y ahora voy a coger una pulmonía. – Le digo enfadada y sin entender porque estaba aquí. - ¿Por qué has venido? Creía que teníais ensayo hoy.

RimaniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora