mis recuerdos duelen

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Remus Lupin

—Creo que la pintura es mi manera de expresarme, no necesito palabras para que las personas sepan mis sentimientos. Solo me concentro en uno en específico y empiezo a trazar líneas con el pincel.

La escuché hablar con atención, y verdaderamente me interesé por sus pinturas. Al principio no creí que fuera capaz de controlarme, de no atacarla como el verdadero lobo hambriento que soy, pero cuando su voz empezó a fluir cautivándome, no quería que ese dulce tarareo se acabara.

Sin darnos cuenta habíamos dejado las tazas a la mitad y frías de la espera.

La escuché inspirar recuperando aire, luego silencio, estaba cargado de deseo. Levanté la mirada y sus ojos estaban en los míos, suspiró y su boca quedo entre abierta.

Sentí que empezaba a hacer más calor, de una manera diferente, me sostuve de la silla porque mis pensamientos dejaban de ser inocentes.

Aurora se levantó de la silla y tensé la mandíbula viéndola detenidamente, los vaqueros se ajustaban perfectamente a sus caderas y su blusa era casi transparente y... ¡oh, mierda! Sus pezones están endurecidos visiblemente, juraría que podían saludarme. ¿A caso estas intentando matarme, pequeña?

Mi mano se volvió un puño e hice la cabeza a un lado apartando mi visión pervertidos de ella, cubrí mi boca con mi puño, y cerré los ojos mientras que mis fosas nasales se ensancharon tomando todo su aroma y manteniéndolo para mí.

El jadeo de ambos fue en sincronía cuando sus muslos fueron a parar a los lados de mis caderas. ¡Mierda! ella encajaba perfectamente conmigo, ¿Cómo es que este yo pudría estar destinado a este ser tan puro y divino?

Sus brazos descubiertos me rodearon del cuello, cara a cara, cuerpos casi sincronizando sus respiraciones, si bajaba mis ojos mi descontrol nos rompería ambos, no podía dejar que eso pasara, entonces mantuve mis ojos en los suyos, rogándole que se alejara porque me he vuelto muy débil en tan poco tiempo a su alrededor.

—No-no deberías estar sob-bre mí —mi voz salió sensible y lastimera, tensé la mandíbula intentando demostrarle que hablaba en serio, que esto es serio.

—¿No... debo? —preguntó con falsa confusión, movió sus caderas con suavidad aún sobre mí, un roce de su intimidad fue suficiente para que mis caderas se levantaran, quería sentir más, solo un poco más.

—No deberías jugar de esa manera tan sucia. —obligué a mi cuerpo a permanecer quieto y mis manos cayeron sobre sus caderas, pero no tenía el suficiente control como para que ella se detuviera.

—Me está gustando jugar sucio —murmuro roncamente, mis ojos empezaron a pesar y ya no quería controlarme— Contigo —agregó, definitivamente ya no me era posible sentirme alguien razonable.

Eran tantas las maneras en las que quería doblarla, hacerla gritar del placer, quería poder escuchar al menos unos cuantos gemidos más, deleitarme con cada uno.

Aurora parecía más necesitada que yo, sus manos empezaron a acariciarme la nuca, trazando sus dedos detenidamente y mordiendo su labio.

—No puedo —dije negando con la cabeza.

—¿Qué no puede, profesor?

Un gruñido se escapó del fondo de mi estómago, y salió como algún tipo de orden hacia ella, demandándole que fuera mía probablemente.

—No puedo hacerte esto —su confusión me hizo tensar la mandíbula— No puedo arruinarte.

Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios calmándome de alguna manera— No podría ni aún que quisieras. Quiero que me abra y me mire, profesor.

Me dejó con la boca completamente seca y su pecho se adhirió al mío dejándome sentir sus pezones en punta.

—Debo decir... —aparté los ojos de su remera y volví a los suyos, su respiración era irregular y la vi tragar lo que parecía un nudo doloroso.

—Puedes decirme lo que sea, hermosa —ajusté un mechón rebelde detrás de su oreja— No voy a juzgarte y quiero que te sientas.... Quiero que sepas que puedo ser tu lugar seguro.

Mis palabras fueron las correctas para ella, para lo que Aurora debía de decirme, porque suspiró y la sentí acomodarse más relajada.

—Mi maldita vagina es mi enemiga. —se encogió de hombros y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, incluso sentí el dolor punzante en el pecho, ese sentimiento de cuchillas clavándose y doliendo de una manera más que sentimental... corporal.

—¿Por qué dices eso, cielo?

—Es una historia muy larga. La persona que se supone que era mi padre me violaba —sus palabras fueron tan duras de digerir, de tratar. La sangre había bajado al punto que la excitación estaba a un lado y me sentí blanco del horror, el asco después y la empatía.

Algo cambio en mi forma de verla, y no entendí como es que alguien podría haberle hecho algo así a su... hija, definitivamente algo andaba mal en su cabeza y quería... quise, de alguna manera, alejar su dolor, que fuera directamente mío y no de Aurora.

—Merlín, Aurora —la rodeé abrasándola, porque sus ojos empezaban a soltar lágrimas y no podía creer que esos mismos avellana que había visto tan radiantes y alegres tuvieran tanto detrás.

Mi garganta dolió, raspó al tragar.

—Siento mucho que hayas tenido que pasar por esa mierda, sinceramente, y si quieres a alguien con quien hablar... o solo llorar o lo que sea, puedo ser esa persona para ti.

Mis palabras dolieron expulsarlas, pero las dije porque lo sentía, mi dolor había empezado a mezclarse con el suyo.

—Gracias —murmuró, su voz se rompió y parecía no querer decir más nada. Sus brazos me sujetaron con fuerza del cuello y no importaba cuanto podía llegar a doler el apretón... solo quería que se calmara, si es que eso llegaba a hacerlo.

—Podría estar así toda la vida —le dije.

Creo que me apresuré, lo digo en serio, no suelo decirle cosas tan directas a las personas, pero al estar así con ella, Aurora fue muy sincera conmigo, así que solo tenía la necesidad de liberar esas palabras.

Su mejilla acarició mi hombro tarareando.

eat me; remus lupin (✔︎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora