DIEZ

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SI me hubieran dicho que formar parte de la familia Woodward querría decir tener a los gemelos y a su hermano pegados a mi culo, me lo hubiera pensado mejor. Pensaba que Kendrew tan solo era sobreprotector con Aiken y Killeen, pero no, lo era con toda la familia, a su manera.

Raleigh se había tenido que ir para realizar unos "negocios". A esas alturas ya no me creía nada pero decían que era por mi bien y confiaba en ellos. Los recién comprometidos la habían acompañado, Winnie y Maxter se habían ido a visitar a sus padres y Rhys, que no se separaba de su mejor amigo ni para ir al baño, había ido también, por lo que los gemelos estaban solos bajo la supervisión de Kendrew. Aquello iba a ser un desastre.

Durante los días que su madre estuvo ausente, los hermanos me llevaron y me recogieron de los entrenamientos pese a que yo había dicho que prefería usar mi coche. Según Aiken, la pista era un buffet libre para él.

— Ashler, ¿cómo puedes tener a tantos pivones en tu equipo y no querer follarte a ninguno?

— Son personas, Aiken, no comida. — respondió Killeen al ver que a su gemelo se le estaba a punto de caer la baba.

— ¿Quién es el chico con cara de estar a un cigarrillo de morirse?

Miré por la ventanilla, siguiendo los ojos de Aiken, hasta llegar a la persona de la que hablaba. No podía ser verdad. ¿Qué les pasaba a todos con él?

— Kenma. Pero no lo intentes, tu hermano mayor ya le ha echado el ojo.

Kendrew, que hasta ese momento había estado pasando de nosotros, se giró hacia mí interrogándome con la mirada.

— Joder, Kendrew. Eres un puto posesivo. Deja un poco para los demás.

— Todo tuyo. — contestó con aburrimiento.

Aiken hizo un gesto de victoria y se giró de nuevo hacia Kenma, que fumaba un cigarrillo apoyado en la puerta de su coche mientras escuchaba hablar a Faith. Por muy extraño que pudiera parecer, esos dos eran uña y carne y si Kenma no estaba con los jugadores de cuarto año, seguramente pudieras encontrarle con ella. Ambos eran porteros, así que pude suponer que su relación habría comenzado por eso.

— ¿Podemos irnos ya? Tengo que estudiar.

Killeen, a quien cada vez se le notaban más las ojeras, estaba al borde de sufrir un ataque de ansiedad por estar en medio de un aparcamiento perdiendo el tiempo cuando debería estar amargándose la existencia en su casa.

— ¿Cuántos días llevas sin dormir? — le pregunté mientras Aiken arrancaba el coche.

— Dormir está sobrevalorado.

— Quizás yo no estoy estudiando una carrera universitaria pero, si no recuerdo mal, dormir te mantiene con vida.

— Vivir está sobrevalorado.

Touché. Al llegar a la casa amarilla, Killeen ni siquiera esperó a que el coche se detuviera. Saltó de su sitio mientras Aiken giraba por la curva y corrió escaleras arriba hasta su habitación. Ese chico no estaba bien de la cabeza.

¿Y tú sí?

Antes de seguir a los demás, avisé de que iría a mi casa un momento para dejar y recoger un par de cosas. Raleigh me había dicho que se quedaría más tranquila si dormía en su casa mientras ella no estaba, así que le hice ese favor. Al llegar, había una carta sobresaliendo del buzón. La agarré sin ningún tipo de interés, porque su contenido era lo último que esperaba recibir. Debería haberlo visto venir, pero no fue el caso. La bolsa de entrenamiento que llevaba colgada del hombro se deslizó hasta caer al suelo.

Moon and SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora