CINCO

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LA casa Woodward había tenido un ambiente extraño los últimos días. Killeen estaba tan estresado por la universidad que solo salía de su habitación para comer y, cuando alguien le hablaba, le contestaba como si le hubieran hecho una pregunta de vida o muerte y huía de nuevo a su habitación. Dudaba que se hubiera duchado en los últimos tres días.

Aiken, debido a la ausencia de su gemelo, estaba más inseguro. Kendrew estaba enfadado con su madre por un motivo que no conocía y que, evidentemente, no le iba a preguntar. El resto de la familia estaba desaparecida en combate. Raleigh, sin embargo, se tomaba las cosas con calma.

El día que conseguí huir de Aiken, que había sustituido a su gemelo ausente por mi, bajaba por las escaleras de la casa del arroyo dispuesto a viajar a la ciudad para hacer la compra semanal, pero al abrir la puerta me encontré con algo en el camino: Un ciervo yacía muerto junto a mi coche.

Pegué un pequeño grito al verlo y me tapé la nariz y la boca con la mano para no sentir el olor de la putrefacción. Me preguntaba cómo había llegado hasta ahí pero sobre todo me pregunté cómo iba yo a sacarlo del aparcamiento. Me acerqué al animal y le pateé un poco para asegurarme de que estaba muerto. Sus ojos sin vida confirmaron mis sospechas.

Estuve observando al pobre ciervo durante dos minutos, preguntándome qué debía hacer exactamente. ¿Lo enterraba en el jardín? ¿Le hacía un entierro digno? ¿Lo dejaba en el bosque para que se descompusiera? ¿Lo tiraba al río? No me hizo falta pensar mucho más porque Raleigh y los gemelos aparecieron a mi lado.

— Yo no he sido. — dije al verlos.

Raleigh se rió de mí y los gemelos me miraron como si fuera imbécil, cosa que tampoco iba a negar.

— Tenía dudas sobre qué hacer para cenar, pero muchas gracias Ashler, acabas de ahorrarme un viaje al centro.

La miré, horrorizado. No me importaba que los demás comieran carne a mi alrededor, pero no me hacía falta saber que iban a descuartizar y desmembrar a un pobre animalillo que había tenido un final un poco desafortunado.

— Hace tiempo que no comemos ciervo. — dijo Killeen.

— A Kendrew le gusta. — añadió Aiken. — A lo mejor así se le pasa el enfado.

Segundos después, recogieron al animal, uno por los cuernos y otro por los cuartos traseros, y se lo llevaron fuera de mi vista.

— No te sientas mal, querido. Iba a haber acabado siendo comida de lobos de todas formas.

— ¿¡Qué!? ¿Hay lobos aquí?

— Oh, desde luego. Pero no te preocupes, son inofensivos. Cambiando de tema, ¿tienes planes para esta noche?

— ¿Esta noche? — pregunté un poco desconcertado.

La escena del ciervo me había dejado un poco desconcertado, por lo que tardé un par de segundos en seguir el rumbo de la conversación. Ella asintió y yo me percaté de que, posiblemente, fuera más tonto de lo que todos pensábamos. Negué con la cabeza respondiendo a la pregunta que había quedado sostenida en el aire y con un gesto de la mano me indicó que la siguiera. Ni siquiera intenté resistirme porque supe que era una batalla perdida.

Al llegar a la casa amarilla, la familia Woodward al completo nos esperaba en la sala de estar.

— ¡Ashler! — me llamó Winnie, dando palmaditas al sofá para que me sentara a su lado.

Killeen y Kendrew ni se inmutaron porque al parecer ya me tenían muy visto, pero llevaba días sin ver a la mitad de ellos así que se me hizo raro ver a tanta gente junta de nuevo. De hecho, casi nunca estaban en la casa cuando yo venía. Tan solo les había visto un par de veces.

Moon and SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora