TREINTA Y SIETE

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— MIRA, Ashler. — dijo Aiken desde la sala de estar. — Sales en la tele.

Me atraganté con el desayuno y me levanté a toda prisa de la mesa de la cocina. En un canal de deportes estaban emitiendo el puñetazo que le había dado al Cisne del Promise Conservatory. Todos los comentaristas decían que mi actitud había sido "antideportiva" y que el Entrenador Cash debería ponerle remedio a mi "pequeño problema de actitud."

— Gilipollas. — dije, y me di la vuelta para volver con mis cereales.

Sin embargo, alguien llamó a la puerta de entrada. Al abrir, unos ojos rojos y una cabellera albina me recibieron.

— Ashler. — dijo Dabria Windermere.

Me aparté de la puerta para que pudiera pasar y llamé a Raleigh con un grito. Kendrew y su madre aparecieron al instante en las escaleras e hicieron que todo el mundo se reuniera en la sala de estar. Killeen seguía prácticamente dormido cuando la conversación comenzó.

— El Reino de los Lobos se ha enterado del terrible incidente y os mandan sus más sinceras disculpas. — comenzó. — Sin embargo, muchos de ellos se han enterado de que mantuvisteis a un humano en vuestra manada y los más conservadores no están dispuestos a reconocerle como su rey.

Desde luego, la mejor forma de alegrar un domingo por la mañana.

— Por suerte, no se han negado a aceptarle. Con esto quiero decir que no lucharán por usted, pero tampoco en su contra. Por otro lado, los más progresistas han tomado esa acción como un símbolo de resurgimiento. Aceptarán al nuevo rey con los brazos abiertos. El resto se ha mantenido neutral, pero dudo que vayan a suponer un problema. Eso es todo.

Kendrew, sentado a mi lado, intentaba mantenerse tranquilo, pero su cuerpo se había tensado. Su madre se giró hasta que quedó sentada de lado frente a él y le agarró las manos con suavidad.

— Ha llegado la hora de que tomes tu propia decisión, hijo.

Kendrew miró a su madre y después a Dabria, una y otra vez durante dos eternos minutos. Sabía que había estado nervioso por esto, pero esperar a que pasara no era lo mismo que ver como sucedía frente a sus narices.

— Dabria sería muy buena regente. — susurró el rubio, la vista pegada al suelo.

— Sí. — estuvo de acuerdo su madre. — Sería excelente.

Kendrew se levantó y se paró frente a Dabria, haciendo que esta se levantara. La chica, que no tendría más de veinticinco años, era veinte centímetros más baja que Kendrew, lo que la hacía parecer muy delicada pese a que sabía que podía arrancarme la cabeza si así lo deseaba.

Kendrew la observó durante unos minutos interminables antes de suspirar y levantar la cabeza.

— Gracias por tu ayuda, pero puedes descansar.

— Bienvenido, — dijo ella. — Rey de los Lobos.

Hizo una reverencia y la piel se me puso de gallina. Raleigh y sus hijos se levantaron, seguidos por el resto de la familia, incluidos Rachel y Glades.

Toda la manada hizo una reverencia ante su nuevo rey.

Kendrew les observó con los ojos abiertos como platos y tragó en seco. Yo me levanté lentamente, y su mirada recayó sobre mi. No entendía cómo funcionaba su mundo o como actuaba su gente, lo único que sabía era que, ahora, su mundo y el mío eran el mismo. Agaché la cabeza a modo de pequeña reverencia.

Kendrew respiró hondo y estiró los hombros. Nos miró lentamente, uno por uno, y tras unos segundos imitó mi gesto, agradeciendo nuestra fidelidad. Tenía mucho camino por delante, muchas dificultades que afrontar y muchas personas a las que convencer, pero sabía que nos tenía de su lado. No permitiríamos que pasara por todo aquello solo.

Moon and SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora