VEINTE

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KENDREW


El día que Ashler se fue lo único que hice fue tumbarme en la cama y escuchar música. No supe cómo ni porqué pero terminé escuchando chance with you de Mehro a las cuatro de la madrugada. Quizás no era tan basura como había dicho meses atrás, pero jamás iba a admitirlo en voz alta.

El segundo día se hizo imposible estar cerca de mis hermanos a menos de diez metros. Se habían hecho completamente dependientes de Ashler y no podía hacer nada para remediarlo, así que nos tocó aguantarles mientras gimoteaban por los pasillos. Malditos dramáticos.

Al tercer día le recé a la luna para que acabara con ese sufrimiento. Killeen se quejaba porque estaba demasiado distraído como para estudiar y Aiken se quejaba porque no tenía suficientes distracciones y estaba aburrido. Quizás debería haberme muerto cuando tuve la oportunidad.

Después de una semana estuve demasiado ocupado como para preocuparme de la inmadurez de mis hermanos. Mamá me había dejado docenas de libros que debía leer si algún día quería ser un buen Alfa. Eran como una especie de diarios, dijo. Diarios de Alfas que habían muerto hace más de quinientos años. La vida evoluciona, mujer.

Después de dos semanas los gemelos comenzaron a pelearse entre ellos. Normalmente no lo hacían, pero cuando pasaba podía durar días o incluso semanas hasta que uno de ellos sacaba la valentía necesaria como para disculparse. Ni siquiera tenían un puto motivo para hacerlo, tan solo estaban aburridos.

Luego, tras tres semanas, mis hermanos consiguieron relajarse. Creo que tuvo que ver con la conversación que mamá mantuvo con ellos y que, por supuesto, yo no escuché. Agradecía el silencio después de tanta agitación. La parejita feliz se había ido a su casa, Max y Winnie estaban visitando a sus padres y Rhys, aunque estaba de cuerpo presente, tenía la mente concentrada en matar alienígenas del espacio exterior.

En la cuarta semana mis hermanos volvieron a animarse, pero no de la forma que me hubiera gustado. Estaban emocionados porque, en teoría, Ashler saldría en una semana, día arriba, día abajo. Lo que ellos tenían era un problema serio.

Pero he de suponer que nada de esto importa realmente.

Nos habíamos acostumbrado tanto a la presencia de Ashler, que nadie sabía realmente qué hacer. ¿Cómo puede ser eso? Te preguntarás. Habíamos estado perdidos durante muchos años. Mamá había perdido a su marido y había ganado una responsabilidad que nunca quiso, los gemelos habían perdido a su padre y yo me había perdido a mi mismo. Ashler fue la primera cosa que pareció tener sentido en nuestras vidas y, por muy egoísta que suene, nos aferramos a él pese a que no nos conocía realmente.

Creo que esa era la razón por la que mis hermanos estaban tan enfadados con todos nosotros: estaban enfadados consigo mismos por dejar perder algo valioso, con mamá por dejar que eso sucediera y conmigo por dejar ir algo que consideraban suyo. Eso era una de las cosas malas de ser un lobo, la puta posesividad.

 Eso era una de las cosas malas de ser un lobo, la puta posesividad

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