VEINTITRÉS

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EL primer partido de los cuartos de final estaba a tan solo un par de minutos de dar comienzo. Lo más gracioso de todo era que Washington se enfrentaría contra Portland, lo cual me hacía tener sentimientos encontrados. Quizás no había vivido mis mejores momentos en Portland pero, después de todo, había sido mi hogar durante más de diez años. Pese a eso, no iba a dejar que mis emociones afectaran a mi rendimiento sobre la pista.

Estaba colocándome los patines cuando el entrenador Cash entró en el vestuario seguido por las chicas, que iban descalzas.

— Escuchad atentamente, trozos de basura.

Nos colocamos a su alrededor, no haciendo mucho caso a su insulto.

— Hace dos temporadas nos quedamos a las puertas de entrar en cuartos, la temporada pasada nos eliminaron exactamente en este punto. Quiero que dejéis el pasado atrás y os centréis en que este es el momento en que la CDU nos dejará de tomar por una causa perdida. ¿Sabéis lo que tenéis que hacer?

— Sí, entrenador. — contestamos todo el equipo al unísono.

Cuando creímos que la conversación motivadora había acabado, Milan se levantó y se colocó al lado de Cash.

— Quería deciros algo antes de empezar el partido, no solo como capitán sino también como un compañero. Me gustaría pediros disculpas. Os he estado pidiendo mucho los últimos años y en ningún momento he dado buen ejemplo. Quiero proponeros empezar de cero.

El vestuario se quedó en silencio demasiado tiempo como para no considerarse una situación incómoda. Aquella conversación no tenía nada que ver conmigo, así que me concentré en atar los cordones en silencio. Sorprendentemente, el siguiente en hablar fue Daymen.

— Lo único que quiero es ganar y sé que no lo vamos a conseguir si seguimos con este problema de actitud. Podríamos tener una tregua al menos hasta que termine la temporada.

Milan le sonrió y él asintió mientras se sentaba de nuevo. Al ver que nadie decía nada más, Milan le envió una mirada asesina a Kenma para que hiciera algo al respecto.

— Supongo que podríamos intentarlo. — dijo a regañadientes.

Brandon suspiró y puso los ojos en blanco justo antes de que Faith le diera un golpe en la nuca con la palma de la mano. Este se giró hacia ella sorprendido y susurró una maldición al observar la cara de su compañera.

— Supongo que sí. — respondió de mal humor. — Pero no prometo nada.

El entrenador dio una palmada dando por finalizada aquella intervención y nos permitió seguir preparándonos. Las chicas se fueron a su vestuario después de agarrar unas gomas de pelo de la muñeca de Milan.

Por lo poco que sabía, el equipo había tenido cuatro sesiones conjuntas con la psicóloga del equipo, Emma May. Dos de ellas habían acabado siendo un desastre y las otras, según Cash, parecía que habían ayudado en el progreso del equipo. Pero aquello no era lo más importante en ese momento.

En el entrenamiento matutino de aquel día, el entrenador había intentado advertirnos para que tuviéramos cuidado. Había dicho que el equipo TBT era uno de los más agresivos de todo nuestro distrito y que debíamos cuidarnos las espaldas porque no tendrían ningún tipo de inconveniente lesionando a alguno de nosotros. Eso tan solo hizo que nos enfadáramos aún más. Quizás no nos teníamos mucho aprecio los unos a los otros, pero tan solo un Husky podía joder a otro Husky.

Estábamos tensos y emocionados mientras esperábamos bajo las gradas a que dijeran nuestros nombres. En el primer tercio, Milan, Axel, Daymen, Brandon, Kenma y yo saldríamos al hielo como titulares. Esto quería decir que Kenma tendría que jugar tres tiempos completos y el resto de nosotros seríamos sustituidos tan solo si considerábamos estar demasiado cansados como para no rendir al cien por cien.

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