TRECE

110 16 1
                                    


QUIZÁS fuera demasiado ingenuo. O quizás fuera demasiado desconfiado. O quizás solo fuera tonto. Porque después de que la familia Woodward comenzase a considerarme parte de su familia, seguía sin tomarme sus palabras como algo literal. Error mío.

Kendrew había comenzado a hacer exactamente lo que dije, vigilarme veinticuatro horas diarias. Me acompañaba a los entrenamientos, me recogía de ellos, me seguía hasta casa... No entendía de dónde sacaba tiempo para hacer todo lo que decía.

Por otro lado, no hablábamos mucho en esos momentos, tan solo un "hola" o un "nos vemos luego", pero tampoco era incómodo. Simplemente era raro.

Esa semana había tenido un par de complicaciones: el equipo se estaba derrumbando, el siguiente partido era en otro estado, Narváez no me contestaba al teléfono y había tenido que ir a rechazar el testamento de Braxton. Necesitaba estar solo y tomar un respiro para centrarme pero, obviamente, eso no iba a pasar.

Decidí salir a correr por el bosque para centrarme y me dije a mi mismo que debería seguir haciéndolo cuando me di cuenta que no estaba en tan buena salud física como pensaba. Cuando llegué a un claro me detuve, apoyando las manos en las rodillas para recuperar el aliento. Tan solo podía escuchar mi respiración agitada y el sonido de los pájaros desde las copas de los árboles, por lo que casi me dio un infarto cuando al levantarme me topé con la figura de Kendrew.

— ¡¿Quieres matarme?! — pregunté cuando recuperé el aliento.

— Sí. — respondió cruzándose de brazos.

¿Realmente esperaba otra respuesta? Por supuesto que no. Comenzó a caminar dando vueltas a mi alrededor, observándome de arriba a abajo.

— ¿Sabes? Es un poco incómodo saber que estás siempre ahí.

Se quedó mirándome sin mover ni un solo músculo facial. Ni siquiera intentaba disimular que no me había estado siguiendo, ¿cómo podía no haberme dado cuenta de que esta familia no era normal? Quizás sí que fuera tonto.

— Olvídalo. No se para que...

Se acercó a mí tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar y me colocó la mano en la boca a mitad de frase. Abrí mucho los ojos, desconcertado, y observé como olisqueaba el ambiente. Giró la cabeza hacia una de las entradas del claro y se mantuvo ahí varios segundos.

— Oh, no. — susurró apartándose.

— ¿Qué ocurre?

No me hizo caso e intentó esconderme detrás de su cuerpo incluso cuando yo era un par de centímetros más alto que él.

— Ni se te ocurra moverte ni hablar. Ni siquiera respires demasiado fuerte.

Contuve el aliento aunque era evidente que no era capaz de sobrevivir más de dos minutos sin oxígeno y esperé, viendo el cuerpo de Kendrew tensarse cada vez más. Tras varios minutos de silencio, una sombra empezó a aparecer entre los árboles. No supe lo que era hasta que su cuerpo estuvo completamente a la vista.

Un lobo negro con mechones grises, tan grande como un caballo, con colmillos como navajas y garras como cuchillos. Estaba en posición de ataque, tenía las orejas pegadas a la cabeza y parecía que nosotros éramos su almuerzo, lo cual no era ningún consuelo.

Gruñó en nuestra dirección y Kendrew hizo lo mismo, sonando aterradoramente similar al rugido del animal. El lobo comenzó a correr hacia nosotros, así que sopesé las posibilidades: correr, aunque no fuera tan rápido como él y ser comida de lobo, quedarme quieto y ser comida de lobo o intentar defenderme y ser comida de lobo de todas formas. La situación no era muy esperanzadora.

Moon and SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora