¿cómo qué no tienen acuarelas?

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No se habían visto después de unos días, y ninguno estaba al tanto de lo deseosos que se encontraban por el otro. Sus sentimientos parecían enlazados, ya que, ambos se encontraban arrepentidos por no intercambiar números.

Pero Remus, es Remus, él sabía qué hacer. Jamás se había sentido tan seguro por lo que le resulto extraño, generalmente tendía a sobre pensar sus actos minuciosamente, pero se dio cuenta que necesitaba verla, al menos por unos segundos.

No le estaba pidiendo mucho a su vida, había conocido a alguien, en el ambiente amoroso pensó, que lo hizo recuperar un sentimiento que creía perdido. Deseo lo nombró él.

Después de dejar a Teddy en el jardín saltó y corrió hacia la calle algo desolada, pensó que el ambiente era bastante... marrón, el otoño le sentaba bien ya que las casas tenían esa tonalidad de colores crema y oscuros.

Giró en una esquina y vio a lo lejos, un cartel en la acera.

"Vendemos pinturas, acuarelas NO."

Cruzó los dedos, según su hijo le había comentado, era una creencia mugguel de suerte y esperaba que lo ayudara.

Ni siquiera sabía si ella frecuentaba este lugar, ni si a esta hora, debía ser muy temprano.

Endureció su postura y respiró hondo intentando buscar una excusa que decirle si llegaba a verla.

El tintineo de la campana lo alarmo, no lo esperaba, una voz en el mostrador llamó su atención.

—Buenos días, señor ¿En qué lo puedo ayudar? —le preguntó un hombre mayor con una sonrisa.

—Buenos días —sus palabras salieron algo torpe, notó que habían tres pasillos del otro lado del mostrador.

Leyó con rapidez los letreros en lo alto y se volvió al hombre, todavía intentaba procesar que el lugar fuera tan agradable a su vista, parecía antiguo pero estaba tan bien cuidado que casi no era notorio los años que probablemente tenía.

—Yo... estoy buscando lienzos.

—Tenemos una cantidad variada, puede pasar al pasillo dos, lo acompañaría, pero mi espalda ya no es lo que era —el hombre se levantó de la silla y Remus vio perfectamente que tenía una faja puesta, asintió y agradeció la atención.

—Puede consultarme cualquier duda —le hablo antes que se alejara.

Sus ojos ni siquiera miraron los estantes, en el momento en que se adelantó hasta quedar en la mitad del pasillo, una figura se acercó desde el final.

Su cabello estaba suelto, parecía más desprolijo. Tenía un vestido rosa, con flores blancas como manchas y en su brazo una bolsa de tela verde.

Apenas Aurora se giró y sus ojos lo encontraron, una sonrisa transformó su rostro para él. No estaban muy lejos, pero ella levantó su mano y lo saludó con la misma, haciendo que Remus pensara que se veía muy tierna.

—Remus, ¿Cómo usted por aquí? —preguntó cuando se había acercado lo suficiente.

—Yo- pasé por acá y pensé; "¿No sería lindo comprarle acuarelas a Teddy?"

—¿Leíste el cartel de la entrada? —su cabeza se balanceo hacia un lado observándolo.

—Ehh...

—No venden acuarelas aquí —la risa de sus labios lo hizo sonreír tontamente. — Además... estás en los lienzos, ¿Te diste cuenta?

—Okey —ella miró los lienzos que poco le importaban a él, porque su objetivo era venir aquí y encontrarla. — Yo vine a... ¿Buscarte? La verdad es que no sabía cómo comunicarme contigo, no me diste tu número ni yo te di el mío —frotó su nuca algo apenado.

—Si, eso se soluciona ahora, porque seguro luego lo olvido —rio y abrió su bolsa para sacar rápidamente un pequeño teléfono, lo encendió y levantó la vista hasta que sus ojos se conectaron.

—Dime tu número.

Se lo murmuro mientras sus ojos no podían dejar de admirarla. Ella logró tenerlo en sus contactos y se imaginaba enviándole mensajes, casi, cuando quisiera, tampoco era demasiado intensa.

Levantó la vista y los ojos de Remus la atrajeron, literalmente, casi como si fuera una droga y ella un consumidor en exceso, dio dos pasos hacia él y guardo su teléfono en la bolsa de tela que había empezado a sujetar como si su vida dependiera de eso.

—¿Tienes mucho que comprar? —su cuello dolió levemente por mirar hacia arriba, a los ojos atrayentes de Remus.

Negó con la cabeza, la abrumación había cubierto su cuerpo y ninguna palabra podía formularse o salir de sus labios, no quería perder un minuto de apreciarlo; el color de sus ojos, su cabello algo desprolijo pero sedoso, las cortadas de su rostros encendían algo que no podía llegar a comprender.

No estuvieron mucho parados observándose uno al otro, solo hasta que se escuchó el tintineo de la campana y la puerta cerrarse con un poco más de fuerza de la normal.

—Tengo que pagar —dijo, recogió dos lienzos y caminó hacia el mostrador con el hombre siguiéndola. Remus se sentía perdido, se dio cuenta en el momento que su estómago se revolvió con asco al ver a la persona que había entrado, la miraba tanto que no le gustó para nada.

¿Celos?

Eso nunca le había pasado. Sentía una inmensa necesidad de protegerla, de tenerla solo para él.

Por el mismísimo Merlín, era hasta casi obsesivo.

Sentía que algo en ella, al menos una pequeña parte, debía querer algo de lo que él tenía para ofrecerle.

Su perfume lograba ser tan fresco, casi como si fuera parte del bosque, se la imaginaba como un fruto, porque era dulce y colorida a sus ojos, atrayendo su atención con solo pestañear.

eat me; remus lupin (✔︎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora