RALEIGH volvió cinco días después. Dijo que le hubiera gustado volver antes pero que se le habían juntado muchas tareas. Hizo pastel de chocolate y me obligó a comer más de lo que mi estómago podía retener. Estaba empezando a acostumbrarme.
— Creo que mañana volveré a Portland por un par de cosas que dejé allí.
Raleigh se tensó levemente pero lo disimuló empezando a batir huevos.
— ¿No puedes pedirle a alguien que te las envíe?
— Podría. Pero creo que se quedarían en aduanas.
No pretendía decirle a la pobre mujer, quien me permitía estar rodeado de sus hijos y "sobrinos", que pretendía conducir más de tres horas para ir a ver a un tipo que vendía droga en los suburbios.
— Además, creo que me vendrá bien conducir. Para calmar los nervios de volver a entrenar.
— ¿Entrenar?
— Estoy en el equipo de Hosse.
Asintió con la cabeza y continuó con la receta de lo que parecía ser un pastel de carne. Pensé que la conversación había acabado cuando los gemelos entraron en la cocina, pero me equivoqué.
— ¿Por qué no te llevas a uno de los chicos para que te haga compañía?
— No sé de qué tipo de compañía estás hablando y tampoco sé si quiero averiguarlo, pero yo estoy muy ocupado. — dijo Killeen engullendo un pedazo de tarta. — Tengo un examen dentro de un mes, tres trabajos para la semana que viene y no me estoy enterando de nada. No sé por qué estoy estudiando una carrera, si ya somos ricos.
Las clases habían comenzado el lunes día 20 y, como había previsto Aiken, Killen estuvo tres días en la residencia antes de llamar a su madre llorando porque había intentado poner el lavavajillas y se le había llenado la habitación de jabón y espuma. Ese mismo día recogió sus cosas y regresó a casa con sus hermanos.
— Eres la humildad en persona, hijo mío. ¿Aiken?
— ¿Compañía para qué?
— Para un viaje. — contestó su madre antes de darme la oportunidad de hablar.
— ¿Cuándo?
— Mañana.
— Mierda. Me encantaría, de verdad. Pero me ha surgido una cosa.
— ¿Qué clase de cosa? — preguntó Leigh con el ceño fruncido.
Por las reacciones de ambos, supuse que esa no era la primera vez que tenían una conversación de ese estilo.
— Verás, querida madre, hay algo que no te he dicho. El otro día me pusieron una multa y me han quitado el carnet. Mañana tengo el examen.
— Aiken Kalú Woodward. — dijo ella, y vi como su hijo pasaba de medir un metro ochenta y cuatro a siete centímetros.
Raleigh nos llegaba a casi todos por debajo de los hombros y transmitía calidez y confianza, pero enfadada daba bastante miedo.
— Es la segunda vez que te quitan el carnet. Más te vale que no haya una tercera. Y estás castigado.
— ¿Qué? Tengo dieciocho años, no puedes...
— Mientras vivas bajo mi techo, podré castigarte aunque tengas treinta y cinco.
Aiken bajó la cabeza y se sentó en una silla para comer pastel, haciendo un berrinche como un niño pequeño. Killeen, a su lado, parecía haberse quedado dormido sobre su trozo de tarta. Mientras trataba de despertarlo, Kendrew entró en la cocina. Vestía más o menos igual que el día que visitamos la ciudad.
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Moon and Sun
Teen FictionAshler se acostumbró desde muy pequeño a perder las cosas que más amaba, - su familia, su hogar, su felicidad - sin embargo, nunca pudo huir de las cosas que más daño le hacían - su padrastro, su ciudad, sus compañeros -. Por esto, Ashler nunca crey...