NUEVE

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EL despertador sonó a las cinco y media de la mañana, avisando de que tenía entrenamiento. Me levanté de la cama a regañadientes, abandonando la calidez de las sábanas. Me vestí con las primeras prendas que pillé tiradas por el suelo y me dirigí al coche, pero algo en mi camino me interrumpió.

— Oh no. Otra vez no, por favor.

Dos conejos yacían muertos sobre las escaleras del porche. Tenían sangre sobre el pelaje alrededor del cuello y los ojos terroríficamente abiertos. Los agarré de las orejas, tragándome la bilis que subía por mi garganta. Pensé que lo más sensato era dejarlos en el bosque para que su asesino terminara de aniquilarlos, pero me dieron pena, así que les hundí en el agua del río con suavidad. Tardé más de lo que pensé en dejarlos y, al llegar al estadio, me llevé una pequeña reprimenda del entrenador.

El equipo había mejorado en cuanto a comportamiento. La amenaza de Cash de dejar al equipo en el banquillo durante el resto de la temporada había asustado a los jugadores. Un tercio del equipo dependía de la beca deportiva para poder seguir cursando sus estudios, Brandon necesitaba el equipo para mantener su libertad condicional y el resto, donde me incluía, estaba allí porque realmente les apasionaba el Hosse.

Milan y Axel harían cualquier cosa por seguir jugando, así que se esforzaron más que nunca por evitar todo tipo de peleas o malentendidos. Daymen era, literalmente, un obsesivo compulsivo del Hosse, así que amenazó a su hermano con el asesinato a sangre fría si por su inmadurez le dejaban sin jugar.

Por otro lado, estaba Faith que, con su encanto natural, hacía que nadie pudiera llevarla la contraria. Era encantadora, trataba a todas las personas con amabilidad y respeto, lo que hacía que nadie, incluido Brandon, fuera capaz de tratarla mal.

Kenma, sin embargo, estaba ahí ejerciendo de florero ya que tan solo le había visto interesarse de verdad por el deporte cuando The Slayers consiguió pasar su defensa. Lo que no entendía era por qué el capitán le había adoptado como a un cachorro indefenso.

Pese a todo, la tensión seguía notándose en el aire: Daymen y Brandon no se peleaban, pero tan solo porque se limitaban a no dirigirse la palabra. No tenía claro cómo Daymen y yo podríamos llegar a un punto intermedio entre su técnica y la mía ya que él se negaba a dar su brazo a torcer, pero estábamos trabajando en ello.

Gracias a esto, la pista de Hosse había pasado a ser un terreno cubierto de minas a un paseo por la pradera. Relativamente. Al terminar el segundo entrenamiento, que se realizaba por las tardes, me encontré con la última persona que podría haber esperado ver. Kendrew.

Este aguardaba apoyado sobre su coche, observando a todos mis compañeros de equipo uno por uno.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunté, confuso y un poco irritado.

Habían pasado varios días desde que había visto a algún miembro de la familia Woodward. Los había estado evitando, saliendo temprano de casa y volviendo pasada la medianoche. Una actitud muy inmadura por mi parte pero, gestionar los sentimientos de una manera sana nunca había sido mi fuerte.

— Perder mi tiempo esperando por ti. — contestó, analizando a Kenma con atención.

— ¿Ves algo que te interese?

— Puede. — contestó, e instantáneamente se giró para mirarme. — Te echan de menos en casa.

— Nos vimos hace menos de tres días.

— Se han acostumbrado a tenerte deambulando por nuestra casa veinticuatro horas diarias.

— Yo no deambulo. Por lo que veo, te excluyes de la oración.

Moon and SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora